Por Marilyn Garbey Oquendo
El Folclórico Nacional en tarde de domingo
El Teatro Martí anunciaba al Conjunto Folclórico Nacional. Era la primera temporada realizada bajo el liderazgo del joven Leiván García Valle, bailarín y coreógrafo, cuyas inquietudes creativas ya son conocidas por el público.
La función comenzó con la sala llena, lo cual era una buena señal, porque no es habitual que a ese recinto suban compañías danzarías que exalten nuestra herencia africana. A la memoria del sabio Rogelio Martínez Furé, fundador de la agrupación, se dedicaron los minutos iniciales.
Para la primera parte reservaron las coreografías Obba Meyi y Vals para Ochún, de Yandro Calderón y Leiván García Valle, respectivamente. Acompañados por el piano de Alejandro Falcón y por Rodrigo Sosa en la quena, los bailarines se adueñaron de la escena con destreza en los movimientos que recrean las leyendas protagonizadas por Ochún y Changó. Fue una feliz conjunción entre música y danza, al punto que el pianista concluía su ejecución y permanecía en su banqueta, contemplando con admiración las evoluciones danzarias.
Julián, de García Valle, arremete contra prejuicios que impiden a las mujeres asumir roles tradicionalmente asignados a los hombres. Ella baila Columbia, aunque deba camuflarse para alcanzar su objetivo. Las burlas ante la desnudez de la mujer pueden ser un obstáculo, pero el camino está abierto a la emancipación. La intérprete Julia Von Oy sale airosa de semejante prueba.
Bara es una obra que pretende salirse de los moldes habituales en la representación del hecho folclórico, quiere ir más allá de la narración de un patakín. Eleguá conserva sus colores y atributos distintivos, hace travesuras, se levanta tras cada tropiezo, recorre caminos diversos en la piel de 4 bailarines. La cámara se pasea por las calles de la ciudad y confirma que el oricha ha calado hondo en la espiritualidad de nuestro pueblo
Los jóvenes coreógrafos expresan sus deseos de defender las tradiciones músicos-danzarias que el Folclórico Nacional paseó por los grandes escenarios del mundo, al tiempo que utilizan recursos expresivos para conectar con los públicos de todas las edades. La colaboración de Alejandro Falcón y Rodrigo Sosa, el uso de los audiovisuales, el cuidado en el diseño de vestuario, el salto interpretativo de los bailarines, el trabajo de perfeccionamiento de cada pieza han rendido buenos frutos.
Para ampliar el espectro creativo, el programa contempló los bailes de salón, ya en peligro de extinción, como el danzón, el danzonete, la contradanza. Vuelta al baile de parejas, de movimientos delicados y sugerentes, y elegantemente vestidos los intérpretes.
Y para cerrar, retomaron una pieza del coreógrafo mexicano Rodolfo Reyes, con libreto de Martínez Furé, que fue de las más aplaudidas en los años fundacionales del Folclórico Nacional. Pregones y comparsas puso al público de pie, a bailar con la conga, estimulado por la buena energía que fluía desde el escenario. Varias veces se cerraron las cortinas y volvieron a abrirse para que no se acabara la fiesta. El Conjunto Folclórico Nacional ha vuelto a estremecer a los espectadores.
Ofelia en La caja negra
La Feria de las Artes Teatrales, organizada por la Comunidad Creativa Oficio de Isla, invitó al Grupo de Experimentación Escénica La caja negra, que llegó desde Santiago de Cuba con Ofelia, texto y dirección de Juan Edilberto Sosa.
Confiesa Sosa que se inspira en Máquina Hamlet, del alemán Heiner Müller, y el personaje de Ofelia es el hilo conductor para contar las vidas de mujeres que sacrificaron su bienestar en aras de sostener a sus familias, o podría decirse que ellas asumieron tan dura tarea como si fuera el deber.
