El más reciente estreno de Teatro de la Luna, Ocurre en domingo, tendrá una nueva temporada en la sala Adolfo Llauradó, desde el 15 de marzo y hasta el 7 de abril de 2019. Viernes y sábados 8:30 pm y domingos 5:00 pm.
Por Roberto Pérez León / Fotos Buby
Dice el kitsch: “Si lo tienes, presúmelo. Si no, fíngelo”
¡Qué bien que Teatro de la Luna nos haya puesto una obra en la Semana de Teatro Polaco en La Habana! Se trata de Ocurre en domingo, basada en el título La mayoría de los suicidios ocurre en domingo de la dramaturga Anna Burzynska, donde los personajes sufren y viven como polacos, sus motivaciones y frustraciones no son más que polacas, proceden de pueblos insignificantes en la geografía polaca y como siempre sucede, la meta es la capital y llegan a Varsovia a comerse el mundo.
En el montaje no asoma por ninguna parte que la situación dramática tenga visos de traslado o contextualización hacia otro lugar que no sea Polonia. Sin embargo, hay cubanazos. Bueno, está bien eso de “perro huevero aunque le quemen el hocico”, pero una cosa es con violín y otra con guitarra. Qué tanta necesidad tenemos de reafirmarnos a través de nuestros dicharachos, modismos u ocurrencias gestuales y lingüísticas. Cuando Clara, uno de los personajes, soltó el “¡congélate!” de la protagonista mala de la última novela brasileña en TV también yo me reí, como en las demás ocasiones en que se mete la cuchareta del cubaneo: ¿para decirnos que estamos viendo un montaje de una obra polaca con intérpretes cubanos? Podría ser. Pero no me convence, siento que con ello se distienden determinadas cualidades dramatúrgicas.
No obstante, con Ocurre en domingo, Teatro de la Luna sigue creciendo en mi admiración y respeto como colectivo teatral de sostenida creatividad y operante diversidad estética, fiel al activismo artístico ideológico que caracteriza al grupo como parte participante y autosostenible del mejor teatro cubano hoy.
La representación que hace Teatro de la Luna es de una práctica teatral esplendente en sí misma; además, tiene un substrato ético-social que puede ser profiláctico y terapéutico, en tanto los personajes de esta obra son paradigma de las relaciones humanas controladas y signadas por el kitsch.
El kitsch tiene mucho más que ver con lo filosófico, con lo ético que con lo estético; es una sensibilidad que nos bordea peligrosamente, donde la cita predomina y el manierismo diseña módulos de comportamiento obsesivo. Una emocionalidad incontrolada y exhibicionista es más kitsch que el gato Maneki-neko japonés.
El kitsch es un catauro de sensaciones y emociones esnobistas, vicios mentales, criterios mercantilizados, injerencia de lo cósico en el comportamiento humano cotidiano, estereotipos culturales, seducción por las manifestaciones de prestancia y reputación. Es algo así como si Mesié Julián, que no sabe inglés, que no ha estado en “parí” ni en “broguay”, se empeñe en ser chic y estar incluido en el Almanaque Gotha de la realeza europea.
Ocurre en domingo trata de los nuevos ricos. Entre nosotros ha sido advertido -desde los tiempos recitados por Luis Carbonel hasta los dueños de negocios particulares de hoy-, el afán por aparentar y esconder o borrar y hacer cuenta nueva como parte de cierta dinámica social para alcanzar dinastía. Hasta hubo un decir por ahí que adjetivaba los barrios habaneros, en sus inicios, a través de la gente que los habitaba o pretendían habitarlos: que si La Víbora era de los que fueron y el Vedado de los que quieren ser o Miramar de los que van a ser.
Es un molde que se transfiere de época en época y cada uno con sus particularidades. Hoy nos toca consumir. Esa es la bandera que tiene que ondear a todo trapo. El Consumo sirve para medir y mostrar linajes de pacotilla.
En la obra Ocurre en domingo, los personajes de Clara y Nicolás son modelos de comportamientos que arman un espléndido bucle kitsch; funcionan, en la práctica, controlados por la atroz singularidad del Consumo. Consumir como catarsis; parodia de poder y ser; insaciable manifestación de superficialidad. Estos personajes, cada uno por su lado, evitan confrontar la realidad, posponen el encuentro con la situación real, reprimen la verdad verdadera y se embarcan en un imperativo deseo sentimental sin atender a la razón.
El poder adquisitivo genera en Clara y en Nicolás una falsa conciencia, una actitud síquica disociativa; poder tener dicta necesidades y deseos, es la única posibilidad de existir llegados al punto donde está cada uno de ellos. Porque consumir es lo que más los acerca a la posición que envidian y pretende ostentar.
Consumir cosas y casas con confort, estéticamente no dudosas, para sentir que se posee lo máximo, lo “super”, para vivir la espléndida vida de un consumidor aceptado. Formar parte de la pantomima existencial del “nada está de más” del progreso. Recrear caóticamente a los que hay que imitar. Aparentar pertenecer a otros estamentos económicos, culturales, sociales. ¿Y tu abuela dónde está?
Bueno, bajo estos presupuestos existenciales se mueve Ocurre en domingo, el más reciente montaje de Teatro de la Luna que dirige Raúl Martín. Por cierto, se anunció en tres únicas funciones en la sala Llauradó. ¿Por qué tres nada más? Estamos ante una propuesta teatral con propiedades que hacía mucho no teníamos todas juntas en un escenario. Me explico.
