Grettel Morejón, primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba, tuvo a su cargo el mensaje por el Día Internacional de la Danza leído esta mañana como parte de las actividades en el Teatro Nacional de Cuba para conmemorar la fecha.
Me han dado la palabra. Confieso que tengo sembrado en el pensamiento aquel acto de desagravio de Alicia y Fernando como una declaración de principios, en un tiempo de definiciones
La danza cubana que disfrutamos hoy: prestigiosa e internacional, se consiguó al calor de una revolución cultural, que no fue solo una revolución de las artes sino un movimiento integrador que sacudió y cambió la vida espiritual de la nación.
Despertó inquitudes que estimularon el intelecto, derribando barreras y diferencias sociales. Emprendió un camino que transformó la mentalidad de toda la sociedad y conectó al hombre con sí mismo, y con sus nuevas prioridades más sensibles, más humanas.
Nuestra nueva danza, aquella que se refundaba, bebió de las raíces del pueblo cubano. Sus fundadores trataron de acercar el arte a la vida del ciudadano común: llevaron la danza a las fábricas y los surcos, a los bateyes, los barrios.
En este proceso el cubano descubrió un lenguaje disfrutable, capaz de expresar sus aspiraciones y energías mas potentes: personales, y de la Nación.
Esta pandemia me regresó al origen, cuando la danza antes que arte era solo un lenguaje, cuando los ancestros primitivos bailaban para expresar sus alegrías como la lluvia y la caza, o para rogar por sus desgracias ante la sequía y el hambre. Los artistas cubanos no solo nos debemos a los aplausos, tenemos otros compromisos humanistas.
Deberíamos proponernos repensar el camino. Y, como la idea del eterno retorno, llevar la danza cubana al lugar que la hizo genuina y amada: regresar el pueblo.
Todo bailarín cubano, toda danza cubana debe saber que forma parte de una cultura de resistencia que ha sabido interactuar y aprovechar lo mejor de otras foráneas y convertirla en propia sin plegarse a ninguna.
Hoy, como nunca, la guerra es cultural. Funcionarios, directores, coreógrafos, maitres, bailarines… debemos tener una lucidez preclara para proyectar el camino, para desahacernos de la hojarazca, para refundar a partir del valioso legado y de esta manera seguir acompañando a nuestra gente, que en el caso cubano son, incluso, aquellos que no están en los teatros, aquellos que quizás no saben cuánto lo necesitan.
Hay que acompañar y enamorar, porque la danza -como una vez lo hizo en Cuba- está para salvar, para proponer, para sembrar.
Nuestra generación debe desprenderse de nombres y egos, nuestra generación debe trabajar para que en algún tiempo futuro, otra, fértil y comprometida, continue el camino.
Foto de Portada: Grettel Morejón en Don Quijote. Tomada de su perfil oficial en Facebook.