Recarga de fin de año con Teatro del Viento

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Las funciones de No tengo recarga continuarán en la sede de Teatro del Viento, la céntrica sala Tassende, hasta el 30 de diciembre

Por Yanetsy León González

A Teatro del Viento le quedan alas y ahí está, con heridas y cicatrices, pero ya despide este año con No tengo saldo. Lo hace con temporada hasta el 30 de diciembre a las nueve de la noche en su sede a medio reparar.

De la obra original quedan el título, retazos del texto y el desgarramiento de dos actrices, Ana y Aracelia, con el peso en sus hombros de un grupo otro, memoria viva de un tiempo otro, aliento de un colectivo otro que forjó con el liderazgo de Freddys Núñez Estenoz, este proyecto de 23 años devenido leyenda urbana y suceso comparable con un estallido social.

“Llevamos cerrados tres años. Decidimos reabrir el teatro aún en la precariedad”, explica Freddys del demorado proceso de reparación del Centro Cultural José Luis Tasende, mientras los espectadores encuentran la luneta o el espacio en el piso e incluso en el escenario. A todos ofrece el Discurso de la reconciliación.

En la hora y media del espectáculo hay música y dosis de tiempo mental en las reflexiones acerca de la inutilidad ahora de aquello que nos hace felices. Es un manifiesto también este No tengo saldo en el nuevo contexto de las estampidas, de las ausencias, del desaliento. “Aquí estamos, pa’ lo que sea”, dice a coro el elenco de nueve actores.

A un rato de esa primera función no pienso en nada técnico, ni siquiera en el gusto de quienes resuelven situaciones en la escena a base de llanto. Solo quiero aplaudir la terquedad de un director que rearma su alma, su hogar, porque solo a través del teatro reafirma la ética de una poética, la marca de su generación.

Como plegaria por una Cuba de más bienvenidas, la obra une arientes y parientes del Viento en Camagüey. Ya no somos los mismos, pero encontramos el aliciente de aquellos empecinados en recomponer las piezas que mueven las alas de un grupo anclado en imaginarios y realidades de una ciudad, de un país por el que pide, con la banda sonora del sollozar de su público, que el próximo año no nos falte el amor.

Foto: Cortesía de Teatro del Viento