El espectáculo de Teatro del Viento ha tenido una masiva asistencia de público que, con 18 funciones y más de 140 personas por cada una, continúa provocando una especie de conmoción social en Camagüey
Por Kenny Ortigas Guerrero
Permítanme antes exponer algunas ideas para llegar al pollo del arroz con pollo.
El teatro todo lo puede, como el arte en sentido general. Precisamente su capacidad de construir universos que dentro de la representación se muestran verosímiles, da una oportunidad única no solo al creador, si no a los espectadores, de asistir a un fenómeno único e irrepetible.
Es condición inherente del hombre la búsqueda de horizontes, aspirar a la realización plena de proyectos de vida, y el teatro, brinda espacio oportuno no solo para hacerlos concretos dentro de la ficción, también pone sobre la mesa puntos de vista y cuestionamientos que estimulan un pensamiento transformador que coadyuva, fuera del espacio escénico, a tener diversas perspectivas y a la formulación de criterios que inobjetablemente mejoran nuestro funcionamiento como seres individuales y sociales.
Dados estos elementos no queda ninguna duda de que el teatro moviliza a las personas a disfrutar de sus misterios conmovedores, esa es otra importante razón, una vida sin nada que nos conmueva, es una vida vacía. Es indispensable padecer, amar, sufrir, soñar… y nos acercamos al mundo de las tablas a sabiendas de que ahí encontraremos todo eso.
Por supuesto que estas consideraciones se ajustan al goce estético que presupone disfrutar de una obra artística que contenga todos los ingredientes necesarios para estimular y hacer volar nuestros sentidos. El teatro es un hecho espiritual y social, coloca sobre el tapete opiniones que a veces por tabúes asumidos no somos capaces de afrontarlas en la realidad cotidiana. Es, además, una de tantas herramientas de expresión que usamos para comunicar y sí, por qué no, para buscar consenso.
En teatro esperamos encontrar la verdad de las cosas, intentamos darle sentido a la existencia. No se pueden desconocer los orígenes, en la comunidad primitiva y las sociedades totémicas, la magia se fundaba en la idea que: creando la ilusión de que uno controla la realidad, se puede efectivamente ejercer el control de la realidad misma. Ahí nace el teatro y hasta el día de hoy sentimos que nos poseen energías renovadoras cada vez que salimos de una representación.
Llego a este punto intentando descifrar un suceso que, aunque no único en el teatro cubano, si destaca por estos tiempos en la escena teatral camagüeyana y se relaciona directamente con Teatro del Viento y su espectáculo To ta bien. Ya escribí sobre él en una ocasión, pero esta vez quiero enfatizar sobre la masiva asistencia de público a este espectáculo, que con 18 funciones y más de 140 personas por cada una, continúa provocando, pudiera decirse, una especie de conmoción social. ¿Por qué la sala permanece llena, por qué repiten muchas personas en las funciones?
Constantemente deseamos converger en rituales, perfectos espacios para establecer comunión los unos con otros, nos es impostergable y más aún en los actuales momentos de crisis mundial de los paradigmas, donde además una pandemia nos ha alejado del contacto físico, es preciso reunirnos para comulgar conceptos y socializar. De esa manera también actuaban las tribus de antaño, sus encuentros ante un hecho místico y mágico, el ritual, unificaba la comunidad y le aportaba energías para enfrentar los retos que natura les imponía.
Un espectáculo como To ta bien, que en su concepción artística habla descarnadamente de los problemas de hoy, los que directamente resquebrajan la estabilidad y nos imponen la incertidumbre a cada paso que damos, ha sido la puesta en escena que convoca a reunirnos como en una gran ceremonia ancestral, es el resultado de muchos procesos de prueba y error.
La puesta en escena de Freddy Núñez Estenoz está despojada de la teatralidad recurrente, para erigir nuevos vínculos con el público y eso es uno de sus aspectos más atrayentes. Muchos no lo ven como un espectáculo teatral, si no, como la prolongación de su propia existencia.
To ta bien como toda obra, no tiene la verdad definitiva, tampoco la tenían aquellos cazadores que luego de recibir la unción por el sacerdote o chamán, se lanzaban a la batalla, donde en no pocas veces salían perjudicados. Pero como todo acto de fe, el teatro revitaliza el comportamiento y, en su diálogo polisémico, te ayuda a meditar.
El teatro como ritual también es ciencia, la magia así se constituía cuando no se encontraban las explicaciones para diversos acontecimientos. La influencia del arte en la psicología de masas es perfectamente aplicable a este caso, en lo que se denomina «el alma colectiva». Al pertenecer a determinado grupo social, se crea un sentir y pensamiento comunes sobre el contexto en que se desenvuelven y Teatro del Viento pone en boca de sus actores- performers ese sentir colectivo y universal como pieza incisiva de To ta bien.
En la antigüedad, la magia encerraba la certeza de que el mundo podía cambiarse por la actitud subjetiva del hombre hacia él. ¿Quién dice que ese cambio no depende de la actitud que podamos asumir aún en las peores de las situaciones? Algunos piensan que To ta bien resulta un tanto pesimista, pero por el contrario opino que luego de la catarsis y de purgar las bajas pasiones, el alma queda limpia para enrumbar la marcha, ¿acaso los rituales de sacrificio o la misma tragedia griega no nos mostraban esos signos?
No hay que temer al drama, a lo que dice, hay que temer a lo que está dentro y que ya sale a la luz cuando está carcomido sin tiempo de salvarse. Teatro del Viento nos pone en presencia de un auténtico ritual contemporáneo donde todos los viernes y sábados confluyen cientos de personas con la premura de reencontrarse con la fe y continuar desentrañando los caminos de la verdad. Un ritual con bases en sus estructuras originarias, y recordemos, esos momentos eran los que mantenían a salvo la tribu.
Volviendo al “alma de masas” aparece el concepto de sugestionabilidad, donde el ser humano se contagia y pasa a ser hipnotizado por las acciones de los otros, y esta cadena parte de la seducción de los actores hacia el público presente y este a su vez sale del teatro y comenta a otros sobre la experiencia vivida. Así los eslabones se fortalecen y la voz corre de tal manera que lleva implícita la garantía de asistir a un momento tan efímero como excepcional.
Nuestra sociedad requiere urgentemente de esos lugares de encuentro que nos llevan a ser mejores hombres y mujeres, no podemos permitir que los «rituales» de la falsa creencia, de la desnaturalización y de la banalidad se apoderen de nuestra corta estadía en la tierra. Es pertinente el reencuentro con el pensamiento crítico, revolucionario, transformador, inteligente, transgresor y audaz… y el teatro nos acerca a ellos, To ta bien conversa desde ellos. Ese sería para cada día, sin lugar a dudas, un excelente ritual.