Por Roberto Pérez León
En la noche de San Juan comparten su pan,
su mujer y su galán, gentes de cien mil raleas.
Joan Manuel Serrat
Es muy agradable entrar a una sala de teatro y ser recibido con una música que de alguna manera nos acondiciona para lo que vamos a ver. Digo nos acondiciona porque dispone nuestra percepción, la coloca, la posiciona para la representación, para la puesta en forma de una determinada realidad.
Sabemos que el teatro en su acontecer produce saberes, discernimientos, ideas a través de la percepción que hagamos de él como acontecimiento de una realidad de inmensos recursos por su diversidad.
Existe una dinámica para que el teatro se erija como acontecimiento. La dinámica estará en la macro y micro poética que se sea capaz de fundamentarse a través de la poética dramática y escénica.
Los significantes en el teatro son muy variados tanto en tiempo como en espacio. Todos deben llegar a producir un devenir otro para concebir lo que de otra manera sería imposible fuera del teatro y su régimen de verdad.
La señorita Julia de Teatro Buendía que en estos momentos está en cartelera, en la sala Tito Junco del Centro Cultural Bertolt Brecht, es un estremecedor acontecimiento teatral donde en más de hora y media somos partícipes en un convivio de absoluta comunicación estético-ideológica.
La puesta en escena de La señorita Julia la habíamos tenido en el mes de mayo en la sede de Teatro Buendía. Resulta muy atinada la decisión de traerla al circuito de la calle Línea, teniendo en cuenta la problemática del transporte en nuestra ciudad.
La Señorita Julia que continúa en programación en el Brecht, es una versión libre de Sandra Lorenzo basada en la pieza homónima de August Strindberg escrita en 1888. La puesta en escena de Lorenzo agrega una visión contemporánea a esta obra que es parte fecundante de la dramaturgia de todos los tiempos.
Si algún reto tiene la gente que hace teatro hoy es que desde la contemporaneidad que nos asiste no se puede, en medio de la avalancha de experimentaciones y teorías teatrales, abandonar a los clásicos. Nada más sorprendente, inesperado y convocante que hacer de un clásico algo contemporáneo. Y eso lo logra Sandra Lorenzo de manera absoluta.
Cuando se interviene a un clásico desde la contemporaneidad sin escabullirse en teorías vacías y experimentos trasnochados, la resultante puede ser una propuesta crítica que renueva los valores de la pieza canónica.
Strindberg concibió su pieza extraordinariamente sencilla, con sólo tres personajes y una acción continua. De los tres personajes, uno, la cocinera Cristina, es secundario; de modo que el drama se concentra en la condesita Julia y en el criado Jean.
Pero la puesta en escena de Sandra Lorenzo cuenta además con Lilith, el espíritu de la madre de Julia; el Conde, padre de Julia; y los jóvenes Juan y Cristina. Estos personajes performan (per-forman), dan forma, hacen la puesta más monolítica en sus propósitos y a la vez polisémica.
En la noche de San Juan, mientras el conde está ausente y el pueblo se entrega a una alegría loca, la señorita Julia, alborotada en cuerpo y alma, invita al criado a bailar.
En una sociedad altamente jerarquizada un hombre ansía el poder y ve en la utilización de la mujer la posibilidad de lograrlo. Entre la educación de una mujer firme pero dependiente de su clase, la búsqueda de la identidad, la ebullición del poder se desenvuelve la ecuación de la dramática de La señorita Julia, una de las obras más representadas en el mundo, una pieza que sobrepasa el tiempo en que se escribió.
La señorita Julia de Sandra Lorenzo es un montaje poliédricamente inteligente. Se consigue una zona de combinaciones singulares entre los distintos sistemas significantes y como tejido de significaciones, resulta un potente productor de sentido social. Las luces y la escenografía, como enunciaciones de una particular sensorialidad, nos sumergen en una atmósfera escénica que no decae en ningún momento.
El escenario de la sala Tito Junco se vuelve una instalación performática plástico-escénica de portentosas visiones representacionales, simbolizaciones a través de articulaciones de varias formas artísticas sin afanes decorativos.
La banda sonora tensiona la percepción de los espectadores, es un vehículo hacia la expectación. Se trata de un recurso estético donde se hilan las sonoridades con la palabra, la acción escénica, la danza, la corporalidad.
Los distintos niveles del hecho teatral complejizan las distancias y las sensaciones. El travieso espacio de la sala Tito Junco, en esta ocasión, se rinde ante las decisiones del lenguaje visual concebido por Sandra Lorenzo en el montaje.
El paisaje teatral de La señorita Julia propicia la espectacularidad casi operística de una puesta muy bella, con esa belleza que suele no ser un habitual propósito en el teatro hoy.
Sandra Lorenzo sabe componer escénicamente. No obstante, la cantidad de materiales escénicos, la puesta es sobria, serena visualmente, lo que resulta de una fuerza vital para el desarrollo actoral.
La señorita Julia de Sandra Lorenzo nos pone de fiesta en una tragediosa noche de San Juan donde efectivamente comparten su pan, su mujer y su galán, gentes de cien mil raleas.
Fotos Abel Carmenate, tomadas del perfil de Facebook de Sandra Lorenzo.