Por Mercedes Borges Bartutis
La fiesta del Ballet Nacional de Cuba por sus 75 años ha sido inmensa. Sus organizadores deben estar exhaustos y felices porque en la línea de tiempo, la compañía fue in crescendo en medio de limitaciones económicas complicadas. Pero el conjunto que dirige la primera bailarina Viengsay Valdés supo curar bien sus espectáculos, encontrando un punto medio entre las piezas clásicas, las de estilo neo clásico y contemporáneo.
A lo largo de un año de celebraciones, la dirección del Ballet Nacional de Cuba conformó, principalmente, programas mixtos como La magia de la danza que le permitieran, poco a poco, introducir a su joven elenco en las exigencias de los grandes clásicos. La realización de un acto y no del ballet completo, ha sido una buena táctica; también les ha funcionado mantener en cartelera piezas de autores de reconocido prestigio internacional que hagan lucir bien al elenco en el escenario, con títulos que no son tan demandantes técnicamente: Celeste (Annabelle López Ochoa), Tres preludios (Ben Stevenson), Love, Fear, Loss (Ricardo Amarante), Concerto DSCH, (Alexei Ratmanski), entre otros.
Igualmente fue atinado desempolvar títulos que marcaron hitos dentro del repertorio de la compañía y que resultan atractivos para las nuevas generaciones de espectadores cubanos: Dionaea (Gustavo Herrera), Rara avis (Alberto Méndez), Rítmicas (Iván Tenorio), Bodas de sangre (Antonio Gades), Carmen (Alberto Alonso).
Otras piezas han contribuido mucho para que el Ballet Nacional de Cuba pueda lucirse: La hora novena (Gemma Bond), Sinfonía para nueve hombres (James Kelly), Mozart Réquiem y Bartók concerto (Ben Stevenson), La forma de rojo (Ely Regina Hernández) y Otra bella cubana (Susana Pous). Pero sobre todo Séptima sinfonía, de Uwe Scholz, estrenada con casi todo el elenco sobre el escenario, ha sido una carta triunfo importante en los dos últimos años de trabajo.
El pasado 28 de octubre, la compañía cerró un año de jubileo por su aniversario 75. Muchos fueron los espacios de homenajes que antecedieron al gran día. Instituciones y organizaciones, incluyendo los máximos niveles de Gobierno y Estado, rindieron tributo a la agrupación que hoy porta el alto estandarte de Patrimonio de la Nación Cubana.
Con la sala García Lorca cerrada desde hace dos años, la Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba acogió una emotiva gala que rindió homenaje a los técnicos y al personal de apoyo que respalda una función de ballet y al cuerpo de baile, columna indispensable de una compañía. Bajo el título de La función se prepara…, con concepto de Heriberto Cabezas y Svetlana Ballester, dos pilares por sí mismos del avance de la agrupación, la gala del aniversario 75 tuvo un inicio simpático y emotivo, que dejó un buen sabor para lo que vendría después.
Un poco extensa para no tener intermedio, algunas piezas no estaban en su total madurez para ser exhibidas, amén de los aplausos del público, como Canto vital de Azari Plisetsky, con un fabuloso elenco masculino (Dani Hernández, Ányelo Montero, Víctor Álvarez y Jorge Guerra) que puede lucir mejor porque posee excelentes recursos técnicos.
Sin embargo, la noche tuvo puntos altos de efectividad como la intervención del cuerpo de baile y las solistas (Chavela Riera, Gabriela Druyet y Estefanía Hernández) en escenas del segundo acto del ballet Giselle, el Muñecos de Anette Delgado y Dani Hernández, el homenaje a Alicia Alonso de Viengsay Valdés con el acompañamiento de lujo de Frank Fernández al piano, y el momento culminante del desfile, la gran acción del jubileo que puso sobre el escenario de la sala Avellaneda a antiguos integrantes del Ballet Nacional de Cuba que se encuentran en el país, y a otros que viajaron hasta La Habana para apoyar a la compañía, como muestra de amor incondicional a la máxima institución de la escuela cubana de ballet.
Carlos Acosta, Lorna Feijóo, Víctor Gilí, Yolanda Correa, Alejandro Virelles, Jorge Vega, Osmay Molina, Yoel Carreño, Félix Rodríguez, junto a figuras que permanecen en Cuba como María Elena Llorente, Eddy Veitía, Aymara Vallaso, Isis Díaz, Helgar Brito, Ivis Díaz, Verónica Corveas, Alejandro Silva, entre otros nombres, engrandecen la lista de bailarines y maestros entusiastas que estuvieron encabezados por Aurora Bosch, Alberto Méndez y Orlando Salgado, tres de los más antiguos exponente de la compañía que continúan apostando por la continuidad a una tradición, tanto en Cuba como en el extranjero.
