Por Valia Valdés
Pocas veces Herminia Sánchez ha visto impreso su trabajo como escritora. Gracias al interés de la UNEAC ha salido de imprenta su libro: Teatro de fuerza y candor, publicado por Ediciones UNION, resaltando los méritos que la hicieron acreedora del Premio Nacional de Teatro 2019.
El texto describe sus primeros años, desde Barcelona hasta distintos barrios habaneros, los pasos que la llevaron al escenario y la efervescencia creativa que caracterizó el movimiento teatral posterior a 1959, la cual dio la bienvenida a nuevos autores, actores, directores, novedosas técnicas y que permitió, gracias al apoyo de la revolución triunfante, profesionalizar a jóvenes teatristas, instruyéndolos en el rigor y la preparación más completa.
Habla desde la pedagogía, pero también “pá la calle”, como diría ella misma.
Resulta conmovedora su descripción de la primera experiencia teatral en las montañas villareñas de la mano de Sergio Corrieri, suceso que abrió las puertas a otras similares que, extendiéndose al Oriente del país, la Isla de la Juventud o la Ciénaga de Zapata, han permitido visibilizar la vida y problemáticas de regiones alejadas de los centros poblacionales.
De citadina actriz exitosa a hambrienta dramaturga, así podríamos caracterizar su estancia en las montañas del Escambray, haciendo teatro, cortando caña y germinando ideas.
Su interpretación del Teatro Rudo de Peter Brook, buscando en el puerto temáticas esenciales y personas más que personajes, siempre acompañada por Manolo Terraza, resulta su orgullo mayor, la expresión de su sentido de pertenencia. Según Dora Alonso, en el texto de Amante y Penol, “lo vulgar se asentó en un sitial de belleza innata”. Así atrajo al teatro a la familia del puerto, gracias a la labor del grupo de Participación Popular.
Varios fueron sus intentos por llevar al escenario las preocupaciones de la gente común y contribuir al mejor funcionamiento de la sociedad. Hoy quizás algunos denigran esos esfuerzos, enmarcándolos dentro de la corriente del realismo socialista, pero en esos sueños invirtieron sus energías nuestros padres y, aunque se han olvidado los logros de aquellos años, me parece valioso recordar lo útil y satisfactorios que resultaron para el público. Un público coloreado de una heterogeneidad que hoy nos falta.
Su labor como docente, sus destacadas actuaciones en distintos medios, amores, triunfos y pérdidas, están recogidos en este libro, fácil pero difícil.
…” Eran los extensos laureles, que dan sombra al Paseo que guardan los leones…”
Así describe Herminia, la vista desde la terraza de su apartamento en Prado y Colon. A pesar de la altura de sus 87 escalones, ya imposibles para sus 97 años, la señora actriz sueña con hacer de su sala un espacio teatral, no ruega por atención, piensa, rememora y aguanta. Carácter tiene de sobra para junto a Manolo recordar a los ausentes y contemplar la vida.
Foto de Portada: Buby Bode