La obra Desnuda del grupo Aire Frío continúa en cartelera durante todo el mes de marzo en la sala Adolfo Llauradó
Por Roberto Pérez León / Fotos Buby
Dice Hamlet: La acción debe corresponder a la palabra, y ésta a la acción, cuidando siempre de no atropellar la simplicidad de la naturaleza.
Desnudas cuenta, desde una comedia de enredos, cómo Ramón Bilbao, un director de cine que tuvo mucho éxito con su primer largometraje, se dispone a empezar su nueva película y se ve envuelto en un singular trío de mujeres: Ana, la actriz que protagonizará la nueva película; Carlota, su mujer y productora; y, Daniela, su guionista. Ante la indecisión de Ramón Bilbao las mujeres deciden vivir los cuatro juntos. Y se arma la que se arma. Por cierto muy bien armada desde el texto literario hasta la puesta en escena, con la dirección de Eduardo Eimil.
Esta presentación de Desnudas, según el programa que firma con todo derecho el director de Teatro Aire Frío, es un rescate que hacen de cuando la agrupación empezó en 2010.
La nueva puesta, en temporada en la sala Llauradó, cuenta con tres elencos en los personajes de Ramón y Daniela, y dos en los personajes de Carlota y Ana. Entonces, para hacer un análisis del comportamiento actoral tendría que asistir a tres funciones al menos, cazando bien los elencos, cosa que no me es posible. Solo me detendré en la estrategia de dirección de Eduardo Eimil como director de Desnudas y de Teatro Aire Frío.Del colectivo del primer montaje solo están Yayseli Hernández, Arianna Delgado, y Beatriz Viñas quien vuelve a interpretar a Carlota, la esposa de Ramón Bilbao. Y quiero destacar la presencia de esta actriz en el regreso de Desnudas.
Actuar es el ejercicio de la perfectibilidad. Actuar es andar por un secreto, pero no porque se posea ese secreto sino porque es el secreto el que posee en un entrecruzamiento de estaciones de la alquimia y la magia que repotencian la expresión humana. Beatriz Viñas, como la Carlota de Desnudas, no tropieza con nada, doma, fluye, actúa con el ritmo y la medida del personaje que ha creado, se afinca durante toda la representación en un delicioso aguaje gestual y una geometría vocal sin desvanecimiento alguno.
En la función a la que asistí el resto de las actrices y el actor no dejaron de vibrar en consonancia con los propósitos de la puesta en escena. Propósitos que quedan establecidos desde la manifiesta dirección con que cuenta la representación. No hay que dudar que el resto de los elencos tenga comportamientos actorales en correspondencia con los tópicos procedentes.Las actuaciones están montadas en equilibrados vectores tensionales que van entre la articulación verbal y la gestual; los excesos son válidos y responden a las exigencias del dinamismo primordial de una comedia que no busca por ninguna parte otra cosa que no sea un retozo de palabras y gestos. En ningún momento se declama, no hay frialdad en las locuciones.
Las actuaciones no persiguen estereotipos; consiguen figuras significantes sin caricaturizar; son verdaderas construcciones actorales en su estilización; resultan plenamente teatrales desde sus espesores sígnicos; no se desajustan en el desarrollo del objetivo primado: jugar, hacer reír de manera circular: esa es la búsqueda y el encuentro actoral.
En esta puesta en escena se ha sabido eliminar lo superfluo. El sentido no se esparce en payasadas inútiles; el sentido llega desde el texto lingüístico, que ha sido muy bien perfilado en la puesta. No se manipulan simpatías. No se usa lo cómico bruto. No hay groserías ni primitivismo humorístico; las malas palabras -como dijera Lorca- adquieren ingenuidad dichas por los personajes; se trata de una ingenuidad no semántica sino sígnica, en tanto buscan una ilustración de la dimensión franca y popular lejos de lo obsceno. No hay grotescos ni inclasificables intensiones formales, tampoco parentescos raros ni desproporcionados en la concepción y diseño escénico. La dirección de Eduardo Eimil tiene bien clara la materialidad, el hecho plástico y las cualidades heterotópicas del teatro.
En Desnudas la dirección se expresa en la concepción general de la puesta, en el ajuste y consonancia de los signos con que la representación cuenta. Los signos en el escenario configuran los diferentes sistemas significantes: escenografía, luces, banda sonora, actuaciones. Cada uno de estos sistemas está en función de comunicar y se manifiesta orgánicamente de acuerdo a la lógica interna funcional de los objetivos de la mostración. El teatro es un suceso con su tiempo y su espacio donde se debaten lo artificial y lo natural, el efecto de realidad y la artificialidad, la mímesis gestual y la coreografía. Ahora bien, todo estos aspectos tienen que ponerse en relación adecuada para que el teatro pueda ser visto, mostrado en su aquí y ahora.
