Sibila o la verdad de las mentiras

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Por Frank Padrón

El tarot u otras cartas lanzadas (y marcadas) sirven a Cálida y Gélida para sobrevivir y pagar las cuentas; Jan Van Luxe es un cliente «de lujo» que exhibe identidades y currículos falsos; el Tibio, un » buen pagante» aficionado a los tríos eróticos que permite a los «cartománticos» aumentar sus ganancias.

También hay un médico tan radical como contrahecho, una exótica Juana Candela, así como modelos y transformistas donde lo andrógino, lo ambiguo y lo impostado llevan no menor importancia.

Todo forma parte de la novela Sibilas en Mercaderes (1999), primera del escritor y lingüista fomentense Pedro de Jesús que ha llevado a escena Kiusbell Rodriguez con Teatro de la Luna.

Ese mundo de barajas (y «embarajes») donde la mentira preside como un código esencial en la comunicación y el «invento», la » lucha» con que el cubano tiende a designar la búsqueda diaria, la agónica procura del sustento, juega muy bien con la noción reciente de la «posverdad» -donde poco importa si es real lo afirmado o postulado, donde basta con que ello se crea para acuñar su autenticidad- y sobre todo con la literatura en su plataforma de ficciones y fusiones.

Y hablando de juegos, poco se diferencian las adivinaciones, los manejos de sus practicantes con los trucos y recursos del escritor, algo que aparece muy claramente en Sibila… y que han entendido muy bien Kiusbell y su trouppe.

En las interacciones de los actantes, en sus trampas y procederes, en los pliegos y matices de la diversidad (sexual y de todo tipo) hay mucho del oficio de ese otro «tirador de cartas» que es el escritor, como también en sus travestismos y disfraces, o la pulsión erótica que casi rige la relación con la página en blanco, e incluso la escrita después de un proceso que conlleva la adivinación y el accionar de este peculiar homo ludens.

Kiubell, ayudado por la imaginativa labor coreográfica, musical y sonora toda de Dayron Romero, logra conferir al espacio (compartido, múltiple, simultáneo) un sentido semántico donde los dobleces y enveses logran el protagonismo requerido.

Así las luces de Yanko Marrero, o el vestuario del propio director, capaces de reforzar las atmósferas y desdoblamientos de personajes y acciones con una expresividad tan esencial como los diálogos (o los silencios).

Se trata, además, de un tour de force para el elenco, no sólo por la complejidad del «dramatis personae», sino por los frecuentes cambios de roles y de registros dramáticos al que los varios caracteres (diversos, hasta opuestos) obligan a los actores.

De modo que brillan los desempeños de George Abreu, Jessica Aguiar, Yara González, Luis Ángeles León, Yeilier Eliecer y los modelos.

Juego, más allá de las cartas; frágiles fronteras entre ficción y realidad(es); engaños que esconden verdades (y viceversa) esta Sibila… teatral es, además de un vistoso espectáculo, una propuesta tan vigente como estimulante en un contexto como el nuestro.

Fotos © Yuris Nórido