Una visita al ensayo de la más reciente puesta ¡Bernarda, No! de la Compañía Flamenca Ecos que será llevada a la escena el próximo año.
Roberto Pérez León
Para buscar al duende no hay mapa ni ejercicio.
Federico García Lorca
Después de haber visto muchas puesta de La casa de Bernarda Alba acepto que me la vuelvan a contar, que me la ilustren con gestos y acciones descriptivas.
He visto una Bernarda que enumera, cuenta y describe porque cuando de arte se trata habrá que aceptar la posibilidad de lo hipertelia lezamiana, del sobrepasamiento de la finalidad, de la infinitud.
Pascal decía que “el mundo es una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna”, luego Borges dijo que esa pascaliana definición correspondía a lo que era Dios, humildemente creo que también puede concernir al arte.
Sí, la Bernarda a la que me voy a referir, la que en estos momentos es objeto de trabajo de la Compañía Flamenca Ecos Ecos, enumera y cuenta.
La Compañía Flamenca Ecos tiene como centro de expresión el Flamenco; y, tiene el Flamenco per se un mestizaje constitutivo donde se revelan gestual y sonoramente las tres grandes religiones monoteísta: el judaísmo, el cristianismo y el islam; tres pilares sembrados en la poderosa Andalucía donde además se filtraron los gitanos como pieza fundamental del alfabeto de la España del cante, el toque y el baile. Tanta ha sido la simiente de la cuna del flamenco que Ortega y Gasset declaró que “España ha vivido sometida a la influencia hegemónica de Andalucía.”
Hacer un cuento es contar y se cuenta hasta el infinito por la dichosa posibilidad que nos dan los números. Pobres de los que creen que porque existen las computadoras y hemos creado el ciberespacio hay que abandonar el simple encanto de contar con los dedos.
La casa de Bernarda Alba es paradigmática dentro del teatro de Federico García Lorca, digo paradigmática porque se trata de una obra modelo, que contiene una de las esencias más esplendentes de la dramaturgia lorquiana: la mujer en la España profunda de los inicios del siglo XX.
La Casa de Bernarda Alba tiene formas y flexiones dramatúrgicas que dan consistencia a las afecciones que produce al colocar la trama en una armazón de logicidad trágica, dramática y patética en trazos urdidos por una mujer que se llama Bernarda Alba.
El nombre mismo de Bernarda Alba es paradigma como conjunto de elementos decisivos en cualquier contexto donde pueda estar una mujer como la Bernarda: silencio, apariencias, intransigencia, frustración, rencores, odios, lujuria, luto, honor, sexo, amor.
Pueden enumerarse las cuentas del rosario de Bernarda Alba y sus cinco hijas hasta más allá de lo posible pues se trata de una sarta enorme, unida en sus dos extremos por una pesada cruz.
Cinco hijas ardiendo en deseos, rabias y carencias de amor; cinco hermanas enclaustradas por el dictamen de una madre atada a una letanía de rabias y soledades tras haber enviudado por segunda vez a los 60 años, y entonces decide vivir los siguientes ocho años en el más riguroso luto.
Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela son las hijas de Bernarda, la viuda apuntala entre su propia madre y dos criadas. Nueve estaciones de la mujer.
La mujer es el más grave de los problemas en nuestra sociedad, digo nuestra sociedad para referirme específicamente a la sociedad latinoamericana. El día que podamos vencer los prejuicios y hacer que nuestras mujeres vivan sin sobresaltos ese día seremos mejores pueblos.
La casa de Bernarda Alba es un valioso instrumento estético que puede contribuir a esclarecer la subjetividad femenina desde la sobreabundancia poética de la poética Federico García Lorca.
Bueno, instado por una amiga que sabía de mi entusiasmo por el trabajo de la Compañía Flamenca Ecos dirigida por Ana Rosa Meneses me llevó a ver lo que la agrupación estaba haciendo con La casa de Bernarda Alba.
Prefiero ir al teatro cuando hay función normal donde todo el que quiera puede entrar, no me gustan los ensayos generales ni los llamados working progres. Aunque el comentario que voy a hacer es sobre una función a la que asistí para un grupo nada más, no era siquiera un ensayo general, fue simplemente una descarga que mostraba lo que hacen con Bernarda Alba antes de su estreno.
