Por Frank Padrón
Alcalá de Henares -según se lee en la web del Corral de Comedias en esta, la ciudad que vio nacer al padre del Ingenioso Hidalgo y como si fuera poco del idioma, «(e)n 1601 Francisco Sánchez, carpintero de profesión, recibió en encargo por parte del Ayuntamiento de Alcalá de construir este Corral de Comedias en el espacio de la entonces llamada Plaza del Mercado. Desde su apertura al público en 1602, siguió un proceso idéntico al de otros teatros europeos de la época que fueron adecuándose a los tiempos con reformas estructurales acordes al estilo de los espectáculos a exhibir y a los usos sociales del público».
Restaurado, aunque en algunas partes intacto, el recinto cerca del cual (apenas doscientos metros) naciera Cervantes, donde se estrenaran obras de Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca, que fuera cine el siglo pasado y a punto de ser derruido en otros momentos, hoy es una institución valorada más allá de la pintoresca ciudad y en España toda: muchos espectadores de todo el mundo llegan a sentirse embrujados por los fantasmas de la escena en los siglos de Oro.
Algunos de ellos resucitan ahora gracias a la Fundación Teatro de La Abadía en un programa compuesto por los entremeses de Miguel de Cervantes, El vizcaíno fingido y Los habladores bajo el título genérico de Enmudecer con hablar, verso octosílabo del segundo, cuya autoría, hoy unánimemente atribuida al autor de Don Quijote, fue durante un tiempo, a propósito, cuestionada.
Bajo la dirección del dramaturgo cubano Abel González Melo, recibimos este par de graciosas piezas, ricas en los enredos, peripecias y conflictos propios de la pluma cervantesca y de gran parte del teatro barroco español, emplazando, mediante la afilada sátira a que nos acostumbrara el escritor en toda su obra, el timo , la trampa y lo que hoy llamaríamos» violencia de género «(dos caballeros intentan estafar a una dama) en El vizcaíno…; o la incontinencia verbal femenina, castigada con sus propias armas en Los habladores, una delicia en al ejercicio lúdico respecto al uso y abuso del idioma y sus aventuras y piruetas lingüísticas, resuelto con una erudición y a la vez ingenio de sabor tan contemporáneo que reafirma la cercanía del autor.
La puesta en escena contempla en tanto especial característica una correspondencia con figuras de la Commedia dell’ Arte, praxis de superposición en la gramática teatral que enriquece la representación y cuya asesoría recayó en el experto Mariano Aguirre: los personajes se muestran «hemanados» por «colegas» de la escuela italiana.
Amén del provechoso diálogo intertextual que ello significa, la realización de las máscaras (a cargo del célebre maestro italiano Antonio Fava) responde a la excelencia que en general trasuntan la escenografía y el vestuario (Javier Chavarría), fieles a la época y el ambiente recreados.
Eficaz también desde el punto de vista dramatúrgico es la música de Antonio Dueñas, él mismo interpretando en vivo mandolina en ristre y asumiendo a su vez varios caracteres.
El diseño de luces (Agustín Maza) resulta esencial en la ambientación y lucimiento de personajes y situaciones según avanza el relato teatral.
El cambio e inversión de roles y géneros, práctica tan recurrente hoy en la escena, como se sabe, es también empleado aquí por González Melo, no cual moda sino desde una pensada intencionalidad que, sin enmendarle la plana al autor ni mucho menos, tamiza la cierta misoginia que pudiera señalarse a los originales, y que en el caso de Cervantes y varios de sus colegas, realmente admiradores de la mujer, no era más que una adaptación a las convenciones escriturales de la época.
De cualquier manera, este par de piezas maestras nos llega en bocados que nos dejan con hambre de más gracias a las virtudes señaladas, la dinámica escénica y el eficaz aprovechamiento del espacio.
Como si no bastara el banquete que implican ambos entremeses (en realidad, suculentos platos fuertes) el intermedio nos ofrece una dramaturgia a partir del prólogo del propio Cervantes a sus libro Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados (1615); todo un ars poética, una reflexión en torno a la creación literaria y artística en general, que el dramaturgo vuelca en sentidas líneas, dichas con plena entrega y convicción por Georbis Martínez.
A propósito de los desempeños, tanto el actor como sus colegas (todos coterráneos nuestros) Rey Montesino -crecido, pleno en cada papel- Betiza Bismarck -matizada y rigurosa en tan diferentes personajes- o Yanet Sierra -en función de los roles tanto sus abundantes dotes histriónicas como su hermosa voz al cantar- forman un elenco que establece un impecable nivel interpretativo a lo largo de los ochenta minutos de un espectáculo que no en balde ha recibido en cada función el cerrado aplauso del público y el espaldarazo de no poca crítica.
Estrenado en el marco de la Semana Cervantina 2023 y conmemorando el aniversario 25 de la declaración de Alcalá como Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, Enmudecer con hablar regresará del 27 de diciembre al 4 de enero con nueva temporada, y seguramente volverá a dar qué hablar… sin enmudecer.
Foto cortesía del autor