Search
Close this search box.

El cuerpo de baile: Protagonistas anónimos

image_pdfimage_print

Por Ángel Padrón Hernández

Tenía una amiga que estudiaba ballet. Dotada de asombrosas condiciones era bellísima, con figura y talento, pero según sus propias palabras, ella solo aspiraba a “ser una buena bailarina de cuerpo de baile”.

Lo decía con una convicción absoluta de que era eso lo que anhelaba. No era que fuera inferior o que no aspirara a ser una gran solista o al menos corifeo, incluso se graduó con la variación del ballet Don Quijote. Con buena acogida, tanto por los profesores que la evaluaron como por el público, pero ella seguía manteniendo su afán de que su única meta era llegar a formar parte del primer elenco del cuerpo de baile.

Si consigo ser buena en Cuerpo de Baile B, lo demás viene después”, aseveraba. Aunque mucha gente no lo sabe, existía el cuerpo de baile A, B y hasta el C, al menos en el Ballet de Camagüey era así en esos años.

Esto me hace recordar a una compañera de escuela que cuando me escuchaba decir que mi sueño era ser filólogo –algo que ella nunca llegó a entender qué carrera era-, se limitaba a decir: “pues yo solo quiero ser ama de casa”. Con el paso de los años y, aunque les parezca inverosímil, mi amiga en estos momentos es una adorable e increíble “ama de casa”, dedicada a su esposo e hijos.

Igualmente, la bailarina, a la que referí al inicio, llegó a ser cuerpo de baile del Ballet de Camagüey. Más tarde en la diáspora implacable dejó de bailar. Abandonó el país hace años. Ahora, como tantos cubanos, está en algún sitio del orbe, colgó las puntas y el ballet quizá será para ella un recuerdo vago, inconsútil y distante mientras asume su nuevo destino de trabajadora de oficina.

Muchos bailarines que ingresan en una escuela de ballet en cuba o del mundo sueñan, anhelan, se desvelan, se esfuerzan y mucho porque todas y todos quieres ser primeras bailarinas o primeros bailarines categoría que, de cien, quizá logren conseguir apenas unos tres sin exagerar.

Llegar a ser estrella del ballet es tan complejo como el enrevesado mecanismo de un reloj y está tan lleno de grandes –supremos diría yo– esfuerzos físicos y capacidad incluso para el dolor de las lesiones, un acendrado sentido “neuro muscular” para poder conseguir pasos complicados, capacidad psicológica para aceptar los límites físicos, el alcanzar el estrellato a veces en medio de rivalidades e intransigencia, dedicación, disciplina, coraje para enfrentarse a un escenario,  sacrificar horas y horas de la vida…; en fin, dones  que no todos poseen.

Por otro lado, una estrella de ballet tiene que tener lo que sigue siendo un misterio maravilloso: el talento. Sin embargo, muchos forman parte del “cuerpo de baile” y brillan allí no como tal tez soñaron, pero no hay que olvidar que además de la escenografía, las luces, los objetos de atrezzo, etc., el cuerpo de baile es un elemento indispensable para el éxito de una función de ballet. Se han preguntado alguna vez ¿qué seria, por ejemplo, clásicos como Giselle y El lago de los cisnes sin los campesinos, las willis y los cisnes que forman parte del cuerpo de baile y por ende de todo el gran engranaje en que el cual se sustenta la anécdota que sostiene la história?

Incluso en estos ballets, cuando se presentan los pas de deux de “Cisne Blanco” o su antagónico “El cisne Negro”, como parte de programas conciertos, uno experimenta, al menos en mi caso, una sensación rara de que el vacío que hay al fondo y en ambos lados, es precisamente la ausencia del cuerpo de baile. Esto es más diáfano, sobre todo, en el segundo acto de El lago…, en que uno siente casi siempre –a no ser en aquellas memorables entregas en este pas de deux de Alicia Alonso con Jorge Esquivel– que la escena parece “demasiado glacial y vacía”.

Los que hemos sido partícipes de una función “tras bambalinas” sabemos cómo se aglomeran, preparan, ensayan, en grupos o solos, antes de abrirse el telón, todo un conglomerado de muchachas y muchachos que harán en esa función el cuerpo de baile. Este es el resultado final del afán de los ensayadores y los propios bailarines que se pasan semanas y hasta meses ensayando en agotadoras sesiones, sin los solistas, los momentos en que participa el cuerpo de baile. “Hoy me toca el primer bailable de Giselle, ¡ay! cómo cansa esos cabrioles, termino hecho chatarra, me decía un amigo bailarín.

¿Alguien ha pensado alguna vez cuánta energía, cuánto se cansa un bailarín o bailarina del cuerpo de baile? ¿Cuánto esfuerzo y hasta yagas en los pies hay detrás de cada función de El lago…, La Bella Durmiente o Giselle?

El solista sale y ejecuta su variación independiente o en el pas de deuxes es dueño absoluto de que su ejecución salga airosa, gracias a su dominio de la técnica. En cambio, el bailarín de cuerpo de baile depende de todos o todas estén armonizados, concentrados para que el resultado sea bueno y luego la ensayadora les diga: “buen cuerpo de baile”. Desde luego también esperan que el público quede complacido, aunque no siempre somos del todo justo con ellos.

