A propósito del Danzan Dos. Una Pausa Virtual en el 20
Por Andrés D. Abreu
Estos días que casi son un año, estas tantas horas que nunca imaginamos dominadas por un virus que desató una obligatoriedad a cerrar y a encerrarnos para sobrevivir. Este extraño y casi súbito alejamiento de cuerpos y proyecciones, que de cierta manera refiguró una otra especie de islas de existencia, y todo este pandémico trayecto intentando la salvación nos han removido, dañado, transfigurado, desordenado y reordenado el ser y el hacer.
Pero durante esas mismas sentidas interminables horas del acatamiento responsable al confinamiento o distanciamiento correspondiente, los inagotables seres de algunos humanos han sabido encontrar una no claudicación al desaliento, un desborde saludable y no vejatorio a la nueva normalidad sanitaria. No pocos son los artistas que se pueden incluir en ese apostar por un no sufrir la inercia y la fractura obligada de su sistema de interrelaciones habituales y esenciales para sus prácticas. Creadores que han reconfigurado las estrategias de su hacer para no inmovilizar(se), para resignificar la detención, la interrupción o la interinidad, y transitar desde otro tipo de vuelo las posibilidades sostenidas a un respirar necesario.
Liliam Padrón, la maestra y coreógrafa matancera que dirige Danza Espiral, tiene junto a su compañía un boleto en ese otro tipo de viaje excepcional y humanitario que implica no detenerse en las fronteras fácilmente determinables.
Mediando con los encierros y las aperturas posibles dentro de la crisis sanitaria, solos, juntos, a dúos, como le permitiera el contexto autorizado, ha crecido y crece un proceso llamado Pase a bordo, obra soñada para el gran escenario del Teatro Sauto y una gala de la (re)programada XIV edición del Concurso de Coreografía e Interpretación Danzan Dos. Sueño incompleto o inconcluso pero abierto como su discurrir mismo. Pase a bordo no está acabado en varios estratos de su imaginería y accionar, no se ha presentado en la gran sala del Sauto; tampoco el Concurso de Coreografía e Interpretación tuvo las galas inicialmente pensadas ni los premios que debieron o desearon existir. Pero el proceso de Pase a bordo ha sido obra en sí mismo, capaz de extenderse al público posible en el Salón de los Espejos del Sauto como fase de clausura de un Danzan Dos conceptualizado en la paradoja de Una Pausa Virtual en el 20.
Los que alcanzamos pasajes para la salida de las 4:00 pm del 25 de octubre del 2020 y compartimos este nuevo viaje de Liliam Padrón y Danza Espiral, inspirado en el poema Una Isla, fruto del verso de Derbys Domínguez, sentimos 45 minutos de estar a otra altura aún portando mascarillas y sin poder susurrarnos un comentario entre pasajeros colindantes. No fue un escape de realidades ni un alejamiento migratorio porque el danzar dentro de la nave no dejó de trasbordar límites riesgosos, pasos desequilibrantes, cuerpos dudosos, nostalgias manidas, toques dolorosos, rumbas desafiantes y parcelaciones privadas que cortaban el aire y planeaban al vuelo conflictos latentes y ardientes metros de una realidad un poco más abajo.
Al bajar una escalerilla y habilitar de nuevo nuestros aparatos portátiles de comunicación digital terrenal, sorprendió que una página en Facebook llamada Amigos de la escena matancera había trasmitido en vivo fragmentos de nuestra travesía como cierre concurrente a la llamada Pausa Virtual en el 20, estrategia que incluyó otros relatos de la historia editada en impresos y audiovisuales de trece anteriores Danzan Dos, atesorados y ahora digitalizados y ciberespaciados por Ulises Rodríguez Febles y la Casa de la Memoria Escénica del Consejo Provincial de las Artes Escénicas de Matanzas.
Navegando el muro de esa página facebookiana descubrí que no muy lejos del Sauto y en los predios de Teatro de Las Estaciones, Carlos Celdrán también había tenido una expedición de ensueños tras seis meses sin haber disfrutado como espectador de una puesta teatral; que en horas de la mañana la familia matancera había sido citada, con nasobucos bien puestos, por Teatro Papalote a la Calle de los Títeres; que está activo Teatro Icarón y que no cesan las propuestas interdisciplinares de la tropa anti pandémica de El Mirón Cubano —todavía me impresionan las imágenes de sus bien pensadas y montadas acciones callejeras frente a los barrios confinados durante el pico de la epidemia.
Caminando por Narváez junto al río en el atardecer de domingo entre café, bares y galerías, eludí Internet. Saludé a amigos de siempre, a gente linda y querida de Teatro El Portazo, el próximo 30 de octubre en su sede El Biscuit estrena Todos los hombres son iguales. Tal vez ellas, ellxs, elles, ell@s o ellos resignifiquen esa igualdad en fehaciente parodia de seria algarabía. Mientras, Matanzas seguirá pareciendo otro lugar, normalmente nuevo, otra Isla donde un día estuvimos con su Espiral a bordo y flotando.
Foto de Portada: Ricardo Rodríguez Gómez
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