Escribir sobre el Ballet Nacional de Cuba en su aniversario, más que hacer un recuento de fechas y estrenos; es poner una vez más en virtud la narración de un proyecto humano que nació de la pasión por el ballet y se convirtió en una praxis educativa, artística y cultural de alcance nacional e internacional.
Desde su fundación, el 28 de octubre de 1948, la compañía constituyó la culminación de un sueño colectivo liderado por Alicia, Fernando y Alberto Alonso. Esta tríada fundacional no solo dio rostro a una compañía, sino que creó un sistema pedagógico y coreográfico que colocaría el nombre de Cuba como un referente mundial de la danza en puntas.
En los primeros años, Alicia, en su doble rol de intérprete y directora, trazó una ruta que equilibraba la rigurosidad técnica con una expresividad teatral que cautivó audiencias dentro y fuera de la isla. Fernando, como pedagogo y motor de la técnica cubana, diseñó métodos que formaron (y aún forman) generaciones de bailarines; Alberto, por su parte, aportó una visión coreográfica que combinaba la elegancia clásica con una sensibilidad narrativa distintiva.
Este trípode dio consistencia a la Academia Nacional de Ballet Alicia Alonso, inaugurada en 1950, y al establecimiento de una Escuela Cubana de Ballet que ha funcionado como órgano estructurante de la identidad de una danza académica nacional. Este marco histórico, cimentado en la disciplina y la pasión, permitió que el Ballet Nacional de Cuba resistiera las tensiones, las crisis y cambios generacionales sin perder la dignidad de su lenguaje artístico ni la calidad de su formación, contando con exponentes cuyos nombres están inscritos en la gloria del ballet mundial.

A lo largo de estas casi ocho décadas, el repertorio del colectivo artístico ha sido heterogéneo, desde las versiones de los grandes ballets del período romántico y clásico clásicos, al tiempo que ha cobijado nuevas miradas coreográficas emergidas de la propia compañía, aportando riqueza al vocabulario técnico y artístico.
En ese proceso, resuenan obras emblemáticas que se convirtieron en referencias para la danza cubana: Giselle, La fille mal gardeé, El Lago de los cisnes, Don Quijote, Cascanueces y otras reinterpretaciones que conservan su fibra narrativa y, al mismo tiempo, incorporan rasgos de la identidad cubana. Piezas originales como Carmen, Tarde en la siesta, Electra Garrigó, Dionaea, Rara avis…por solo citar algunas que dialogan con las diversas corrientes estéticas contemporáneas aplatanadas en la danza cubana.
Ha sido una premisa de la compañía mantener la retroalimentación con estilos y creadores internacionales que han trabajado directamente con los y las bailarinas cubanas, inspirándose incluso en esa manera particular de enarbolar el movimiento para creaciones importantes como El reto, Poema del amor y el mar, Celeste, Love, fear, loss…y otros títulos que integran los archivos del Ballet Nacional de Cuba.
La riqueza de obras y la versatilidad de los intérpretes han permitido que la Escuela Cubana de Ballet, y por extensión la compañía, alcanzaran el prestigio que aún mantienen en la arena internacional sin perder la especificidad de su herencia. Cada estreno o reposición ha funcionado como un puente entre generaciones: una oportunidad para que jóvenes bailarines y bailarinas asuman papeles históricos y, al mismo tiempo, para que espectadores de distintas edades redescubran la genealogía del ballet cubano.

La primera bailarina Viengsay Valdés, a quien hace unas horas le fue entregado el Premio Nacional de Danza 2025 haciendo coincidir el acto oficial con esta fecha, lleva la responsabilidad de mantener la constancia y el trabajo aprendido en su labor profesional al lado de una estela de lujo que la formó para enfrentar con decoro el reto que supone asumir el liderazgo del Ballet Nacional de Cuba.
También la continuidad se manifiesta en la ola de bailarines que renuevan el elenco del colectivo danzario, sangre joven que llega con la energía propia de esta etapa. Despuntan hoy nuevos talentos que asumen los roles históricos y las creaciones contemporáneas con el respeto hacia la tradición y la curiosidad pueril hacia la innovación y la superación técnica y artística.
El legado de la familia Alonso vive, no se puede ver al ballet cubano como un museo, el Ballet Nacional de Cuba está activo y posee un dinamismo que continúa creciendo en cada temporada, en cada gira y en cada joven bailarín o bailarina que se forma en la escuela e ingresa a las filas de la compañía. En ese sentido, el aniversario 77 no solo celebra la memoria histórica, sino que afirma la vigencia de un proyecto que seguirá escribiéndose en los cuerpos y el imaginario de las futuras generaciones de artistas de la danza cubana y de los públicos fieles a este arte que ha sido entregado al pueblo como proyectó Alicia.
Redacción Cubaescena
Foto de portada del Archivo del Museo Nacional de la Danza. Tomada de La Jiribilla





