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Apuntes a propósito de Aura

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Por Roberto Pérez León

En los inicios de los años 80 vi una puesta en pantalla de Aura (1962), la novela de Carlos Fuentes: La bruja en amor (1966), película del director italiano Damiano Damiani. Resultó una aberrante inspiración, una deformación de la obra literaria. José Rodríguez Feo, que entonces conseguía la literatura y el cine que se hacía por todas partes, me invitó a verla en su videocasetera y al terminar la película montó en cólera. “Aura es una novela soberana. Esto es una basura”, expresó, y posicionó la trascendencia de la novela dentro de la literatura en nuestro idioma.

Pese a que el cine tiene los recursos técnicos que permiten la visibilidad de una invención espacio temporal, Rodríguez Feo puso en claro los peligros de la puesta en forma cinematográfica de una obra literaria como Aura. Aura demandaba un ordenamiento simbólico que sobrepasara la construcción lógica de la realidad, que hiciera piruetas con el tiempo; y, para eso, él consideraba que Aura necesitaba de un Fellini o un Antonioni.

Varias décadas después de aquellas lecciones fílmico-literarias que tuve la dicha de recibir de uno de nuestros intelectuales más sólidos, me encuentro con que Aura llega al teatro entre nosotros. Así es que Teatro Buendía pone en cuerpo la letra de Aura.  Y este salto mortal está de la mano de la eminente Dra. Raquel Carrió, mujer que dramatúrgicamente sabe razonar e inventar; porque siguiendo a Lessing: «quien razona correctamente es capaz de inventar y quien quiere inventar, debe saber razonar. Sólo quienes son incapaces de ambas cosas, creen poder separar una de otra.»

La novela le fue dada a Carlos Fuentes súbitamente:

«Aura me vino a la cabeza estando con una muchacha en París. Salió, regresó y en ese momento pasó bajo una luz que la transformó en una anciana. Luego entró y volvió a ser la de 19 años, y dije, ‘¡ay!, qué pasaría si uno tuviera el poder, siendo anciano, de volverse joven, ¡ahí está la novela!’ Me senté a escribirla en un café. La escribí en cinco días, me salió muy rápido.»

Aura está potenciada por una atmósfera fantasmagórica y misteriosa donde se desenvuelven tres personajes: la anciana Consuelo, la joven Aura y Felipe, también joven y quien descubre la dependencia más allá de lo imaginable que tiene Aura de Consuelo. Así, Felipe siente una particular atracción por Aura y decide liberarla.  ¿Aura como espectro? ¿Consuelo como victimaria? ¿Felipe como víctima?

Aura narra la historia de Felipe Montero un joven historiador que busca trabajo y lee un anuncio de periódico. Ahí arranca la asfixiante fusión y fisión entre el pasado y el presente.

Así nos dicen o le dicen al protagonista de la novela:

«No volverás a mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide falsamente un tiempo acordado a la vanidad humana, esas manecillas que marcan tediosamente las largas horas inventadas para engañar el verdadero tiempo, el tiempo que corre con la velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede medir.»

El comienzo de Aura tiene lo vertiginoso del azar complaciente:

«Lees ese anuncio: Una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más. Distraído, dejas que la ceniza del cigarro caiga dentro de la taza de té que has estado bebiendo en este cafetín sucio y barato. Tú releerás. Se solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto, coloquial. Capaz de desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés, preferible si ha vivido en Francia algún tiempo. Tres mil pesos mensuales, comida y recamara cómoda, asoleada, apropiada, estudio. Solo falta tu nombre. Solo falta que las letras más negras y llamativas del aviso informen: Felipe Montero. Se solicita Felipe Montero, antiguo becario en la Sorbona, historiador cargado de datos inútiles, acostumbrado a exhumar papeles amarillentos, profesor auxiliar en escuelas particulares, novecientos pesos mensuales. Pero si leyeras eso, sospecharías, lo tomarías a broma. Donceles 815. Acuda en persona. No hay teléfono.»

Aura tiene de sueño, pesadilla y vigilia. Sucede como un maleficio envolvente entre la fantasía y la realidad. Cuando leemos la novela, al estar escrita en segunda persona del singular, se produce una adopción, una asunción, una liberación, se hace frágil el equilibrio entre la introspección y la proyección.

Entramos en una región de letargos y poesía que conforman la intensa atmósfera concebida formalmente desde la persona literaria que emplea Carlos Fuentes, tal y como él mismo dijo: «Llega un personaje que eres tú. Tú llegas. Tú entras. Tú tocas la puerta. Tú, etc. Es el lector. Eres tú… que se enamora de la joven…»

El grupo de Teatro Buendía desde su fundación ha desarrollado una esmerada vocación por la experimentación, la invención y el riesgo. Ahí se reescriben textos literarios como los escénicamente establecidos. Ahora es Aura, antes fue Pedro Páramo, La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y su abuela desalmada o La Balada de Woyzeck, La visita de la vieja dama, La Tempestad o las Bacantes.

Flora Lauten ha sido la generadora de un soberano e indetenible caudal creativo dentro del teatro cubano. La octogenaria directora y actriz también volverá a pisar el escenario del Buendía, colectivo que ella fundara en 1986. En una única función que será el día 9 de diciembre, Flora encarnará la enigmática, extraña e inquietante Consuelo, personaje que hace de Aura una novela de protagónicas intensidades femeninas, algo que se disfruta desde el mismo exergo que decidió Carlos Fuentes para su obra:

«El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la madre de la fantasía, de los dioses. Posee la segunda visión, las alas que le permiten volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación… Los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer…». (Jules Michelet)

Los roles protagónicos en la puesta serán interpretados por Enrique Bueno como el joven Felipe, Elbita Torres en el rol de Aura, Alejandro Alfonso Carrió como el general Llorente e Indira Valdés como Consuelo.

Estoy seguro que el montaje de Aura será una esplendente fusión de dos universos simbólicos: la literatura y el teatro. El espesor de signos de un lado y de otro tendrá las calidades para que la puesta en escena al cuidado de Flora Lauten y de la profesora Carrió sea un acontecimiento más que Teatro Buendía agregue a la historia del teatro cubano en estos tiempos.

 

Foto de portada tomada de la página oficial de Teatro Buendía en Facebook.