Por Ulises Rodríguez Febles
El 21 de enero, en el marco del EIRA y de la Jornada Villanueva, días de teatro, como preámbulo de nuestro día nacional, me fui a ver Bayamesa, de Abel González Melo, con mi familia, como lo hago la mayoría de las veces. Es muy importante que Isabel, que desde niña nos acompaña, lo siga haciendo en la adolescencia.
Ver Bayamesa fue en lo personal y lo profesional, cerrar y a la vez abrir un ciclo, que empezó con la lectura, después de haber obtenido el texto el prestigioso Premio Casa de las Américas, 2020; siguió con la inauguración de la escultura homenaje a la pieza creada por Adán Rodríguez Falcón, en nuestro Museo de la Dramaturgia, con la visita del autor en La Selva Oscura, quien firmó sus libros presentes en nuestra colección, incluido el de Bayamesa. El ciclo continuó cuando el colectivo de Argos Teatro llegó el 20 de enero a nuestro Museo, para dejar constancia de su visita, junto a la pieza creada por Adán, y que pende del frontón de la Casa de la Memoria Escénica, ubicada en Milanés 28007 entre Jovellanos y Matanzas.
Bayamesa, dirigida por Yailin Coppola, se presentó sobre el escenario del Teatro Sauto, buscando la intimidad de un público que asistió para epatar con los jóvenes actores en la representación, del réquiem concebido por González Melo, cuya estructura y espíritu, contribuye a reflexionar algunos de los instantes de la tragedia de Luisa María Milanés, singular y a la vez desconocida poetisa de nuestro patrimonio literario, que el texto y la puesta ayudan a iluminar.
Insertada en la tradición dramatúrgica que aborda figuras traumáticas de nuestra literatura, Bayamesa, nos entrega un personaje femenino, como el de la Avellaneda, y pienso en ella, por la obsesión dramatúrgica que ha suscitado La Tula; pero a diferencia de esta, es una desconocida por la mayoría. El texto provoca ir a conocer a María Luisa Milanés, leer sus poemas. Ya Isabel me lo está exigiendo. Y varios del público, me lo han comentado, quieren leerla. Un estímulo.
Ver jóvenes actores en escena, siempre se agradece; verlos reorganizando el espectáculo, confrontando en la voz del autor, la biografía de la poetisa, para llenar zonas posibles o vacíos de su vida, nos lleva a un viaje, en el que place escuchar sus poemas, con autenticidad, dominio de la palabra metaforizada y versificada, algo que no siempre se logra con organicidad.
Bayamesa tiene la estética de Argos Teatro, que descansa en los actores, en la fuerza de la palabra, en la capacidad de metamorfosearse en otros, en los instantes en que desamparo, amor, incomprensión, dolor, ternura, agresión y violencia contra la mujer, emanan de la voz y el cuerpo y el gesto de los actores; incluso de la musicalidad que produce el instrumento en vivo, guitarra o piano; más las canciones, que como los poemas tejen el entramado dramático del réquiem.
En la puesta, donde pausas, silencios, sonidos distantes, estructuran lo que ocurre, incluso el presagio de la muerte y la muerte misma; está el personaje de la mujer emancipada, que dialoga, y a veces se transmuta con la figura de Sor Juana Inés de la Cruz, ofendida e incomprendida, sometida y a la vez rebelada al poder patriarcal y a todos los poderes; una Luisa María, rebelde, apasionada, buscando constantemente, sabiduría y belleza en la oscuridad, un personaje perturbado, pero fuerte, sensible, trágico, que la joven actriz Ariadna García, muy joven y hermosa, devela, trayendo a nosotros, a esa mujer nuestra, símbolo potente de la explosión y la belleza.
Uno sale del teatro conmovido. Isabel, que desde siempre ama los versos de Sor Juana Inés de la Cruz, salió del teatro con deseos de leer el texto dramático, los poemas de Luisa María, y otros de la monja iluminada. Reveló -éxtasis- proyectos para su vida, contagiada por la poesía, el teatro y la música, que se los dejo a Dios.
De alguna manera la puesta, me hizo pensar en la conceptualización de la Bayamesa en madera de Adán Rodríguez Falcón; la orquídea, creciendo en el tronco espinoso, buscando la altura y la luz.
La lectura del texto, las visiones de los procesos del autor, que escuchamos en el conversatorio en la sala Estorino el pasado nueve de enero, la pieza escultórica brotando de las arcadas de una casa del siglo XIX, y la puesta en el Sauto, en el preámbulo ( el 21) del Día Nacional del Teatro (el 22) ofreció singulares perspectivas de una figura como Luisa María Milanés, y de la vitalidad de un texto teatral contemporáneo y su diálogo con la escena.
Algo que agradecemos, y que aplaudimos en las butacas, y sobre lo que hablamos en casa, mientras trato de complacer a Isabel con sus nuevos proyectos de lecturas y sueños.
Es muy importante, que las adolescentes de hoy, vivan, se desarrollen, en un mundo en el que la libertad de los sueños, las lleven a donde quiera ir, y no sean derrotados por los poderes de todo tipo.
Una orquídea, brotando buscando el cielo, es la esperanza, sobre el sonido seco de un disparo.
María Luisa, un poema, transgresor y potente.
Foto de portada: Ernst Rudin
Puesta en escena: Yailin Coppola.
Intérpretes: Ariadna Garcia, Chabely Diaz, Mariana Valdes, Nolan Guerra y Eme Fonseka.
Asistencia de dirección: María Lorente Guerra.
Música: Denis Javier Peralta Amigó.
Vestuario: Vladimir Cuenca.
Luces: Acosta Teran.
Cartel: Pilar Fernández Melo.
Producción: Marvin Lee.
Asesoría vocal: Frank Ledesma.
Asesoría teatral: Eberto García Abreu.
Sonido: Rafael Pire.
Dirección general de Argos Teatro: Carlos Celdrán.
Texto de Abel González Melo, Premio Casa de las Américas 2020.