Por Rubén Darío Salazar
Desde su fundación hace más de un lustro, Teatro El Portazo, de Matanzas, ha sido una agrupación marcada por las preguntas y las respuestas. Cada uno de sus espectáculos se parece al tiempo en que vivimos, como si pusiéramos al país y a los seres humanos que lo habitamos bajo una lupa gigante, de cristal doble, de esos que en contacto con los rayos del sol producen fuego, una combustión que se produce lenta, suave, hasta que la flama se vuelve incontrolable.
La pregunta de ¿y ahora qué? sobrevoló como nunca mis entendederas de espectador avisado, tras el estreno rotundo en 2015, de la primera estación de The Cuban Coffee by Portazo´s Cooperative(CCPC). Quien crea que conoce bien a la tropa de Pedro Franco, se equivoca. Nunca se llega a conocer a las personas del todo, mucho menos sus agendas ocultas, cargadas de sentimientos encontrados, tan parecidos a la vida.
En su regreso de 2018, casi tres años después, el elenco de la segunda parada, que responde al título de CCPC, la República Light, es casi el mismo y es otro, asaeteado por promesas, ilusiones, decepciones, ansiedades, esperanzas, y la desesperación cotidiana de la gente que respira y camina en una isla cuyo sistema perfectible y en construcción choca con múltiples avatares, materiales y humanos, y aún así, sigue en pie, en la batalla.
Declarados en work in progress los de El Portazo, capitaneados ahora por Franco y María Laura Germán, han ido recomponiendo escenas, coreografías y canciones, de la misma manera en que la sociedad cubana ha ido enfrentado pérdidas y hallazgos, renovaciones y decisiones irrevocables.
Así como el inicio de la trilogía estuvo marcada por las circunstancias sociales de aquel entonces, la saga ha vivido tres partes a toda emoción. Siguen el mismo esquema de cabaret político, con la mirada atenta en lo que vivimos y en lo que vendrá. CCPC… ha cambiado conscientemente, a voluntad, como una serie por temporadas, que aunque uno imagina lo que sucederá, no sabemos los entresijos de la próxima propuesta.
El éxito ha perseguido también a esta nueva entrega, y los recelos, la algarabía, sustancias de un producto que nos desviste tanto como nos refleja, sin hipocrecías ni medias tintas, como no sean los rejuegos conceptuales pícaros, sensuales y descarnados del género cabaretero, no exento de todos los ingredientes de un espectáculo teatral que se nutre de la televisión, las redes sociales, el comentario callejero, el pálpito diario.
La tercera parte de la segunda “transmisión” de CCPC… ha sido la mejor, recomiendo no perdérsela, es la antesala del cierre de la trilogía. Ya no hay que preguntarse ¿y ahora qué? porque sabemos perfectamente de qué va la cosa. Sea con los mismos actores u otros, nuevos dramaturgos invitados o los de siempre, con inclusiones coreográficas o directrices, el dedo volverá a ponerse en la llaga, se removerán las heridas con alegrías y tristezas que aunque unos se den cuenta y otros no, llevan una sacudida que expresa un compromiso con el público, con la misión cardinal del teatro, que es cuestionar más que definir, que precisar.
Interpretes jóvenes mezclados con experimentados, avezados cada vez más en el canto y el baile, dueños de una energía arrolladora, defienden los textos y temas musicales elegidos para concluir la etapa “´light” de CCPC…, quizás por eso pienso que no tiene sentido el ¡Cuidado conmigo! desde el espectáculo, proclamando que lo que verán será más fuerte, no es necesario. CCPC… no fue, no es y no será nunca una amenaza, es un espejo, incómodo, sí, deleitable siempre, pero sobre todo ineludible para los que llenos de preguntas y respuestas seguimos en este país al grito de ¡Cuba va!
Tomado del perfil de Facebook del autor