Por Erian Peña Pupo
Armando Morales me dijo en una ocasión: “Cuando tengo el títere y mis muchachos tienen el títere, el silencio es sepulcral. Premio Nacional de Teatro 2018, Maestro de Juventudes de la Asociación Hermanos Saíz y miembro del Comité Cubano de la Unión Internacional de la Marioneta (Unima) desde 1996 hasta su fallecimiento en 2019, Armando representó la continuidad de la escuela titiritera cubana, después de participar en la fundación del Teatro Guiñol Nacional, junto a sus maestros, Pepe Carril y los hermanos Carucha y Pepe Camejo, el 14 de marzo de 1963. Esta herencia se palpaba en los más de cien títulos de un amplio repertorio de la dramaturgia titiritera cubana y universal, cuyas puestas en escena diseñó y dirigió en Cuba y en diversas partes del mundo, muchas de ellas mientras estuvo al frente del Guiñol Nacional por casi veinte años.
La conversación con Armando subrayaba una pasión inconfundible hacia el teatro, los títeres y los jóvenes. Aunque sea un lugar común, cuando Morales tomaba un títere en sus manos, uno de los tantos que en su larga carrera confeccionó y manipuló, parecía insuflarle la más generosa vida por medio de un aliento creativo de su imaginación y talento.
A propósito de la reciente quinta edición del Festival Habana Titiritera: Figuras entre adoquines, realizada del 4 al 10 de agosto en La Habana y dedicada a los cumpleaños 115 de la escritora Dora Alonso (1910-2001) y 85 del maestro titiritero, diseñador e investigador, rememoro ese “silencio” profundo que mencionó Armando una tarde lluviosa de junio en Holguín; fruto, sobre todo, de la admiración y el respeto del público.
En aquel momento acabábamos de ver, casualmente, Quico Quirico, una puesta suya sobre un texto original de Dora Alonso, recordada junto con él en el Habana Titiritera. Queda entonces, como testimonio, parte de este diálogo de hace ya casi diez años con —como bromeaba Armando con tus actores— quien fuera nuestro “primo titiritero assoluto”.
El Teatro Guiñol Nacional
El Teatro Guiñol Nacional se fundó en 1963 y como dice el cuento de Augusto Monterroso, cuando me levanté todavía el dinosaurio estaba ahí. En 1961 yo estaba con los hermanos Camejo: Carucha y Pepe Camejo, además Pepe Carril. Cuando ellos se marcharon, se retiraron y murieron, asumí la dirección, hace 17 años. De hecho, soy el director con más tiempo en la compañía, incluso más que los propios hermanos Camejo. Dejé las artes plásticas, pues estudiaba en el Taller de Integración y Plástica del Departamento de Bellas Artes, porque los Camejo se enteraron de que estaba estudiando teatro y me dijeron: “Pero a ti te interesa el títere”. Les dije: “Bueno, si ustedes me enseñan”.
Todavía el títere es el gran ausente de los programas de la enseñanza artística en Cuba. El títere no se imparte como materia en las escuelas de arte, solo una noción histórica [el perfil de Teatro de Títeres y para Niños ya se estudia en la Escuela Nacional de Teatro, como un logro precisamente del intercambio entre creadores y la enseñanza artística cubana]. Cuando te dicen teatro de títeres, te pueden decir que Dora Alonso escribió Pelusín del Monte, pero qué es Pelusín. Un títere de guante, sí. Y qué cosa es un títere de guante. ¿En qué se diferencia de un títere de varilla? ¿Y por qué se llama Guiñol? Porque Guiñol es un Pelusín francés que no es niño, es un adulto. La historia es hermosísima para conocerla, pues nos da muchos datos, pero si ya te has calzado un muñeco de guante en la mano debes saber cómo el títere mira, cómo habla, respira, llora, como vive… Si ese instrumento artístico que es el títere no lo afinas y lo dominas como instrumento artístico en sí, no puedes hacer nada. Los teatros y compañías más antiguas, como los Guiñol de Santiago de Cuba, Camagüey, Santa Clara y el Nacional, así como Teatro Papalote, con René Fernández, se han convertido en las escuelas donde se forman los nuevos directores e intérpretes titiriteros en nuestro país.
El continuador del legado de los hermanos Camejo
En un momento, junto a la dirección de la Uneac, pensamos darle a Carucha la Medalla por la Cultura Nacional, pero también para recibirlo la persona debe estar de acuerdo. Ella nos dijo, muy honesta como siempre fue, que había hecho en Cuba todo lo que tenía que hacer y lo que hizo no fue por premios, medallas y reconocimientos. Creo que el legado que dejó es suficiente. Se le hizo también un homenaje generoso en el teatro Sauto, en Matanzas, con Rubén Darío Salazar a la cabeza, donde los titiriteros, sobre todo aquellos de las seis provincias en las que se dividía políticamente el país al surgimiento del Teatro Guiñol Nacional, estuvieron allí presentes. Aquello fue muy hermoso [desde 2019, Rubén Darío Salazar en Teatro de Las Estaciones, en Matanzas, dirige una Unidad Docente de Nivel Medio Superior que posee el nombre de Carucha Camejo].