Cuando veo que se tratar de reproducir en escena la realidad cotidiana con pelos y señales, me surgen muchas dudas sobre la calidad artísticas de una puesta. No me satisface el teatro que reproduzca la vida, me interesa más el que es un acto de resistencia, una invención que se atreve a decir lo que es.
Como no hay telones en nuestras salas de teatro o no se usan nunca, cuando entré a la Llauradó me ericé al ver en el escenario una ducha con agua y todo, una tasa de baño con papel higiénico y todo. Me preocupó esa artillería doméstica pese a la impactante composición global del espacio escénico que se mostraba. Y es que delante del inodoro y la ducha se levantaba una enorme tela de araña con una fuerza sígnica tan atrayente, que desataba conjeturas sin haber comenzado la representación.
La concepción y realización escenográfica es imperativa en la propuesta espacial y estética de la puesta; la ficcionalización del espacio escénico, concebida por Raúl Martín, demuestra la cualidad heterotópica del teatro en este trabajo de Teatro de la Luna.
El concepto visual comprende la multiplicidad de vistas con nítidos contrastes desde un mismo plano; se juega con disposiciones asonantes en la composición desde lo frontal hasta el fondo, incluyendo la altura misma del escenario donde se arma un espacio de insospechadas posibilidades dramatúrgicas, donde radica Alexa, el tercer personaje, el que hace que la obra, por su despliegue semántico y semiótico, tenga una fuerza explosiva distintiva. Sin Alexa, la puesta puedo haber sido un buen montaje de texto con una destacada acción corporal coreografiada.
Así que, Ocurre en domingo cuenta con tres personajes: el personaje de Clara lo hace Yaikenis Rojas, y el de Nicolás, Luis Manuel Álvarez; ellos acompañan a Alexa que más que un personaje es un hecho escénico a cargo de Laura de la Caridad González. ¿O es Alexa quien los acompaña a ellos? Entre los tres se mueve la charada de la historia en esta enunciación escénica de tanta enjundia estética y funcional.
Luis Manuel y Yaikenis tienen discursos actorales autónomos pero interdependientes. El da un Nicolás como armónico boceto de hibridez poética; ella, Clara, es epigramática en sus sentencias y narratividad gestual. Ambos están sobrados en escena. Me di gusto aplaudiéndolos sin descanso. La concrescencia entre ellos es de sobresaliente significatividad escénica, a pesar de que estoy hablando sobre la puesta del estreno donde queda aún por limar algún que otro tropiezo.
Las actuaciones son de una ludicidad maravillosa. La teatralidad infantilizada es un peligro y tendencia imprecisa en casos de montajes para niños, y no es este el caso, pero justamente en este caso, Nico niñea y resulta de encanto al lado de la perspicacia y la agudeza de la Clara. Cada uno por su lado trastea en la naturaleza oculta del otro.
Por su parte y casi aparte, pero como presencia imprescindible, está Laura de la Caridad González, al piano, ella es Alexa. Pero Alexa es un engendro tecnológico que acompaña la cotidianidad de los personajes, desde la alarmante artificialidad de un artefacto digital. El piano forma parte del artefacto que es Alexa; y, entonces, Laura de la Caridad Gonzales canta, hace bailar, advierte, recuerda, acompaña a jugar. Alexa es una delicia de personaje; establece consonancia y disonancias dramáticas en su expresión sonora; no acompaña, ni describe, centraliza desde la objetividad de su emisión la subjetividad de los personajes o a la inversa, según venga al caso. Como componente sonoro Alexa dinamiza dramatúrgicamente, es un impulso dramático en la consecución de las imágenes, los sentimientos y las emociones de Clara y Nicolás. Alexa es la banda sonora en vivo y en directo; y, sin embargo, parece una sombra, teje complejidad y refinamiento a la puesta, da un cromatismo de disfrutables afectos y efectos.
Existe un magnetismo singular a través de toda la representación dado por la habilidad que Raúl Martín tiene para concebir el encadenamiento de los cuerpos en escena. Esta vez la ósmosis entre lo danzario y lo actoral es una estructura relacional esencial en la dramaturgia global de la pieza Ocurre en domingo.
Los movimientos coreográficos elevan el voltaje de la performance actoral; destellan los cuerpos en una gestualidad nada decorativa ni ilustrativa. Lo coreográfico pone un agregado a lo lúdico y se siente una dramaticidad implosiva en las actuaciones tanto de Nico como de Clara. El discurso corporal en su expresión coreográfica es tan efectivo como si en realidad se hiciera danza: disloca, perturba. Raúl Martín, además sabe coreografiar y explota el capital corporal de sus actores.
Por otra parte, la cierta desnudez que se maneja en la obra forma parte consistente de la estructura artística, facilita la relación discursiva entre los personajes; el erotismo también contribuye al reconocimiento de esa estructura y ayuda a andar por los rincones de la relación entre Clara y Nico.
Ocurre en domingo es un acontecimiento en nuestras artes escénicas ya casi terminando 2018. Me hacía falta un suceso de tamaña pertinencia teatral. La red de signos de esta puesta, en su materialización, nos conduce a una visión semiológica donde lo energético es estructurador. Por la intencionalidad y efecto esta puesta es un banquete de sentidos.
Teatro de la Luna, ¡Gracias!