Por Katia Ricardo Oliva
En el 2019 llegó a mis manos la edición del texto Con la ropa de mi madre. Obra para ser dicha por el perro hembra, de Taimi Diéguez Mallo. El texto fue publicado por ediciones Matanzas tras alcanzar el premio Fundación de la Ciudad de Matanzas. Lo leí de una sentada, desde entonces y de forma inesperada he tenido que recurrir a él muchas veces, cada lectura es totalmente novedosa, es impresionante lo complejo que puede llegar a ser este texto/poema/manifiesto.
Tras un año de intensa búsqueda creativa el texto llega a escena de la mano de Lizette Silverio y Estudio Teatral La Chinche. Diría entonces que la unión de estas dos mujeres es un ejemplo de sincronía y complemento entre dramaturgia y puesta en escena. El texto dramático contiene en sí mismo el germen de la representación, o sea aquello que le permite ser abordado con las herramientas y técnicas propias del teatro y llevado de un lenguaje de códigos y signos lingüísticos a un lenguaje de signos especializados donde cobra cuerpo en una tercera dimensión. Este resultado es notable en escena y se agradece la química creativa de estas mujeres y el equipo de actores y artistas que las acompañan.
Cuatro Amarantas se balanceaban sobre la tela de una araña…, cuatro generaciones de mujeres, cuatro individualidades y un montón de frustraciones, necesidades y sueños cohabitan en la trama. Amaranta difunta vela porque su legado continúe, Amaranta madre prepara minuciosamente el ritual de traspaso de la tradición heredada, ahora a su hija. Amaranta joven se resiste ante la tradición familiar que defienden sus antepasadas; ella sueña, se cuestiona, tiene curiosidad por bajar la loma y ver el mar. Amaranta por nacer, desde el vientre de su madre la persuade de sus deseos, la limita y le exige continuar la tradición familiar para las que han sido engendradas. Sin embargo Amaranta, al nacer, se transforma y trasciende. Mientras tanto el Intruso merodea la loma, ¿quién es el intruso en la vida de estas mujeres?
Con la ropa de mi madre… es un tratado sobre y para la mujer. Un grito de auxilio ante una sociedad estandarizada. Pero también es, en general, un llamado a la libertad, la libertad genuina a la que tenemos derecho por derecho propio. Una obra ambiciosa desde el texto hasta la puesta. Imposible me resulta separar un proceso del otro, separar a Taimi y a Lizette. Intencionalmente ha sido un trabajo en equipo, de la misma manera que considero que esta puesta viene a catapultar el trabajo de ambas, a afianzar tanto a la reconocida dramaturga como a la experimentada directora y al grupo en general que en la diversidad de puestas y públicos para los que trabaja, creo, esta obra ha sido la más arriesgada y acertada en varios años.
De igual forma, es evidente la madurez de los actores, el trabajo de investigación y análisis, la visualidad en el diseño escenográfico y de vestuario, el diseño de luces, la preparación física, la selección de la música en vivo y el trabajo musical como recurso recurrente durante toda la obra. Estos y otros elementos respaldan a un grupo de profesionales que complementan el resultado final.
De forma totalmente armónica tanto estos elementos externos como los actores forman, cada uno desde su personaje, un ecosistema en la puesta. Interpretaciones mesuradas y precisas establecen una dinámica a partir de la cual surgen nuevos signos que llenan la poesía textual y que son resultado de la resistencia inconsciente. Aprovechan todas las significaciones del mismo, sus posibilidades se multiplican y el signo se transforma en un nuevo texto, sería como si el signo lingüístico detonado emergiera en una constelación de significados y significantes y de ese modo quedasen llenos los vacíos y se iluminaran con acciones las zonas más poéticas y menos dramática de la historia.
En escena vemos y sentimos el ritual de la muerte y el nacimiento, la maternidad planteada con diferentes miradas, el poder radical que impone y dispone alimentando, como suele suceder, el deseo de la libertad. Una libertad personal, la mujer que defiende su cuerpo, sus ideas, sus sueños y sus decisiones.