Vi la propuesta en el Café Teatro del Bertold Brecht, por supuesto no es ese el espacio adecuado, no obstante resultó definitiva la presentación. Creo que una obra como esa no tendrá mejor escenario que el de la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
La casa de Bernarda Alba de la Compañía Flamenca Ecos es de las obras que prestigian al coliseo del Parque Central. Y es que el Lorca es una especie de santuario que debemos preservar para las artes escénicas. Descuidar ese escenario es faltar a la tradición de excelencia que ha tenido.
Lo digo sin ambages, no se trata de ser exclusivos ni excluyentes pero por memoria a todo lo que ha acontecido en el Lorca velemos por una programación de excelencia en ese teatro.
Si algo debo señalar a esta Bernarda es más esmero en la rostrificación como axial componente de lo actoral en el caso de la danza, la consistencia del rostro debe ser una cualidad en la danza pues desde él se complementa el trabajo afectivo de la expresión corporal. En el caso de Ecos puede utilizar en simbiosis con el flamenco otros registros danzarios que contribuyan a lo intensivo y reflejante del flamenco como suntuoso catauro de transculturación entre los troncos de la cultura occidental.
No creo que pueda existir la pureza en la danza; ninguna forma de danzar es autosuficiente; y, si lo fuera sería no una forma danzaria sino un monumento danzario, válido, pero no es el caso del flamenco y mucho menos de lo que hace Ecos.
En La casa de Bernarda Alba cada párrafo gestual puede suceder entre la imaginación y la memoria integradas en un nudo semiótico que transita de la enérgica fortaleza del flamenco hasta los diluyentes rasgos de lo más contemporáneo empapado de las definiciones de lo moderno.
Habrá quienes tilden a esta Bernarda de narrativa, esos serán quienes obsesivamente se niegan, por estar siempre en el trance intelectivo “post”, a narrar e “ilustrar” en una obra danzaría.
Podrán ver en esta Bernarda un designio ya superado por los tiempos post, hiper, inter y WWW quienes sufren de la gula por la reflexivo y la búsqueda neurótica de simbólicas ya sean impresionistas o expresionistas, pero lo que sí no pueden es dejar de ser simbólicas anuladoras de lo narrativo y trastrocadoras ad hoc de la formula aristotélica.
Los tan reflexivos, los que no conciban otra cosa que las abstracciones y el filosofar en la danza se espantan con la emocionalidad que pueda generar una narración y dirán que esta Bernarda cansa cuando cuenta a Bernarda, la que tanto conocemos desde los programas de Literatura Española de la Secundaria.
Los exclusivos y excluyentes no conciben el arte sin las marañas de abstracciones y los embelesamientos intelectivos; esos, más deleucianos que Deleuze, los que solo fabrican conceptos como modus operandis de singularidades exclusivas del creador desdeñando cualquier emocionalidad ensombresedora.
Decía Borges que “no deja de ser significativo que hablemos de contar un cuento y de contar hasta mil. Todos los idiomas que conozco usan el mismo verbo, o verbos de la misma raíz, para los actos de narrar y de enumerar; esta identidad nos recuerda que ambos procesos ocurren en el tiempo y que sus partes son sucesivas.” Este hecho tan axiomático, consideraba el autor de El Aleph había sido olvidado por la literatura en el siglo XX; y, podemos agregar que también ha sido, en ocasiones, soslayado por la danza.
Cuando se instaura una coréutica trastornada por la razón del intelecto y no es aceptable narrar se evidencia un síntoma de colonialidad que se constituye desde la teorías del fin de la historia y de toda narración o de todos los relatos como gusta decir a los intelectuales sabiondos que se quedan en la expresión del concepto sin contextualizarlo y lo dejan colgado de la brocha.
Hay que dejarse encantar con la sentencia pascaliana de que hay razones del corazón que la razón desconoce. No se puede perder la alegría de contar una anécdota con metáforas engendradas en el gesto de la vida que exorna a la vida.
Los únicamente comprometidos con la disquisición y el abordaje conceptual pareciera que desconocen que no hay texto definitivo y que todo texto en su inmanencia es narrativo.
Un texto será definitorio si tiene la fortaleza de la invención y de la memoria para anular la incredulidad o lo imposible. ¿Será eso la danza?
Debe ser incómodo para un coreógrafo tener que reflexionar tanto y buscar la potencialidad del gesto en otra cosa, digamos en la filosofía y no darse cuenta de las travesuras del indomable duende.
Fotos tomadas de la página de Facebook de la compañía