Este fin de semana continúan las funciones de Brutal, coreografía de Nelson Reguera, dirección artística y general de la maestra Rosario Cárdenas, en la sala Tito Junco del Bertolt Brecht, viernes 23 y sábado 24, a las 7:00 pm, mientras que el domingo 25, la presentación será a las 5:00 pm. Las entradas están a la venta horas antes de comenzar el espectáculo
Por Kenny Ortigas Guerrero
Brutal es el nombre del último estreno de la Compañía Rosario Cárdenas y que, gracias a la alineación de los astros, tuve el placer de disfrutar en la sala Tito Junco del Complejo Cultural Bertolt Brecht, coincidentemente con una visita de trabajo que realizara a La Habana.
El espectáculo, con coreografía de Nelson Reguera –uno de los discípulos más cercanos de la coreógrafa cubana, como aparece en el programa de mano- es un desafío y contundente alegato contra la muerte y la enajenación, en tiempos donde las crisis de todo tipo, dígase pandemia, guerras, cataclismos políticos, etc., parecen descalabrar los principios básicos de sostenibilidad de la especie humana y someternos a una incertidumbre que disloca lo que encuentra a su paso.
Soy de los que valora en grado superlativo la entrega, disciplina, rigor y fuerza de cualquier artista o agrupación al plasmar una obra en un escenario. Son parámetros o medidores para la legitimación de una puesta en escena. Difícil resulta no percibir cuando estamos al frente de un trabajo artístico endeble e insípido, y precisamente esas apreciaciones son una resultante de carencias relacionadas con estos elementos a los que hago referencia, considerándolos ingredientes fundamentales para la concreción exitosa de un proyecto.
De igual manera revelo mi inclinación estética por aquellos espectáculos danzarios que estremecen los cimientos del público desde una crudeza que, sin dejar de seducir, a través de la plasticidad, precisión y fluidez de sus bailarines, encierran una especie de carga ancestral que nos acerca a la energía mística que guardan algunos de los ritos de nuestros antepasados.
Con Brutal me siento satisfecho… como salido de un banquete en el que sacié las ganas de comer lo deseado, y corroboro la idea de que un cuerpo puede expresar no solo en el conjunto de su todo: ojos, piernas, dedos…etc.; un cuerpo se convierte en un terreno fértil en naturaleza donde cada ser que lo habita (cada segmento, músculo), adquiere vida propia y contribuye a la existencia del otro, propiciando el equilibrio y riqueza de ese ecosistema que podemos llamar “escena”.
En Brutal, el coreógrafo se apoya en el hombre (bailarín) como centro del juego, sin necesidad de recurrir a trucos escenográficos u otro tipo de parafernalia. El uso de la luz –penumbras- y la excelente banda sonora son aliados de primer orden que dinamizan cada zona y espacio, creando atmósferas envolventes y que logran borrar la distancia entre espectador e intérprete.
De ahí, esa emoción recurrente de estar siendo partícipe de un acto ritualista de purificación. También, para aquellos que puedan subestimar el arte de “danzar”, tendrían una buena oportunidad de cambiar su parecer, si vieran Brutal, pues el desgaste psicofísico y compromiso visceral de cada uno de los seis bailarines es un acto que merece respeto y reconocimiento. Tanto es así, que al terminar la obra –y en modo bromista, pero también de admiración- le dije al coreógrafo: “usted es un abusador…” y se echó a reír, comentándome, además que la mayor parte de la pieza era creación de los propios danzantes, quienes bajo sus pautas, habían dado vida a las imágenes que ya traía él en su cabeza.
También este aspecto es un logro de la coreografía: la libertad para crear y poner cada uno su punto de vista expresado en el movimiento, aunque ineludiblemente exista un hilo conductor que sostenga una dramaturgia. Con esta premisa, se quiebran los límites que pueda tener un bailarín, ya que no está sujeto a la famosa “tiranía” del director, y se emplea a fondo teniendo sus propias vivencias como un material de inagotable sustrato emocional, conceptual e imaginativo.
Junto a cada gesto desde el propio inicio hasta el final se tiene la sensación de asfixia y de estar al borde de un precipicio, conceptos que se manejan de manera acertada, constituyendo uno de sus propósitos. Cada cuadro que se fabrica en el tratamiento de las agrupaciones y composiciones, nos acerca a esculturas manieristas que serpentinan el reflejo de contradicciones, angustias y fobias. Es la desintegración y transmutación del cuerpo que combate para reinventarse dentro de una realidad que intenta aniquilarlo.
En otro sentido, creo que no hay arte auténtico si no logra activar el imaginario, y en Brutal coexisten infinidad de trazos metafóricos que se articulan en función de provocar analogías y parábolas.
¿Qué decir del prólogo cuando las espaldas de los bailarines, siendo la única parte visible del cuerpo en ese instante, semejan un rebaño de animales asustadizos dentro de un foso, que como instinto primario ante las vibraciones externas –quizás de la proximidad de un holocausto- se tornan iracundos e imprevisibles en sus reacciones y relaciones?
El tratamiento del ritmo in crescendo, así como las pulsaciones musculares y cambios sorpresivos de lugar, son la anunciación de acontecimientos que cambiarán la forma de vida drásticamente; entonces, todo se desencadena. La alternancia en el uso de los niveles de las figuras que componen las imágenes, cual teclas de un piano, encuentran en el movimiento fluido y continuado su razón de ser, lo que nos habla de lo fugaz de las situaciones, de su inmediatez y falta de asidero seguro.
La precisión y pulcritud con la que los bailarines se relacionan físicamente con agarres y cargadas -unidos a un paroxismo que apuntala todo el desarrollo de la coreografía- discursan acerca de las dificultades que supone el sentirnos atados a algo, por tanto, los enlaces se desvanecen y se reconstruyen a gran velocidad.
Brutal está cargada de símbolos que estimulan resortes volitivos en el espectador y aunque pudiera poner otros tantos ejemplos dentro de la puesta en escena, no quiero pecar con una narración anecdótica que cuartee las ensoñaciones de quien puede ir a verla con sus propios ojos.
Con esta nueva apuesta por el arte, la Compañía Rosario Cárdenas nos invita a no temerle a la vida, pues no hay más que una, y aprender a desandar sus intrincados senderos, brutales en ocasiones, forma parte de ese trayecto enriquecedor y hermoso para alcanzar la plenitud y dignidad que todos merecemos.
Fotos Yuris Nórido
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