Es muy probable que conozcamos historias parecidas, que de tan cotidianas las asumimos como si fueran cosas del destino, como si las mujeres nacieran predestinadas a sufrir tal cual la Ofelia amiga del príncipe Hamlet. Son narraciones lacerantes, de dolor y de sobrevivencia, surgidas al calor del patriarcado, el mismo que las mujeres prorrogamos sin apenas darnos cuenta.
Mujeres que aceptan actitudes discriminatorias creyendo que el futuro será mejor: infidelidades, alcoholismo, enfermedades, soledades, humillaciones, maternidades, matrimonios disfuncionales, violencia doméstica, exclusión social. Su hij@s y niet@s han sido catalizadores para transformar las duras realidades que ha vivido Ofelia, entonces se vislumbra un rayo de esperanza.
Un enorme pilón de madera, que se utiliza de diferentes maneras, es el centro del escenario. No abundan los colores en el vestuario, todos visten igual, hombres y mujeres, de negro y gris. Cinco actores, acompañados por tres músicos, permanecen todo el tiempo en escena. El uso eficaz de pantallas, que proyectan las imágenes de los monólogos, propicia que los espectadores no pierdan detalles de la presentación.
Sugiero revisar el texto de la representación para evitar reiteraciones que alargan innecesariamente la duración de la obra, y recomiendo eliminar algunos de los textos finales que se emiten a modo de conclusión para que el espectador comprenda el “mensaje.” Lo que cuenta Ofelia es desgarrador, no hacen falta añadidos.
I want, obra de María Laura Germán
A menudo convertimos el período de la infancia- etapa de la vida propicia para soñar- en un mundo ideal, y es que la ilimitada capacidad de los más pequeños para descubrir el mundo que los rodea provoca no pocas sorpresas a quienes lo acompañan en el largo, y a veces duro, proceso de crecimiento.
El cine y la literatura han traído personajes que se instalaron en el imaginario popular para estimular la fantasía, y a ellos regresamos cuando la realidad se torna áspera. I want, obra escrita y dirigida por María Laura Germán, trae a escena a Dorothy, a la extraordinaria Pipa, y a Peter, niños eternos con los que hemos soñado varias generaciones de mujeres y hombres.
La puesta en escena se desarrolla en un espacio pequeño, que quiere respetar las escalas asequibles a los niños, cercanas a las dimensiones de los hogares, semejante a casa de juguetes. Es el lugar que habitan esas dos niñas singulares, obligadas a crecer para sobrevivir, forzadas a desarrollar la espiritualidad para defender su humanidad. Aquí se puede hablar de soledades, de gente abandonada a su suerte, de nostalgia por los que no están, de la necesidad de sobrevivir conservando la pureza de alma.
Canciones en inglés y en español, móviles que facilitan la comunicación, juguetes infantiles, luces y colores, y el desempeño de las actrices Arlettis González Cazorla y Sonia María Cobos, conforman un montaje que también podría presentarse en una sala teatral donde, tal vez, todos los espectadores alcancen a visualizar cada detalle.
Heredera de la exquisitez en el diseño del Teatro de Las Estaciones, y del sentido cuestionador de El Portazo, la joven directora elabora creativamente su discurso escénico. Así, María Laura Germán se suma al creciente número de mujeres que, en Cuba, toman la batuta para contar historias en lenguaje teatral.
Hecho por jóvenes
En las presentaciones escénicas del fin de semana pasado, en La Habana, los jóvenes fueron los protagonistas. Más allá de los aciertos y las falencias de cada montaje, se expusieron las inquietudes de las nuevas generaciones. En cada una se respira la herencia de los maestros, se percibe las miradas honestas a las realidades que vivimos, y se aprecia el trabajo creador con las herramientas teatrales y danzarias. La suerte está echada, y la conjunción del talento y el esfuerzo diario es la clave para el futuro.
En Portada Obba Meyi, coreografía de Yandro Calderón para el Confunto Folclórico Nacional. Foto: Buby Bode.