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A CUATRO MANOS: UNA MIRADA AL TEATRO PARA NIÑOS

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Por Isabel Cristina Hamze

En este año 2016 he podido ver, a lo largo de todo el país, numerosos espectáculos de teatro para niños con diferentes estéticas, estilos y formatos. Más allá de los resultados concretos de las puestas en escena, ha llamado mi atención la tendencia de varias agrupaciones a crear obras protagonizadas por un dúo de actores. El pequeño formato responde no solo a un presupuesto formal o a facilidades desde el punto de vista práctico, en muchos casos, también responde a la selección de los textos y al abordaje de temáticas que requieren un nivel de intimidad y concentración de la escena. Así mismo, este tipo de puestas demandan al actor la capacidad de asumir varios personajes y la energía suficiente para trasmitir a los niños, a través del títere o la actuación en vivo, la magia del teatro.

Cuentos a Caballo del grupo Los Pintores de Santa Clara es un espectáculo titiritero interpretado por Maikel Valdés y Teresa Denisse, una dupla que nos tiene acostumbrados a su singular carisma. La puesta recrea la tradición juglaresca y la campesina auxiliándose de temas musicales y del espíritu de los que, por los siglos de los siglos han llevado su retablo a cuestas. De la selección Cuentos a caballo, realizada y publicada en nuestro país por Enrique Pérez Díaz, el director Maikel Valdés adapta libremente para el teatro de títeres, los cuentos “El caballito de siete colores”, de Samuel Feijóo y “El dueño de los caballitos”, de Luis Rafael Hernández.

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Cuentos a Caballo del grupo Los Pintores de Santa Clara. Foto M Borges.

Estas dos historias son contadas por juglares que interactúan con los niños y manipulan los títeres. En el primer cuento se desarrolla en el campo cubano y se utilizan títeres de bastón, con mandos para dar movilidad a las extremidades. En la segunda historia, recreada en un contexto lejano a nuestra realidad, se utiliza la técnica de guante y retablo. Esta dualidad crea un contraste visual y un interesante juego con los niveles. Sin embargo, las dos historias parecen desconectadas, ya que el hilo que las enlaza son los juglares mismos quienes carecen de una historia propia que les permita transitar orgánicamente de un cuento a otro y cerrar el espectáculo en términos dramatúrgicos.

Es apreciable la habilidad de los dos actores para la manipulación y el trabajo con las voces en esta puesta que privilegia el juego, la visualidad y el encanto titiritero. Auxiliándose de las peripecias de los cuentos originales, Teresa Denisse y Maikel Valdés, una vez más, enamoran al público con sus Cuentos a Caballo, cantan y cabalgan con las manos llenas de historias.

LOS DOS RUISEÑORES, TEATRO ESCAMBRAY
Roberto Águila y Arlettis González en Los dos ruiseñores de Teatro Escambray. Foto tomada del periódico Vanguardia.

Los dos ruiseñores del grupo Teatro Escambray, es una creación colectiva sobre el texto martiano. Su director Rafael González, junto a los dos jóvenes actores Roberto Águila y Arlettis González, crean esta obra que reafirma la intención del antológico grupo por mantener la línea de Teatro infantil como una necesidad creativa y una demanda de los espectadores del lugar. Los dos ruiseñores es una puesta que puede ser disfrutada en la sede del grupo en La Macagua, a la cual se trasladan los niños del poblado La Campana y también en zonas aledañas en espacios no teatrales.

El texto martiano es teatralizado y llevado a escena desde la austeridad y la sencillez de un retablo y dos actores. El retablo se usa como como telón de fondo sobre el cual se despliegan varios tapices con paisajes orientales. El vestuario relaciona la acción con el contexto la antigua China, sin embargo el canto del ruiseñor alude a la tradición popular cubana y a los versos de Martí.

Se utilizan las máscaras, los títeres de marotes, una espada una bandera y algunos instrumentos musicales. Los actores defienden el texto martiano con su difícil sintaxis y su complejo lenguaje, apelando a los resortes de la narración oral. Los intérpretes logran trasmitir la calidez de la historia a través de su gracia, su buena dicción y su armónica presencia, sosteniendo el peso de un espectáculo desprovisto de grades soluciones y atractivos recursos escénicos.

Los dos ruiseñores del Escambray acerca una vez más a los niños a la prosa martiana, respetando su cadencia y elegancia. Roberto Águila y Arlettis González tienen el mérito de entregarse a su narración con la bondad y la energía de quienes, desde la montaña, siguen apostando por el teatro.

ALANIMO DE SANTA CLARA
Alánimo de Santa Clara. Foto tomada del periódico Vanguardia.

Cuando muera el otoño del grupo Alánimo también de Santa Clara, con dirección general de Carmen Margolles, sube a escena el texto de Luis Javier López Miranda.  Esta vez, una dupla experimentada de titiriteras compuesta María Caridad Santos y Yamilet Rodríguez defiende el espectáculo de Yurenia Martín quien dirige, por primera vez, luego de varios años de trabajo como actriz.

El texto nos habla sobre la hermosa relación entre un niño blanco y su nana negra. La muerte viene a buscar a la nana y esta tendrá tiempo hasta el final del otoño para despedirse de su niño. Pero el pequeño se resiste a perderla y emprende un viaje hasta el monte para tener el consejo de un viejo sabio.

