La voz de las regañonas invisibles

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Eva González presenta una nueva temporada de su monólogo, donde la intimidad, la creación y la denuncia se entrelazan para visibilizar las violencias sutiles que atraviesan la vida de las mujeres…

Por Yoamaris Neptuno Domínguez

Como parte de las jornadas por la Eliminación de la Violencia de Género, Eva González vuelve a escena con Lo mío NO es tuyo, monólogo que interpela desde la intimidad, el arte y la memoria. La obra —escrita, dirigida e interpretada por ella misma— nació como una respuesta crítica al texto Antes del desayuno de Eugene O’Neill, y se ha convertido en un viaje por las violencias psicológicas, los silencios impuestos y la invisibilidad de los valores femeninos.

Las funciones tendrán lugar del 21 de noviembre al 7 de diciembre, los viernes, sábados y domingos, en la Sala Teatro El Sótano (calle K entre 25 y 27). Conversamos con Eva sobre el origen de esta propuesta, su vigencia y los desafíos de sostenerla desde la vulnerabilidad y el compromiso.


¿Cómo nació Lo mío NO es tuyo? ¿Qué te llevó a convertirlo en un monólogo? 

Tuve la invitación de un director para poner en escena Antes del desayuno, de Eugene O’Neill. Yo estaba convaleciente de una caída de moto y tenía el vago recuerdo de la obra por lecturas y prácticas anteriores. Mi memoria es tan confusa que me queda todo en sugerencias, sensaciones, y puedo —como seguramente hago— plagiar sin culpabilidades, combinando retazos de imaginación y memoria.

Pero cuando los dolores me dejaron releer el texto original, me desinflé. Por un lado, pobre reto hacer de regañona, tan natural en mí. No me soportaba a mí misma. Por otro, lo sentí misógino, inconsecuente con los cuestionamientos que me interesa hacerme y hacer como persona y mujer que se reactiva diariamente en compromisos feministas.

Intenté variantes, investigué diferentes ópticas de las relaciones tóxicas de pareja y finalmente me atreví a “contestar” a O’Neill. Lo usé como punto de partida para visitar vivencias de mujeres conocidas y desconocidas, otras cercanas, que han sido regañonas bajo la sumisión e invisibilidad de su talento y valía.

Me pareció que esa forma de violencia normalizada señala a víctimas y victimarios como codependientes, y que, más allá del necesario avance de ideas, leyes y prácticas, la intimidad nos cierra a menudo la percepción propia y ajena de aquellas violencias estructurales que no son obviamente físicas, de actitud o trato manifiesto, o de lenguaje. Lo sutil, donde podemos ser cómplices en cualquiera de los bandos.

Comencé creyendo indagar en vidas ajenas y me fui descubriendo como partícipe. Creo que todas y todos lo somos, y que el arte nos pone en riesgo, nos asoma al espejo, nos rompe excusas, nos desnuda y obliga a sentir, pensar y actuar. O eso pretendo.

¿Cómo se cruzan en la obra el maltrato psicológico, la creación artística y la invisibilidad de los valores femeninos? 

Bajo esa intención comencé a develar el maltrato y automaltrato de las mujeres que apoyamos a nuestra pareja siguiendo un supuesto instinto, el rol aprendido de cuidadoras sacrificadas. La violencia desde las responsabilidades familiares, económicas, sociales. La frustración de los talentos desde la mayor de las tiranías: el tiempo.

Mujeres cercanas que lograron superar frustraciones desarrollando su creatividad en zonas no visibles, tareas y mundos sin glamour. Mujeres que no lo lograron. Unas y otras invisibilizadas.

Y hombres famosos apoyados en ellas. El mundo bohemio y artístico es uno de los campos más desiguales, aunque cada vez haya más mujeres excepcionalmente exitosas. No se puede valorar o juzgar a través de la que pudo y la que no, sin la visibilidad pormenorizada —e imposible— de cada situación, personalidad y entorno. La realidad es que, en todas las discriminaciones y exclusiones, hay más talento perdido que realizado.

