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Apostar por Camagüey, ciudad teatral

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Por Norge Espinosa

Hace justamente una semana, estábamos en la carretera volviendo a La Habana desde Camagüey, tras haber participado junto a un grupo de colegas en la primera estación de la Jornada Ciudad Teatral. Concebida como alternativa a la edición del Festival Nacional de Teatro, que tiene su sede allí desde inicios de los 80, y que por las condiciones poco propicias que padecemos todos no pudo llevarse a cabo en el 2022, esta idea propone que cada vez lleguen a las salas y espacios de representación agramontinos las agrupaciones más destacadas y en activo del país.

En esta ronda inicial, muchos sentimos que estábamos bajo la presión de un ensayo general, de cuyo éxito o fracaso dependerían las futuras convocatorias. Por suerte, a pesar de muchos inconvenientes de diverso tipo, la apuesta no resulto infructuosa, y hoy, coincidiendo con el nuevo aniversario de la fundación de la villa de Santa María del Puerto Príncipe, ya se ha proclamado que en febrero el teatro volverá a ser noticia en las enrevesadas calles de esa ciudad tan entrañable.

Tres puestas en escena fueron el eje de la programación teatral, en esta Jornada que se dedicó a los 60 años del debut de Verónica Lynn en dos papeles fundamentales de nuestra dramaturgia, y que esta virtuosa actriz estrenó en 1962, con solo meses de diferencia: la Santa Camila de Brene, y la Luz Marina del Aire Frío piñeriano. A los guiñoles fundados por los hermanos Camejo y Pepe Carril también se le hizo espacio en esta convocatoria, aunque esta vez el arte de los retablos brillara por su ausencia, cosa que espero no se repita en las futuras temporadas.

La Comunidad Creativa que dirige Osvaldo Doimeadiós, la Nave Oficio de Isla, ofreció funciones, justamente, de Oficio de isla, la obra con la cual nació este proyecto; y de Luz, inspirado en la poesía de Sigfredo Ariel. Y Kike Quiñones colmó durante cuatro noches el escenario del Teatro Principal con su reciente estreno, Sinfonía Con De Nada. El Ballet Folkórico de Camagüey, la Compañía infantil La Andariega y el Ballet Contemporáneo dirigido por Lizandra Gómez se añadieron a este programa, en el que además hubo paneles, coloquios, presentaciones de publicaciones del sello Tablas Alarcos, exposiciones como la dedicada al diseñador Jesús Ruiz y muestra de documentales, al tiempo que Mario Junquera, con su Teatro del Espacio Interior, ofrecía representaciones de su puesta de Roschach, en una suerte de propuesta off.

Tener a Verónica Lynn en Camagüey, lúcida, sonriente, dispuesta a aportar su saber y su magisterio sin poses de diva, insistiendo en añadir al talento la voluntad que es imprescindible para la forja de un verdadero artista, es un lujo que por sí solo justificaría todo el empeño de esos días.

La actriz de teatro, televisión, cine y radio, dueña de una popularidad ganada a golpes de su capacidad interpretativa a través de encarnaciones memorables, fue la protagonista indudable de todo esto, y tanto en sus intervenciones acerca de la enseñanza artística, su abordaje al papel de Martha en ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, como en sus análisis de la técnica stanislavskiana, demostró que sus 91 años no reducen en lo mas mínimo su capacidad de entrega y conciencia crítica. Saludada por los estudiantes de arte, el público de los teatros, o los ciudadanos a su paso por esas calles, ella misma es una idea del teatro, y del privilegio de que podamos contar aún con su experiencia, que se desdobló en aplausos, flores, la exposición que le dedicó la Galería Raúl Oliva, y la dicha indescriptible de poder decirle, aquí, ahora, en vivo, cuánto se le quiere y se le respeta.

La propuesta de Kike Quiñones apunta a un humor diferente, con claras influencias de Les Luthiers y otros referentes de valía, pero que aún necesita de reajustes y de la visión de un director que afine el resultado, y le permita a su protagonista dar un dibujo más preciso de ese supuesto director orquestal que nos conduce a lo largo de un inesperado concierto. Hace varios años, junto a Iván Camejo, y desde el Centro Promotor del Humor, Kike demostró con Reír es cosa muy seria (ganador del Premio Villanueva) que tal engarce entre música en vivo, humor, sentido criollo de la gracia, e ingenio, era una fórmula muy válida. Acá esa intención se avizora pero requiere aún mayor concentración dramatúrgica, así como eludir, en un montaje que trata de evadir esos peligros, caer en los lugares comunes que tanto ya nos han abrumado: chistes sobre la orientación sexual, la raza, etcétera, que parecen lagunas en su camino. Así mismo, sugiero revisar el final del espectáculo, que parece tener dos cierres, a fin de que esta sinfonía, que la orquesta en vivo acompaña con loable dignidad, logre llegar allí donde apunta sus flechas.

