El Balance culminó con la elaboración del Programa de Desarrollo Cultural, que se extiende hasta el 2030, con la mira puesta en perfeccionar la programación cultural que se dispone para el pueblo, como columna vertebral del quehacer de este Ministerio
Por Félix Bolaños
Cuando Fidel, en aquel memorable 6to Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), realizado en medio de la crisis que representó la caída del campo socialista, reflexionó que lo primero que hay que salvar es la cultura, no estaba más que sintetizando una idea que ya Martí había expuesto en su momento, apoyándose en la poesía como suerte de esencia de la creación artística: “La poesía, que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma…”.
Esa vocación martiana, que es decir humanista, de Fidel, se había materializado ya en las primeras leyes que la Revolución triunfante dictó en el propio año 1959, por las cuales se crearon el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficas, la Imprenta Nacional, y la Casa de las Américas. Luego vendrían otras instituciones que se diseminaron por todo el territorio nacional, provocando un desarrollo cultural y una marcha del pueblo cubano hacia esa idea un tanto quijotesca, de lograr una cultura general integral y un lugar cimero en la educación y la cultura entre todos los pueblos del mundo.
No se concibe un pueblo sin cultura, sobre todo aquella donde la creación artística auténtica actúe como sinónimo de pertenencia y reafirmación ante corrientes o fenómenos foráneos.
Hoy, que habitamos un mundo globalizado donde imperan la ideología neoliberal y poderosas industrias que mercantilizan la cultura y dan por sentada la incapacidad de comprensión de los públicos, eliminando de los productos culturales lo que éstos tienen de desafío y provocación, promoviendo solo la banalidad, lo efímero y poco instructivo; y donde, por otra parte, la sociedad cubana enfrenta necesarias transformaciones socio-económicas para fortalecer la soberanía, la independencia y el socialismo, se impone la defensa de una cultura que aspire a un desarrollo espiritual superior del pueblo cubano, y que se exprese en valores humanos y revolucionarios.
Esta idea centró los debates y fue compartida por quienes intervinieron en el recién celebrado balance anual del Ministerio de Cultura, que tuvo lugar en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes. La reunión, presidida por Miguel Díaz-Canel, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, y Alpidio Alonso, Ministro del ramo, contó con una significativa participación de la vanguardia artística cubana.
El 2018, según el informe de balance, fue un año de intenso trabajo por parte de las instituciones culturales en todo el país. El mismo culminó con la elaboración del Programa de Desarrollo Cultural, que se extiende hasta el 2030, con la mira puesta en perfeccionar la programación cultural que se dispone para el pueblo, como columna vertebral del quehacer de este Ministerio. Este tema centró el debate con intervenciones que alertaron acerca de las jerarquías culturales y el intrusismo profesional, incoherencias en la programación que incluye el desconocimiento de las necesidades de los diferentes públicos, y deficiencias en la gestión de las empresas, las cuales, además, precisan revisar sus catálogos artísticos. De igual modo se impone extender y dar un uso más inteligente a las bondades que brindan las nuevas tecnologías, Internet y las redes sociales.
El Programa de Desarrollo Cultural también privilegia la protección y promoción del patrimonio, el reforzamiento del sistema institucional, la satisfacción de las demandas culturales de los diferentes públicos, el ordenamiento financiero, la reestructuración de la red de centro de la enseñanza artística, el financiamiento a proyectos de escritores y artistas, y la proyección internacional de lo más significativo de la cultura cubana, entre otras cuestiones recogidas en el Banco de Problemas del Ministerio de Cultura.
En el informe presentado a la asamblea se reconoce un retroceso en los niveles de apreciación del arte en amplios segmentos de la población, lo cual se agrava con las limitaciones de comunicación e integración institucional. Sobre este aspecto se analizó el papel que debe jugar la crítica cultural en la educación de los públicos y su poca presencia en los medios de difusión masiva.
Por su parte, Díaz-Canel reflexionó acerca de la situación de Cuba en un contexto internacional donde los centros de poder insisten en imponer como cultura de vida la supremacía del neoliberalismo, la hegemonía del mercado y el fracaso de las ideas socialistas. A esas pretensiones, indicó, debemos responder con la eficiencia, el buen funcionamiento y la prestancia de las instituciones, favoreciendo la transparencia y la participación, promoviendo una cultura de comunicación con los creadores, socializando y haciendo más visibles los programas de desarrollo cultural, con un uso más eficiente de la informática, y con cuadros cuyas condiciones indispensables sean la sensibilidad y la inquietud revolucionaria.
Le concedió gran importancia al papel de la crítica artística y literaria, pues cuando no se ejerce, aseguró, se pierden jerarquías y se le abren las puertas a la banalidad y la mediocridad.
El triunfo del SÍ en el referendo constitucional, apuntó, abre una nueva etapa donde habrá que trabajar en las nuevas leyes y normas jurídicas complementarias que permitan convertir en realidad los preceptos aprobados; para lo cual es indispensable la participación de las instituciones de la cultura y los creadores.
El balance del Ministerio de Cultura se aprecia como una abarcadora y sincera mirada a los nuevos retos y desafíos que debe enfrentar el sector en su vocación de servir al pueblo y en su eterna misión de escudo y espada de la nación.
Foto escambray.cu