Y en esa frustración se produce el maltrato psicológico desde lo más sutil a lo más desgarrador.

Comencé a adentrarme en algunas leyendas, cada una me llevaba a la siguiente y todas podían ser esas mujeres cercanas que me incitaron desde el comienzo. Paralelamente redescubría el disfrute blues femenino y sus sombras de toxicidad y violencia. Todo fue tejiendo el argumento como un thriller.

¿Por qué decidiste volver a poner en escena Lo mío NO es tuyo en 2025?

Considero que ahora estreno la puesta en escena. Yo no soy una directora de manual, me falta mucho aprendizaje y debo crecer mezclando atrevimiento y humildad, experimento y error, afinar el instrumento desde la exposición, desde la actuación. Tampoco soy dramaturga de poderme sentar y escribir de tirón con infalibilidad. Y ambas tareas están atravesadas por la vulnerabilidad de la supervivencia cotidiana que la propia propuesta retrata.

Así que decidí parir la obra sietemesina —respiraba, se alimentaba, disfrutaba y se disfrutaba— y de ahí crecerla y cuestionarla, dándole el tiempo de reposo que necesitaba. Esta temporada la siento y presento como estreno. Quizás vengan más reposos y estrenos…

Valoro que la mayoría de producciones escénicas tienen la pertinencia de seguir en cartel o reponerse/activarse/estrenarse un sinnúmero de veces, mientras el diálogo artista-público pueda ser enriquecedor, o en diferentes tiempos y contextos. Es una lástima abandonar producciones que siguen teniendo vigencia. Para mí son como hijos que crecen, que a veces hay que dejarlos a su aire, marcar distancias, pero que no tiene sentido olvidarlos.

Tanto los cambios sociales como mis vivencias en estos dos años, los aprendizajes, me hacen mirar y probar la propuesta con otra profundidad. También con otros miedos y riesgos…

¿Cómo ha sido asumir los roles de autora, actriz y directora en esta puesta? 

Creo que más o menos he contestado esto, pero puedo añadir que el riesgo y la vulnerabilidad de la tarea múltiple —y producción, promoción… y más— no es más que el compromiso de lo que la propia historia plantea.

Me gustaría tener más apoyos (dentro y fuera de lo estrictamente creativo), los necesito, pero ante el “esto o nada”, arriesgo. Calmo la mirada, busco cuestionamientos externos focalizados desde los que hacer crecer cada esquina. Paso a paso. Hasta donde llegue. No tengo un prestigio sagrado… Si me descalabro, ya me levantaré.

¿Y el equipo de producción? ¿Con quién estás trabajando ahora? 

No tenemos ahora un equipo formado. Irreverencia tuvo un equipo valioso al que sonrío y agradezco en la memoria. Hay altas y bajas en toda historia de vida, y de vida asociativa también.

Ahora vivimos una coyuntura muy difícil y sin perspectivas claras.

De forma reciente, y gracias a la indispensable vertiente social y educativa de Irreverencia, tengo la grata participación de nuevos integrantes. Son insuficientes en número, pero confío en que, además de que aportan visiones renovadas, también sean motor de crecimiento.

Queremos abordar nuevas creaciones, extender algunas de nuestras estrategias educativas y proyectar mayor conexión con otras propuestas. Despacito, no hay otro modo, pero firmes.


Lo mío NO es tuyo pasa de ser un monólogo a una conversación incómoda, necesaria, que nos enfrenta a lo que no siempre queremos ver. Eva González no busca respuestas fáciles, sino preguntas que nos atraviesen. Desde la escena, con lo justo y lo propio, vuelve a recordarnos que la violencia también se esconde en lo cotidiano, en lo que no se nombra, en lo que se calla. El arte, cuando se atreve, puede ser espejo, grieta y semilla.