La puesta en escena recrea esta historia de manera sobria y atinada. La visualidad del espectáculo remite a un ambiente colonial que se acompaña con la sonoridad de Alejandro García Caturla, quien, según cuentan, también tuvo una nana que acompañó con sus cantos negros las noches de la infancia. El diseño de escenografía y títeres a cargo de Amelia Delgado exhibe buena factura y eficacia. Los títeres de mesa se combinan con las actrices en vivo, quienes interpretan a la nana y la muerte, y a su vez manipulan los muñecos.

María Caridad Santos y Yamilet Rodríguez, asumen este espectáculo desde su maestría como titiriteras. La parte más lograda de la puesta es la que se refiere a los títeres, por las graciosas situaciones que se consiguen y el atractivo de los diseños. Sin embargo la obra se resiente, desde el texto mismo, en la caracterización del personaje de la muerte, quien se presenta ampulosa, enfática, redundante, características que pudieran aprovecharse más, desde la interpretación, como una manera de ridiculizar a la muerte acentuando el estilo farsesco.

Cuando muera el otoño de Alánimo, dirigida por Yurenia Martín, es una buena manera de estrenarse en la dirección escénica, un espectáculo que divierte y con mueve, que apuesta por el arte titiritero, por la vida y el amor.

¡¡¡A las tres de una vez!!! de Teatro Paquelé en Sancti Spíritus, con dirección de Pedro Venegas sobre el texto de Blanca Felipe Rivero, es otra puesta de dos. Pero esta vez, no es el títere el protagonista, el espectáculo defiende una línea inusual en el teatro cubano, se trata de actores interpretando niños, un desafío para los jóvenes intérpretes, Ilen Bernal y Carlos Delgado.

Melisa y Josué tienen 10 años y se encuentran en el banco de un parque rodeado de edificios. Mediante su juego podemos advertir que son víctimas de dos tipos de abandono diferentes, dos maneras de mutilar su aprendizaje de la vida. La desatención y la sobreprotección son conductas examinadas en ¡¡¡A las tres…, Las consecuencias de estos abandonos son diferentes, y se expresan en el texto de forma simple, para ser asimiladas por el espectador que comparte edades, deseos o dilemas con los personajes.

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¡¡¡A las tres de una vez!!! de Teatro Paquelé en Sancti Spíritus. Foto tomada del periodico Escambray.

La puesta se acoge a las sugerencias del texto y en el cetro del escenario se coloca un banco de parque alrededor del cual, los niños juegan y se confiesan sus secretos. La sobriedad de la puesta y los pocos elementos que se utilizan, exigen concentrar la mirada en el trabajo del actor. Sería útil revisar algunas expresiones que, a pesar de funcionar en el texto escrito, interfieren en el lenguaje cotidiano y natural de los niños en escena. Así mismo convendría al director repensar el diseño de vestuario en aras de caracterizar mejor a los personajes: el niño sobreprotegido y la niña desatendida.

Los actores se auxilian de las maneras y los mohines característicos de los niños para construir sus personajes. Aun cuando el espectador entra fácilmente en la convención de actores interpretando niños, resulta complejo evadir estereotipos y lugares comunes, un reto que Ilen Bernal y Carlos Delgado se han aventurado ha asumir.

Teatro Paquelé de Sancti Spíritus propone un espectáculo sencillo pero emotivo, que se adereza con la música original de Manolito Borroto y los matices de una historia singular, que conquista a los pequeños espectadores.

Como la noche y el día es, de los mencionados dúos en escena, el más logrado. Alas-Teatro de Pinar del Río, dirigido por Dorys Méndez, lleva a escena la obra original de Nelson Simón. El mérito de la propuesta comienza en la elección misma del texto, en la inteligencia y sensibilidad de la directora para aunarse a este fabuloso poeta y autor que conoce bien el corazón de los niños.

Con su singular voz lírica, Nelson Simón crea la historia de una nieta y su abuela, tan distintas en su tez con el Día y Noche. Para ellas su diferencia de colores es tan normal como tomarse un delicioso café con leche en el desayuno. El primer día de escuela, la maestra desconfía de su parentesco y retiene a la pequeña Bugambil, negándole la posibilidad a la abuela de llevársela a casa. El espectáculo se articula a partir de esta sencilla fábula que mezcla, magistralmente, la alegría y la tristeza.

 El espacio escénico se reduce al mínimo y las luces concentran la mirada del espectador como si se tratara de un juego de muñecas. Las dos actrices Yanet Carmona y Arasay Suárez, se destacan por la limpieza en los movimientos y la meticulosidad en la manipulación. La presencia de las animadoras vestidas de negro, es casi nula, ya que son los títeres de mesa los que resaltan a pesar de su pequeño tamaño. La caracterización de la Maestra, a cargo de Arasay Suárez y del Policía, interpretado por Yanet Carmona ofrecen, de una manera fresca y desenfadada, una mirada a la realidad, sin caer en guiños fáciles y manteniendo la originalidad y el buen gusto de este poema dramático.

El diseño responde al halo poético del texto. Los títeres están concebidos a partir de una asociación con las figuras geométricas. La descomposición de la figura, y la evasión de una imagen realista, recrean un universo visual que sugiere al niño una interpretación diferente, como lo hace la poesía. La música original de Luis Ángel Sánchez, acompaña la candidez y singularidad de la historia.

Dorys Méndez con Como la noche y el día, celebra la palabra poética de Nelson Simón y conduce el talento de sus actrices en un espectáculo hermoso y auténtico. Una pequeña joya con encantos albos y brunos. Este espectáculo de Alas –Teatro, en Pinar del Río, es una valiosa muestra de los que hoy eligen hacer teatro para los niños, a cuatro manos.