Por Frank Padrón
El título no aludirá a la hermosa canción de Milton Nascimento sino a la obra teatral de Roberto Viña Autopsia del paraíso, segunda parte de su Trilogía de la castración y merecedora del premio de dramaturgia Virgilio Piñera 2016, la cual ha sido llevada a escena por el grupo Icarón, de la Atenas cubana.
El mundo estudiantil – juvenil en nuestro país ha conocido varias miradas en el teatro cubano de varias épocas (Molinos de viento, de Rafael González por su grupo Escambray; El sueño feliz , de Abilio Estévez; Proyecto de amor , de José González; No importa, por la Compañía El Mejunje; Galápago, de Salvador Lemis… por solo mencionar algunas) pero su perenne transformación, mutaciones en las escalas valóricas, relación con el contexto socio-económico y nuevas coordenadas en las interacciones tanto internas como respecto a actantes exteriores ( padres, maestros…) requerirían enfoques que continúan siendo insuficientes.
Viñas se circunscribe al propio microcosmos estudiantil en una escuela de enseñanza media (aunque ya casi inexistentes, recordemos la mayoritaria educación de este tipo en las secundarias y preuniversitarios en el campo, las llamadas Esbec e Ipuec a lo largo y ancho del país durante varias décadas a partir de los años 70).
En un grupo heterogéneo compuesto por adolescentes de ambos sexos irrumpen conductas y conflictos no sólo etarios sino de identidad, de perspectivas, de cosmovisiones, dentro de personalidades en formación pero que ya apuntan a posiciones bien complejas y dilemáticas.
Mediante una carta (que en este caso “sí se envió”), la doble moral, los extremismos, la homofobia, el acoso, los prejuicios, las sexualidades no – o mal- asumidas, la lealtad, las dudas y los conflictos tanto éticos como sicosociales han sido rastreados con pericia por el dramaturgo, quien erige una inteligente “coming of age” donde el cruce de problemáticas tanto individuales como grupales se aborda y desarrolla mediante un relato agudo y polisémico, pletórico además de subtextos.
Viñas logra incorporar el metalenguaje juvenil con esmerado conocimiento, y también las carencias y presencias que cada personaje significa, armando no solo inteligentes perfiles individuales sino un entramado dramático que descuella por su autenticidad y complejidad.
En la lectura realizada por el grupo Icarón, debe encomiarse el logro general de una puesta caracterizada por la dinámica escénica, el sabio aprovechamiento espacial y la economía de recursos capaces de resolver con poco (aunque nada escasa imaginación) efectos y aspectos escenográficos encaminados a representar eficazmente los escenarios donde transcurren las acciones.
La puesta colegiada de Miriam Muñoz – directora general de la compañía- y Lucrecia Estévez – actriz cada vez más abocada a tales funciones de guía sobre todo hacia sus jóvenes colegas- ha conseguido erigir el discurso motivador del autor, corporizando su estructura coral, sus juegos lúdicos y temporales (anticipaciones y flashbacks incluidos) y sus interacciones entre monólogos y proyección de grupo que su arquitectónica dialógica implican.
En particular, Lucrecia ha trabajado duro en reinventar casi toda la nómina actoral del colectivo y alcanzar resultados alentadores con jóvenes la mayoría sin experiencia histriónica: Melanne Zarut Bernardo, Cristian Reynaldo García Rolo, Amanda Mejías, Yunilexis Moro, Ivanna Iznaga, Rubén Javier Martínez Fonseca, Lázaro Javier Diaz Figueredo y David Alejandro Peña Alonso.
Ello no obsta para que continúen perfeccionándose varios desempeños, lastrados aun por excesos gestuales o falta de una mayor espontaneidad e interiorización en el decir, también ciertos problemas de dicción y regulación de pausas y exposiciones, pero en términos generales se aprecia una cohesionada labor de equipo que sin dudas mejorará con ulteriores presentaciones.
Rubros como la banda sonora (con canciones que van del hard rock y el jazz a la música urbana, acordes con las problemáticas focalizadas) o el diseño de luces (que puede matizar aún más la consecución de ambientes y atmósferas) se suman a un esfuerzo que sin lugar a dudas redunda en otro indudable éxito de esta veterana compañía matancera y más allá, de todo el teatro cubano.
Foto tomada del perfil de Facebook de Icarón Teatro