La Nave Oficio de Isla es ahora mismo una posible visión de lo que necesita el teatro cubano para sobrevivir en estos tiempos de nuevas economías, visiones muy polarizadas de la vida y la cultura, y la impostergable necesidad de salvar, en términos concretos y no como frase meramente repetida, nuestro acervo. Osvaldo Doimeadiós es el líder del grupo, y trae consigo lo aprendido con Ana Viña, Armando Suárez del Villar o Carlos Díaz (sus tres grandes maestros, dijo en un panel de esta Jornada). Ya sea sobre el texto de Arturo Sotto o los versos de Sigfredo, está tratando de recuperar un sentir de lo cubano en la escena que involucra a jóvenes y consagrados. Proceso de creación de una poética, conciencia de lo ganado y de lo que aún falta, búsqueda de confluencias artísticas que retroalimenten al teatro, su empeño encontró en el público camagüeyano una respuesta fervorosa, que dieron a este reencuentro con la escena en esa ciudad una dimensión sin dudas provechosa.

Yana Elsa Brugal, Corina Mestre, Marilyn Garbey, Kenny Ortigas, Eberto García Abreu, Gerardo Fulleda León, Yuris Nórido, coincidieron o condujeron espacios, talleres, coloquios, que transcurrieron casi siempre en la Academia Vicentina de la Torre. En esas conversaciones discutimos sobre la necesidad de que no se pierda el sentido de lo que hemos hecho a favor del teatro, en Camagüey y otros puntos latentes de nuestra acción escénica, así como de la necesidad de reformular mucho de eso en las nuevas y difíciles condiciones, ajenos al paternalismo, a la indolencia, al inmovilismo que existe hacia el teatro desde muchas esferas y también desde el seno del teatro mismo.

No dejó de ser amargo que faltaran en estos encuentros rostros que ahora mismo son la escena camagüeyana (Teatro del Viento, el grupo de mayor poder de convocatoria en la provincia partió a otro evento en Santa Clara, los integrantes del Guiñol estaban en otro certamen que ocurría en las Tunas…) Si no defendemos entre todas las voces la existencia de este núcleo de debates y resistencia, poco podremos hacer en el futuro.

Entiendo que detrás de esas ausencias hay otras cuestiones por resolver, en las que los visitantes no siempre debemos intervenir, pero desaprovechar la estancia en esas plazas de figuras de referencia y de proposiciones vivas de nuestra realidad cultural, es un gesto grave que debe ser motivo de análisis e inmediatos concilios. Para que no se sienta que se está haciendo labor de colonización ni se nos impida el abrazo con los colegas que desde esa ciudad han hecho tanto por el teatro cubano.

En lo personal, tras haber propuesto la dedicatoria del evento a Verónica Lynn, confieso estar satisfecho y emocionado. Nunca la había visto reír tanto, sentirse acogida desde el fervor que su entrada provoca, y ese privilegio ya está en mi memoria.

Gracias, Verónica, por ser una maestra en tantos sentidos, y llevar sin falso orgullo tus mejores personajes adonde quiera que vas. Como dije, ya eso valdría el largo viaje de ida y regreso hasta la villa de Gertrudis, Emilio o Nicolás. Y que en la segunda vuelta otras instituciones de la ciudad se vinculen más a la idea, para que ese gozo sea verdaderamente compartido.

La nueva dirección del Consejo Provincial de las Artes Escénicas, apoyada por el CNAE y otras entidades, está aún aprendiendo sobre la marcha, y tiene que acelerar esa maniobra porque cada vez se irá complejizando más el panorama. Para los que como yo, hemos ido a Camagüey tantas veces a fin de ser parte de ese retrato teatral, importa mucho hacer ese extenso camino. La primera fase es, desde este repaso, una invitación a que no dejemos de hacerlo. Felicidades, Camagüey, en tu aniversario de fundación. Y ojalá que sigas siendo, para el teatro cubano, un punto imprescindible en nuestros horizontes.

Fotos: Alejo Rodríguez Leiva