Por Roberto Pérez León / Fotos Ernst Rudin
(…) el poeta es el ser causal para la resurrección.
Lezama Lima
Hace muchos años un joven poeta que despuntaba me mandó por correo la foto de una tumba en el cementerio de Bayamo. Una foto en blanco y negro que permite leer claramente la lápida con el epitafio de Liana de Lux:
Quiero una piedra blanca y no pulida / Sobre la tierra que mis huesos cubra, / Sin cruz, que una muy grande arrastré en vida. / No quiero que ninguno se descubra / Al detenerse ante la tumba oscura / De quien murió de angustias y amargura. / Ni un nombre, ni una fecha, ni unas flores / Quiero sobre la piedra, ni oraciones, / Ni llantos ni recuerdos, mis amores / Que olviden, y también mis aflicciones, / Los que en la vida vieron en voltario / Giro mis pasos por la senda umbría… / ¡Silencio y paz para la tumba mía! / ¡Por allí ni un comentario!
La foto que recibí tenía una escueta dedicatoria: “¡Qué serenidad! Te recuerdo mucho, abril y 1980”. Me asusté. Inmediatamente lo llamé y me explicó que era la tumba de una poeta que estaba conociendo. Francamente debo confesar que no me interesé más por el asunto. Luego, veinte años después, me encontré con la poeta mientras preparaba la edición de las mejores poesías cubanas según un manuscrito de Lezama Lima. El azar concurrente y complaciente.
Liana de Lux es el seudónimo de María Luisa Milanés (Jiguaní, 1893- Santiago de Cuba,1919), joven poeta que denunció las hipócritas y estrictas convenciones sociales.
Ahora Argos Teatro tiene en escena Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés, obra de Abel González Melo con dirección de Yailín Coppola.
Hay que decir que no es la primera vez que el teatro asume la vida y la obra de María Luisa Milanés. En 2013, Juan José Jordán publicó María Luisa. Momentos delirantes de la vida y la muerte en la Editorial Unicornio.
Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés se estrena luego de haber recibido el Premio Casa de las Américas 2020. Esta obra nos posiciona en la órbita literaria de los inicios del siglo XX en Bayamo donde una mujer inteligente, educada se acantona en la poesía y se quita la vida por desfallecimiento mas no deja de saberse creadora. «¿Morirá mi recuerdo, morirá en el olvido?», se pregunta.
Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés pone en escena la vida de la joven bayamesa que entre nosotros ha sido una de las primeras en avizorar la problemática de género. Abel González Melo ha conseguido un texto preciso en el despliegue y organización de pasiones y acciones que asumen lo histórico, como motivo teatral mediante una estética y una ideología irradiante desde la heroicidad trágica que reside en la poesía de María Luisa Milanés.
Su obra brota del desamor, la muerte y la conciencia de ser una mujer acosada. Tanto su prosa como su poesía son una trágica y viril estación de esmerada belleza dentro de la lírica de los inicios del siglo XX nuestro.
Durante el siglo XIX y los inicios del XX, en la literatura cubana despuntó la poderosa presencia de la mujer a pesar de los avatares sociopolíticos. La literatura hecha por mujeres, sobre todo la poesía, es paradigma en la región. Una poesía rebelde que respondía a los cánones formales de la época y trazaba una zona literaria poco explorada aun, casi desconocida a no ser a través de las pocas mujeres que asumiendo el riesgo aceptaron ser visibilizadas por los círculos intelectuales.
Se ha dicho que las mujeres poetas de los inicios del siglo XX se movían entre los temas del amor y el desamor. Sin embargo, no debemos pasar por alto que también fue móvil poetizable el acoso social y la incomprensión familiar por ser escritoras.
María Luisa Milanés está entre esas mujeres de soberanía decidida. Atormentada entre los vértices de un triángulo familiar: padre tirano, madre sumisa, esposo mujeriego hace de su obra un testimonio crítico de la realidad que vivía.
Las relaciones familiares y su vida de mujer casada hicieron que desarrollara una visión de género predecesora tanto en su prosa y como en su poesía. María Luisa Milanés expresó su oposición a los criterios de su padre, a los de su esposo infiel y alertó a su madre ante la infelicidad y sumisión del matrimonio.
La idea del suicidio siempre tuvo en ella una recurrencia relevante, matizada por imágenes de la frustración, la melancolía. Se sabía una mujer sin espacio en la época que le tocó estar: “¡Para mayores cosas he nacido //Que para ser esclava y tener amo!”.
La escasa obra que existe de esta joven mujer contribuyó a un nuevo pensamiento sobre género. Su indeleble desafío ante la hipocresía social y la subordinación en una sociedad patriarcal parte desde su carne y su alma: “El mundo es amo vil, enloda, ultraja, //Apresa, embota, empequeñece, baja //Todo nivel moral, su hipocresía.”
Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés para teatralizar esa vida se ha dicho que acude al muy utilizado recurso del teatro dentro del teatro. Siempre temo a esta táctica cuando se emplea sin riesgo ni invención teatral.
En Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés se trata el teatro dentro del teatro, pero sucede en un esmerado y fecundante contrapunto entre teatreros y personajes, entre personajes, actores y actrices donde se fermenta y ejecuta una ardorosa pureza ficcional y se urde una imagen que participa de lo documental.
No quiero utilizar el término meta teatralidad pues siento la obra como un tejido de emociones compartidas que, si bien estructuran, lo que más hacen es definir comuniones. Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés es una entrada al pasado desde el dinamismo de la contemporaneidad y en ese entreverado surge la puesta en escena.
No hay fragmentaciones pujadoras de lo post de lo esto y de lo otro. Nada de intrincados pasadizos narrativos ni malabarismos conceptuales. Es una puesta apuesta, transcurre sin grandes tropiezos, disfrutable por sus muchos significados vigentes.
Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés es una propuesta escénica donde los actores y las actrices no recrean ni representan, sino que presentan desde sus contingencias y accidentes particulares a la joven poeta bayamesa.
La puesta tiene un diseño de luces sin espavientos y creo que es debido a las carencias tecnológicas de la sala. Una banda sonora atinada, concisa, que no acompaña, sino que interviene en la performatividad escénica de manera discreta. Un diseño de vestuario humilde, sin ambiciones epocales, estrictamente sugerente.
Hay en la puesta una tensión emocional que por momentos interviene en los procedimientos de un elenco muy joven, y entonces crujen las actuaciones, pero la solución está en el trabajo continuo, ese que da el aplomo de la experiencia.
La dirección de Yailín Coppola es celebrable, obedece a la dramaturgia de un texto que sabe arriesgarse al abordar un personaje interrogante, un sujeto metafórico que demanda tomar una posición ética.
Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés tiene la plenitud de lo llano, la simpatía de lo natural en sus agrupamientos poético-teatrales como torreones de la escritura escénica, que transcurre en un ceremonial habitado por la desolación y la muerte mas no por la renuncia.
Esta obra y su puesta en escena entre nosotros asegura la permanencia frente al tiempo de la poesía como continuo develamiento.