En el teatro la deixis, como característica que hace posible la puesta en relación de todo lo que sucede en escena, está en manos de la dirección: llámese puestista, montador, director general, etc.
El teatro tiene la deixis como una de sus especificidades. Quiere esto decir que en tanto suceso para ser percibido, notado, comunicado, el teatro cuenta con la posibilidad de ser visto desde la mostración del texto lingüístico y esta mostración queda decidida desde la dirección.
Exhibir la palabra en el escenario es la deixis en el teatro. Y es el actor el elemento capital en una comedia al poner en relación los diversos sistemas significantes, todos mostrados, haciéndose ostensibles, indicados y aureolados a través de la performance actoral. Escenografía, luces, banda sonora, y demás materiales escénicos son deícticos a relacionar. En una comedia el actor es el eje del espectáculo, todo gira alrededor suyo. Es la actuación el elemento deíctico axial.
Cuando digo que Desnudas es una comedia no quiero estancarme en el amasijo de referencias cruzadas que el término ha generado; y, para no meterme en camisas de once varas, lo bordeo, no me lanzo de cabeza en él.
Desnudas es una comedia, como se suele decir cuando estamos, como en este caso, ante un suceso teatral plenamente risible. ¿Drama cómico? Desnudas tiene los atributos de la comicidad. Se trata de una comedia y no por ello es un ejercicio teatral menor. En ningún momento la puesta pierde su sentido ni su orientación como comedia, no pretende otra cosa que ser lo que es con lealtad y fehaciente entereza.
Se ha llegado a explicar la comedia desde la definición aristotélica de la tragedia. Y se arma un teje y maneje, una tremenda llevadera de conceptos, nociones, percepciones, intuiciones y significaciones. Bueno, no es para menos.
En la Poética de Aristóteles leemos: “la tragedia es mimesis de una acción noble y eminente, que tiene cierta extensión, en lenguaje sazonado con cada una de las especies de especias separadamente en sus diferentes artes, cuyos personajes actúan y no solo se nos cuenta, y que por medio de piedad y temor realizan la purificación de tales pasiones”.
Por otro lado, dice el estagirita sobre la comedia: “La comedia es […] mimesis de hombres inferiores, pero no en todo el vicio, sino lo risible, que es parte de lo feo; pues lo risible es un defecto y una fealdad sin dolor ni daño, así, sin ir más lejos, la máscara cómica es algo feo y retorcido sin dolor.”Por eso es que algunos miopes ven en la comedia un género inferior. Porque del griego ilustre sacan que la comedia es la imitación de hombres inferiores, pero no en toda la extensión del vicio, sino en lo que tienen de risible este, pues lo risible es un defecto y una fealdad insípida.
En cierta manera esos términos han rotulado y desamparado a la comedia para que algunos la vean como lo burdo, lo de aprendices, lo que se esboza sin complejidad y sin legitimidad sensible. Sin embargo, llegar a la médula del saúco de una comedia precisa de tremendo ingenio y denotada fortaleza creativa.
La comedia precisa de una esmerada dramaturgia por su peculiar, distintivo e independiente carácter en cuanto a lo diferente que es de la tragedia en tanto ofrece la excitación y lo relajante que genera la risa viva y destemplada. Lo cómico es una perspectiva de gran vivacidad. Lo cómico regocija. La cualidad de la comicidad está en saber utilizar lo absurdo de la realidad y hacerlo jocoso y también ridículo. Estos componentes han sido perfectamente establecidos en la puesta en escena de Desnudas.
Todos los acontecimientos que tienen lugar en escena, en sus tautologías y redundancias, no pesan sino que acumulan actos, hechos y acciones para configurar el tejido de lo actoral de manera incesantemente divertida.
Los principios estructurales de la comedia están meridianamente expuestos: artificialidad, ludicidad, sonrisa crítica, sobreteatralidad, enredo, combinatoria de rivalidades. En este montaje de Teatro Aire Frío me llama la atención una cierta innovación formal. Por momentos suceden las escenas en registros cinematográficos. La espacialidad que se concibe y la intervención de la banda sonora desde una extradiégesis nutren el montaje como con la savia de las peculiaridades de las escenas que se filman. No sé si tendrá que ver que el autor de la obra, el español Roberto Santiago, además de ser un celebrado dramaturgo también es director de cine y guionista.
La decisión de Eduardo Eimil de hacer regresar a la Llauradó el montaje de hace casi una década ha sido muy acertada. La puesta en escena es una inteligente propuesta de una forma teatral que no siempre se logra con los valores estéticos y dramatúrgicos adecuados. Porque en Desnudas la acción corresponder a la palabra, y la palabra actuada tiene la acción que se disfruta sin atropellos de la simplicidad de la naturaleza.