Quisiera detenerme en las tres dimensiones en las que desde mi apreciación discursan los personajes. En primer lugar Amaranta difunta y Amaranta por nacer (antes de nacer) en un plano irreal, una desde el espíritu que continua dictando las reglas, la otra desde el vientre de su madre. Ambas simbolizan la paradoja del inicio y el fin o viceversa. Partes esenciales de la ceremonia familiar. Puede leerse que estas mujeres son continuidad de una secta o algo similar, víctimas y victimarias según las capacidades de cada una de aceptar o luchar por liberarse de la condena heredada. ¿Hasta qué punto la fe puede ser perjudicial? ¿En qué punto la falta de fe puede ser la salvación?
Por otro lado, Amaranta madre, Amaranta joven y el Intruso son personajes reales y conectados en una especie de oscura realidad. ¿Será el Intruso el padre de Amaranta joven y a su vez el padre de la niña que está por nacer? ¿Sentirá celos Amaranta madre porque ella sí se enamoró en el pasado del Intruso? ¿o solo teme perder a su hija y con ella la tradición familiar si esta logra encontrarse con este hombre? ¿El Intruso siempre ha sido engañado tras tomar el brebaje y desconoce el misterio que lo une a estas mujeres? Lo cierto es que el Intruso es el mundo más allá de la loma y Amaranta joven lo sabe y la madre vislumbra el final y toma partido, de la peor manera, mata a su propia hija.
Por último, el Perro Hembra conformado para esta puesta con textos de la obra pero además con fragmentos de poemas de la autora que lo convierten en un universo metafórico plagado de símbolos y matices. ¡Vaya denominación exacta para nombrar la búsqueda, la inquietud, la evolución, la libertad en una mujer! Las ansias de Amaranta joven son saldadas por su hija una vez que nace, nuevamente la ofrenda de la muerte por el nacimiento o “viceversa”. Amaranta al nacer se convierte en el Perro Hembra.
Podría parafrasear algún texto de este personaje y enseguida se entendería su grandeza, pero prefiero invitarlos a leer la obra y necesariamente verla en escena. Justo es la razón que más admiro de este resultado grupal. Todo aquello que pudo escaparse en una lectura del texto está poderosamente traducido en escena y no me refiero a la mera reproducción o a la lógica interpretación, me refiero a la conexión en la sutileza del montaje. Todas las interrogantes anteriores y muchas otras que puedan surgir pueden o no tener respuesta en la puesta, eso no es lo importante. Consciente o inconscientemente la obra trasciende los mensajes claros y unilaterales. Al mismo tiempo nos muestra personajes (muy bien defendidos) que evolucionan o no, pero con matices que permiten perdonarlos o al menos no juzgarlos.
La estructura circular donde unos luchan por continuar el ciclo en una historia justamente cíclica que se interrumpen por personajes que cierran estos ciclos, con un lenguaje oscuro, perturbador, frío y al mismo tiempo cargado de poesía, de empatía, es también sorprendente. Traducir todo esto en escena que pareciera contradictorio en un tiempo-espacio no lineal donde se recrea el pasado, presente y futuro, sueños y recuerdos; donde el universo de lo que siente una madre con su hija en el vientre es interpretado por la propia hija en el presente alucinado con un propio carácter que la convierte en un personaje ambiguo, esto es un proceso de búsqueda y constante trabajo.
Otro elemento admirable es la visualidad y la música no solo como dispositivos complementarios sino como alter egos de los mismos personajes ambientando, pero acompañando la progresión en cada escena.
Todo esto para hablarnos de temas tan universales como los antes mencionados, temas tan tratados desde muchas miradas y muchas tribunas. Gritos, denuncias individuales y colectivas, todas válidas, pero, sin ánimo de cuestionar otros modos, prefiero un teatro y una dramaturgia que me reten, que me emocionen y me hagan cuestionar la belleza, pero también lo sórdido. Que me deje con más de una posibilidad y qué al día de hoy después de tantos años desde su primera lectura y después de un mes de ver su estreno, me permita seguir descubriendo sus laberínticos y exaltantes caminos.
Fotos Lester Viera