Aplaudimos con delirio y frenesí a los solistas, los corifeos, los protagonistas, pero ¿y con el cuerpo de baile? Por ejemplo, se aplaude en el II Acto de Giselle, los ligeros y difíciles deslizamientos en arabesque que hacen las Willis. En Cuba, no se hace con frecuencia, aunque en los últimos tiempos eso ha cambiado. ¿Somos o no somos un gran público al decir de la Alonso? No lo sé, porque ese momento requiere de una sincronización muy particular, de contar bien los tiempos musicales, incluso de que las más dotadas no suban tanto la pierna de atrás para que el conjunto en general tenga uniformidad perfecta.

Es la bailarina, por ejemplo, que en El lago… conduce la fila, es la primera que sale, la primera que vemos, las otras que están detrás si no llevan el tiempo que marca la primera, el resultado sería de espanto. Una vez oí decir a Manelyn González, excelente ensayadora del Ballet de Ccamagüey: “ven acá fulana que tú eres magnifica como primera en la fila en El lago…” O sea que hasta en el cuerpo de baile hay categorías.

Los bailarines del cuerpo de baile tienen que tener un “oído fino”, porque a veces pasan más de diez o quince minutos en pose y tienen que estar atentos al momento en que el acorde musical señale que hay que moverse, o bien dentro de esa misma estaticidad cambiar la posición de los brazos o del cuerpo.

Un ejemplo complejo es que en El lago…, las bailarinas del cuerpo de baile del segundo acto tienen varios momentos con cambios de postura y de brazos, muchos de ellos hasta sin música. ¿Cómo logran sincronizar sin que ninguna se adelante o se atrase? Eso no es más que el resultado de largas y agobiantes horas de ensayo de repetir una y otra vez hasta que quede perfecto.

El bailarín del cuerpo de baile tiene que tener una memoria sagaz porque debe recordar donde va, detrás o delante de quien, hacia dónde tiene que dirigirse, si a la izquierda o a la derecha, si al fondo o hacia adelante. Hay coreografías que son un reto en la complicación de los movimientos de grandes grupos en el cuerpo de baile. Ni qué decir de algunos ensayadores y coreógrafos, quienes a veces buscan determinado bailarín o bailarina para un enrevesado pasaje coreográfico porque son impecables y tienen gran facilidad para no perderse en medio de tantos otros intérpretes a su alrededor… Los ensayadores cubanos son excelentes, no resulta fácil recordar un ballet completo en sus más mínimos detalles y montarlo sin omisiones.

Una vez en una función de El lago de los cisnes, en Camagüey, en un momento del pas de deux del segundo acto, en que las bailarinas del cuerpo de baile en pose acercan la cabeza una a la otra, a una de las muchachas se le enredó el “gancho” del tocado de la cabeza con el de la otra. Sabían que estaban “amarradas” y que llegado el momento de separarse no sabían que pasaría; pues resultó que una de ellas desprendió el adorno de la cabeza de la otra en pleno escenario. Fue un mal cálculo de ambas que no debieron aproximarse tanto.

He sido testigo tras bambalinas, del momento en que dicen “ya viene, se va a abrir el telón”, todos en “pose”. ¿Tienen idea de cómo aquel gran conglomerado de bailarinas y bailarines, rápidamente ocupan sus puestos, se colocan “en pose” y al correrse el telón percibimos la magia?

Ejemplos de difíciles cuerpos de bailes en grandes clásicos abundan. Paquita, por ejemplo, es un ballet donde las muchachas del cuerpo de baile hacen cosas titánicas técnicamente, hay una evocación memorable del Ballet de Camagüey que, en Rusia, el público deliró con la “variación” de las seis muchachas de este Gran Pas, especialmente con la ejecución de Vania Sanz, entre otras.

Recuerdo que hace años, en el Ballet de Camagüey, el teatro se venía abajo cuando antes de las baterías de la solista en El lago…, entraban por ambos lados los tres cisnes en aquellos “deslizamientos rápidos en arabesque”, en un momento de catarsis musical, pero eso ya no sucede. No hay una excelente función sin un buen cuerpo de baile. Cuba y sus compañías gozan de ese privilegio.

En La Habana, a raíz de la puesta en escena de Giselle, por el ballet de Camagüey, un balletómano me dijo: “pero ustedes tienen un cuerpo de baile increíble ni que decir de esa willi de Freddy Elisa Cobas, en Moyna. En mi vida vi algo así da esas vueltas con aquella espalda doblada y luego aquel ponché casi a 180 grados”.

Igualmente, el Ballet Nacional de Cuba ha contado con excelentes críticas por el desempeño escénico del cuerpo de baile. Además, cabe destacar el empeño que Alicia Alonso siempre puso en la importancia que tiene el resultado escénico de ese gran “equipo” que es el cuerpo de baile de una compañía de ballet. Fue ella quien dijo “una función es buena si el cuerpo de baile estuvo bien”. Es un gran elogio.

Detrás de las grandes estrellas hay un grupo de bailarines que, a veces, ignoramos y formaron parte de una exitosa función. Ellos merecen el respeto y el homenaje de todos los que amamos el ballet. Sirva esta reseña como un merecido homenaje a todos aquellos bailarines y bailarinas que cada noche hacen que las funciones sean prefectas por su desempeño en el cuerpo de baile. ¡Felicidades!

En portada: Cuerpo de baile del Ballet Nacional de Cuba en Giselle. Foto Buby Bode.