Bakhus, la riqueza de la danza como lenguaje vivo del arte contemporáneo

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Por Mercedes Borges Bartutis

El Mes de la Francofonía que organiza la Alianza Francesa en La Habana y Santiago de Cuba parecía que no iba a poder avanzar con sus primeras acciones. Luego de un fin de semana desconectados, atrás quedó el black out general que avanzó sobre Cuba y los integrantes de Bakhus quedaron “atrapados” en medio de la incertidumbre, con una sola función en su agenda y muy pocos días para saber si podrían hacer una reprogramación.

Por muchos contratiempos que haya Bakhus en su rica historia, seguramente ninguno fue como estar en un país atrapado en un apagón total. Pero como dice el refrán popular, siempre hay una luz al final del túnel. La función de Bakhus que estaba programada para el sábado 15 de marzo en la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, felizmente, pudo realizarse el martes 18, frente a un público que repletó el lugar y que, en día y horario atípicos, llegaron hasta la Avellaneda para disfrutar de aquellos franceses que se anunciaban como bailarines de hip hop con un espectáculo de danza contemporánea.

La Avellaneda es una sala siempre difícil de llenar. Es grande, con cierto aire impersonal y una ubicación en la capital cubana bastante incómoda para acceder a ella. Pero allí estuvo el público. Y valió la pena ir hasta el Teatro Nacional, Bakhus mostró su obra Gaïa 2.0 como si en ello le fuera la vida. Son bailarines con una formación empírica, forjados, literalmente, en la escuela de la calle. Son intérpretes de break dance, pero con ambiciones de traspasar las fronteras que se han establecido en los límites, entre lo que se baila en los espacios urbanos y la danza escénica.

Gaïa 2.0 es una obra con oficio y también con inventiva. Su director, Mickaël Six, ha sido un bailarín vinculado al movimiento del hip hop por años. Ya no sube al escenario, pero hace magia desde la cabina de luces para que su obra crezca hasta lugares insospechados. Con Gaïa 2.0 nos llegó una propuesta fresca, hasta tranquila se pudiera decir; una propuesta que demuestra que el virtuosismo no se reduce a grandes saltos y giros interminables.

Lo virtuoso del espectáculo estuvo en la ecuanimidad de sus intérpretes para asumir una obra donde la partitura de movimiento se atempera suavemente a la danza contemporánea, pero, en mi opinión, lo contemporáneo en la danza está justo en asimilar la gran variedad de estilos que pueden aparecer en la inventiva de un coreógrafo, de sus bailares, quienes, a todas luces, han aportado una buena parte del material coreográfico que integra la gran armazón que es Gaïa 2.0.

El virtuosismo de la obra está en el empaste que logran cuatro bailarines en su conjunto, en el ambiente y los altos índices de temperatura que alcanza la escena, incluso con recursos que han estado en la inventiva de la danza contemporánea desde hace mucho. Sin embargo, lucen como nuevos, interesantes, atractivos, seductores. Con el empleo de la técnica digital, Mickaël Six logra una mezcla de efectos que conocemos, pero nos llegan con un sabor de reinvención que los hace muy disfrutables en un empaque lujoso y fabulosamente presentado, en una puesta en escena donde se logran efectos equitativos que apuntalan la narrativa de la obra.

Los intérpretes llenan el escenario con un ritmo mesurado, preciso; se lucen allí, en la rica gestualidad del break dance, de su estrecha relación con la música, donde los cuatro bailarines encuentran la medida justa para que todos estén a la misma altura.

Al final de la función, el agradecimiento mutuo del público y de los artistas franceses, hizo del martes, un día distinto. De regreso a la rutina, quedaron un montón de imágenes dando vueltas gratamente en el pensamiento.

Fotos Adolfo Izquierdo