Sobresale en estas funciones del jubileo el trabajo del equipo de prensa que ha encontrado la forma efectiva de acercarse más al público, trabajando mejor la imagen del Ballet Nacional de Cuba, renovando constantemente sus páginas en redes sociales con gráfica actualizada de las funciones y publicando los programas de forma detallada, de manera que el público sepa con antelación los elencos de las funciones.
Importante, también, la labor de documentación en los programas de mano, con fechas de estrenos, de momentos cruciales en la historia de la compañía, de sus integrantes. Buena parte, seguramente aportada por su historiador Miguel Cabrera. El trabajo de archivo puesto a la vista pública contribuye a documentar y proteger la historia del Ballet Nacional de Cuba, aportando la llamada “memoria incorporada”, que como afirma el investigador español José Antonio Sánchez…
anima al espectador a interesarse por las fuentes y las citas del coreógrafo, o a rastrear la historia en busca de los referentes que el programador de un teatro o un festival ha tenido en cuenta para ordenar su programación de una determinada manera. Respecto a esto, la documentación y la crítica cumplen una tarea subsidiaria.
Punto y aparte merece la intervención de la Orquesta del Gran Teatro de La Habana, dirigida por el maestro Yhovani Duarte, formación que ha sido determinante en el acompañamiento de todas las temporadas, sosteniendo musicalmente, tanto piezas clásicas del ballet como las de corte contemporáneo. Duarte se ha convertido en un especialista y ha encontrado el tempo de cada primera figura y del elenco en su conjunto. El sonido de la Orquesta se escucha compacto, afinado y preciso en cada ejecución.
El Ballet Nacional de Cuba enfrenta en su aniversario 75 grandes desafíos. Su directora ha declarado que disciplina y perseverancia son las armas principales para seguir siendo fiel a la compañía fundada por Alicia, Fernando y Alberto Alonso. En lo adelante deberán continuar trabajando con la formación de los jóvenes que cada año integran el elenco, deberán trazar políticas que les permitan mantener estimuladas sus filas más noveles, donde se concentra el mayor número de integrantes del conjunto.
Aplaudir el trabajo que hacen desde los salones maestros, ensayadores, la regisseur Svetlana Ballester, y el ejemplo de primeros bailarines como Dani Hernández y Anette Delgado, que se han convertido en puente de nexos artísticos para las generaciones más jóvenes. Anette, bailarina de larga trayectoria, hoy enfrenta el escenario con energía, vivacidad y técnica impresionante, lo que la convierte en un referente activo en la escena.
Viengsay Valdés ha vencido los primeros años de su dirección. Junto a su equipo ha sorteado obstáculos como la de hacer gestión sin los presupuestos económicos necesarios, el éxodo de bailarines, las arremetidas tóxicas desde las redes contra la compañía… Pero nada los ha detenido. La temporada de jubileo ha sido más que un festival, ha tenido el respaldo del público, desde espectadores veteranos hasta otros que empiezan a descubrir el ballet; la sala Avellaneda estuvo repleta en cada función, como respuesta de un público al que hay que seguir educando sin perder de vista qué significa el teatro como institución.
Para julio de 2024, el Ballet Nacional de Cuba anunció el estreno de una obra del prestigioso coreógrafo danés Johan Kobborg, creada especialmente para la compañía, respondiendo a una solicitud de su directora general.
Según una nota publicada en la página de Facebook del Ballet Nacional de Cuba, la pieza se titulará Lucille y contará con música del compositor francés Jules Massenet, orquestada por Gavin Sutherland. Este nuevo montaje ha sido posible gracias al apoyo de British Friends of Ballet Nacional de Cuba, grupo con el cual la compañía cubana sostiene una estrecha colaboración.
Viengsay Valdés ha declarado que la nueva obra será un hito significativo y enriquecerá el repertorio del Ballet Nacional de Cuba, abierto a diversos estilos y modos de la danza escénica. La primera bailarina expresó:
“He tenido el placer de coincidir con Kobborg en galas internacionales, así como en nuestros festivales. Es un artista admirable, en su desempeño como bailarín, y en su más reciente y exitosa labor como coreógrafo.”
En la programación del conjunto, también se anuncia Cascanueces en su versión completa, acontecimiento que llenará nuevamente la sala Avellaneda de espectadores por ser uno de los títulos más solicitado por el público.
Setenta y cinco años después, la tradición del ballet en Cuba continúa haciendo historia, con otros protagonistas, con una nueva dirección, con proyecciones de gestión y publicidad diferentes, pero manteniendo el legado de sus fundadores y de las tantas y tantas generaciones de intérpretes, maestros, coreógrafos, diseñadores, que han contribuido con sus aportes artísticos a la historia de la compañía. Las funciones de su jubileo demostraron que han vuelto a respirar los aires de sus tiempos de virtuosismo en la escena. Por esa ruta escabrosa pero inspiradora tendrá que transitar el Ballet Nacional de Cuba, Patrimonio de la Nación.
Foto tomada de la página de Facebook, Ballet Nacional de Cuba.