Ella después enferma y muere. De todas formas se les sigue rindiendo homenaje a los hermanos Camejo; por ejemplo, en Matanzas está la Sala Teatral Pepe Camejo, de Teatro de Las Estaciones, y en la Uneac, el Premio Caricato en Teatro para niños se llama Hermanos Camejo. Todo eso significa que los Camejo persisten contra viento y marea y a pesar —como diría Carlos Rafael Rodríguez— de aquel período donde los burócratas quisieron dirigir la cultura del país. Ellos —Carucha, Pepe y Pepe Carril— colocaron el teatro de títeres en Cuba como un teatro de arte. Pelusín del Monte fue un suceso y debe su popularidad al espacio “Aventuras de Pelusín” que escribía Dora Alonso y salía los sábados a las 6 de la tarde. Tenía una pléyade de estrellas, como Marta Falcón poniéndole la voz a Pelusín y la primerísima actriz Antonia Valdés haciendo la abuela Pirulina. Lo animábamos nosotros: Carucha y Pepe Carril, Pepe Camejo… Existen dos ediciones hermosísimas publicadas por la editorial Gente Nueva cuando el centenario de Dora, donde recreé como diseñador aquellos muñecos de la época.
El diseño teatral para títeres
Este es un momento de oro y no totalmente divulgado. Tenemos en Matanzas a Zenén Calero; en Guantánamo a Emilito Vizcaíno; en Holguín a Karell Maldonado y en Granma, en Teatro Andante, a Félix Viamonte. Hay un diseño diverso y rico, por suerte no unitario. Porque también puede haber una política un tanto adocenada de que todo lo que no se parezca a ciertas líneas no es bueno y entonces es todo lo contrario. El teatro de figuras no es solo de niños. Ahora en Cuba tenemos cada dos años la Bacanal de Teatro de Títeres para adultos para, de alguna manera, rememorar lo que fue el Guiñol Nacional en los años sesenta, cuando se montaron toda una serie de espectáculos precisamente para el títere de adultos, entre ellos La Celestina y Don Juan Tenorio. Por primera vez en Cuba el teatro de figuras animadas, los títeres, irrumpieron en los textos de Lydia Cabrera, en esa noción de la cultura afrocubana y del animismo tan cercana a la religiosidad, a los elementos sacros de esa cultura, donde no solamente los dioses o los orichas tienen una función, sino también los animales y los árboles, la flora y la fauna, todo en esa conjunción fantástica que nos ha legado la riquísima cultura negra africana.
El teatro cubano contemporáneo
Por no ir solo al Festival de Camagüey, sino a muchos otros lugares donde veo el teatro que debiera verse en todas partes, estoy atento a lo que se realiza en el país. Hace un tiempo, precisamente en uno de los festivales de Camagüey, se dijo que la zona más bulliciosa y efervescente de la escena cubana estaba en los títeres. Suscribo que todavía es así, porque los titiriteros piensan en el espectador en grande y no en élites que son verdaderamente especializadas en ver “aquello”, pero que solamente van a ver “aquello”. Entonces una puesta de las que se hacían antes, de Roberto Blanco, Berta Martínez o Vicente Revuelta, no sería casi vista. No se puede hacer un teatro solo para los “elegidos”, eso es fatal. Desde los griegos, y antes de los griegos, el teatro es masivo.
Quico Quirico
Siempre debe estar en los escenarios cubanos una dramaturga como Dora Alonso y mucho más cuando pones Quico Quirico, que es una obra que denuncia el deporte rentado. En cuanto al formato, el utilizado es el títere de guante, donde el actor debe, de cierta manera, neutralizarse, no existir, como una batería, una energía… porque el personaje no es el actor, el personaje es la figura animada. Es muy fácil ocultar al titiritero detrás de un biombo o un retablo y entonces todo sucede allá arriba. Aquí no, aquí tiene que verse cómo, de pronto, la intérprete que hace la gallina Pompoña, llena de histeria porque el gallito se va para la ciudad a pelear, suelta el muñeco y, por supuesto, el muñeco se queda sin vida. La obra no es fácil por su estructura no habitual. Pero es una obra que la disfruta el adulto y el niño, y además con la música de Ñico Saquito. También hubiera podido poner Prokófiev, Manuel de Falla… de acuerdo con el tema y con el autor. Es un espectáculo festivo y está lleno de una serie de alegorías al teatro en general. “Qué he hecho yo para sufrir de este modo”, eso es teatro griego, como reclamando a los dioses del Olimpo; y el teatro de la crueldad: “He sido una buena madre, una buena esposa, una buena vecina”. Son elementos que integran una cultura teatral.
El teatro no es lo que cuento, sino cómo lo cuento. Debe ser un diálogo, rescatar las leyes de la titeralidad, lo que puede ser el títere que no puede hacerlo el actor. Esta obra en otro escenario no puede hacer esa escena, imposible hacerla: cómo un actor se va a desfallecer. Ese suceso del animador y lo animado, el objeto y el sujeto, es simplemente un suceso que solo se hace en el teatro de títeres, y eso es lo que yo quería: demostrar cómo dentro del discurso y los recursos del títere, se puede hacer un espectáculo donde la dramaturgia espectacular tiene su perfil, su manera de realizarse y comunicarse. Este es un público que no necesita de telones negros, aire acondicionado y ese silencio que tienen las salas teatrales, sino volver a ciertos orígenes del teatro popular. Para mí el teatro de calle es fundamental y es volver a los orígenes. El actor no puede ser solamente un intérprete, debe ser un creador. Sino es creador además de intérprete, unir esas dos capacidades, entonces queda algo cojo en la puesta. Cuando se baila con Alicia Alonso los jóvenes se crecen. Lo mismo pasa conmigo, les digo en broma a los muchachos.
Con los jóvenes
Menos mal que los jóvenes existen. Menos mal que ellos existen. Nosotros seguimos aquí, creando. Cuando tengo el títere y mis muchachos tienen el títere, el silencio es sepulcral.
Foto tomada de Internet