Ballet de Camagüey, 55 años de vitalidad y buen gusto

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Por Kenny Ortigas Guerrero

En la cultura, como en la vida misma, nada se sostiene ni perdura por el simple hecho de existir. La condición natural que implica ser un organismo vivo, presupone riesgos, avatares, transformaciones, evoluciones y el constante afán de renovación para marchar acorde al contexto y a los ritmos que marcan las pulsaciones de nuestra vitalidad. Hacer la cultura desde la posición de un referente contiene toda esta enjundia de elementos, que a pesar de lo complejos que puedan resultar, hacen más atractivo y gratificante el trayecto al éxito.

A sus 55 años, puedo afirmar que el Ballet de Camagüey ha sido una compañía exitosa, que sometida al estigma del regionalismo y provincianismo, la ha alejado en no pocas ocasiones de la presencia en circuitos importantes de la danza a nivel nacional e internacional. No obstante, esta agrupación representativa dentro del panorama danzario de la isla, se desplaza con certeza en cada uno de sus movimientos y proyectos. Son piezas claves en ese sentido la disciplina y el rigor en sus procesos creativos, aspectos que le han sido inherentes desde su fundación el 1ro de diciembre de 1967.

Como digna exponente del ballet clásico hace gala de una técnica depurada que le permite defender con holgura y gracia las obras más representativas del género: Carmen, Don Quijote, El Lago de los Cisnes, Giselle, entre otros. Pero también, con extrema sutileza y profesionalismo aborda piezas más contemporáneas que amplían el espectro del repertorio y exigen de cada uno de los bailarines del elenco una preparación que desborda los límites de la técnica convencional y los convierte en artistas versátiles que pueden interpretar temáticas más cercanas a los tiempos que corren sin descuidar el vuelo poético, tales son los casos de Cantata de Iván Tenorio, Saerpil de Gustavo Herrera, Desde el Centro de Jorge Abril, Alfonsina de José Antonio Chávez y la Carmen de Peter Breuer.

Cuando se habla del Ballet de Camagüey y se compara con su similar del Ballet Nacional de Cuba, siempre se emplea el término de segunda compañía, y aunque por edad e historia esta aseveración no deja de ser real, también se percibe cierto aire peyorativo cada vez que se hace referencia, descuidando la perspectiva que sitúa al ballet agramontino como una agrupación que preserva y promueve, a la par de su coterráneo, los valores más fidedignos de la Escuela Cubana de Ballet y que conserva con orgullo, cuando se habla de sus etapas fundacionales, la posibilidad de haber contado entre sus principales maestros, con Fernando Alonso, Joaquín Banegas y Jorge Rodríguez Vedes, por solo mencionar algunos. Considero que establecer distinciones –fundadas en opiniones externas al sentir real de los dos colectivos que son emblema de la danza y la cultura- más allá de destacar cualidades específicas de cada uno, han creado una brecha con ciertos puntos insoldables que no permiten una total articulación entre ambos para trazar acciones comunes en pos del desarrollo total del ballet a lo largo y ancho de la isla.

A pesar de ello, la participación del Ballet de Camagüey en el recién finalizado Festival Internacional de Ballet de la Habana, parece ser el inicio de una nueva etapa en la aproximación colaborativa entre las dos familias más ilustres del ballet cubano, hecho que se recibe con beneplácito y mucha expectativa. La fórmula que mejor resultado ha dado al Ballet de Camagüey a lo largo de estos 55 años, ha sido trabajar sin descanso.

El ojo siempre agudo de la maestra Regina María Balaguer Sánchez, quien cumple ya 25 años frente al timón de este velero, ha guiado con precisión los destinos de cada emprendimiento, sorteando carencias, éxodos y algún que otro desaire provocado por situaciones coyunturales. La motivación fundamental de la compañía radica en la superación técnica y profesional de su elenco, el cual goza de mucha juventud y apetito de crecimiento integral, también en la capacidad de auto regenerarse para otorgar a cada propuesta artística los matices necesarios que sostengan el interés del público camagüeyano y cubano por asistir a las salas de teatro y disfrutar de sus presentaciones.

Para los agasajos centrales por este aniversario se presentará próximamente los días 2, 3 y 4 de diciembre en el Teatro Principal de Camagüey con el estreno de la Suite del ballet El Cascanueces, del coreógrafo Norbe Risco director del Ballet de Kentucky, lo que constituye un reto y a la vez un anhelo para los muchachos que tendrán su debut como profesionales de la danza, porque para el Ballet de Camagüey el acto de bailar no es simple exposición de figuras y movimientos, sino una forma de vida, una actitud y compromiso del cuerpo para con su tiempo y sus esencias.

Foto de Portada: Tomada de la Página en Facebook del Ballet de Camagüey