Search
Close this search box.

«Vámonos a Marte»: Inversión de “La Odisea”

image_pdfimage_print

Durante los fines de semana de octubre continúan las funciones del espectáculo Vámonos a Marte, de Teatro La Perla, en la sala El Ciervo Encantado

Por Frank Padrón

El regreso ha signado la literatura desde la tradición oral. El proceso agonizante que constituye el retorno del héroe magistralmente resumido por Homero en La Odisea, fue precedido por cientos de aedas y bardos anónimos que cantaron a ello, algo que el teatro no dejó de incorporar bien tempranamente.

Pero el viaje precedente, la ida no menos aventurera y audaz, también caló rápido en las escrituras, lo cual continúa y no se detiene. Exilios, diásporas, éxodos, destierros, tentativas de mejoramiento, prueba de segundas oportunidades han engrosado la literatura -lírica, narrada, dramática…- con no menos fuerza. El viaje de ida entonces, con o sin retorno, individual o colectivo, es una realidad internacional e intemporal que, por supuesto, sigue encontrando eco en las páginas de no pocos autores.

Vámonos a Marte de Gessliam Suárez, es una parábola sobre el tema; sin embargo, es mucho más, como quiera que la autora focaliza posibles causas del intento, los porqués de la evasión real o imaginada pero también se detiene en ese otro viaje que comienza en el seno materno y cuyo vínculo – entre progenitora e hijo- es indestructible a lo largo de años y travesías.

Mediante viñetas aparentemente inconexas, asistimos a testimonios de una madre, a anhelos, proyectos, desarrollo de un niño que crece en todo sentido y en diferentes planos temporales y narrativos, arman un continuum, un discurso de retroalimentación y viaje –otro- a la semilla.

El tono elegido, en buena parte del discurso, es la ironía; Suárez emprende una parodia que, anclada en la profesión del hombre ya formado (músico) satiriza la banalidad de ciertos programas “de variedades” –el de cocina es imperdible-, incluida conductoras inefables; los maratones de karaoke, las imposturas de toda laya.

Pero el “chucho” no implica renuncia a la seriedad explícita, al tono grave que inicia con esa invocación a un Yahvé femenino, materno, sentando la importancia dramática de la madre en el coming of age (relato sobre llegada, aprendizaje y desarrollo de la adolescencia) que es también, y tanto, el texto.

Mariam Montero con su compañía Teatro La Perla aprovecha las peculiaridades, los entresijos lúdicos de la letra para erigir una activa sesión de cabaret teatral, en el que grupos como El Público, Teatro de la Luna o El Portazo han sentado cátedra. De ahí la importancia que reviste la banda sonora, ejecutada en vivo por el tecladista Ramón Leyva, incorporando piezas de culto para varias generaciones, desde las poéticas de Pink Floyd o The Beatles; las  certeras luces de Alejandro Cañer sumadas a la diversidad cronotópica del relato, tan bien entendida por el diseño escénico de Virginia Karina y la realización de Roberto García, que contempla movimientos donde el sentido coreográfico y la exploración inteligente del espacio logran  concretar el dinamismo y la energía que encierra la escritura, incluyendo oportunos y bien insertados segmentos audiovisuales (algo de lo que ahora se abusa con frecuencia).

Por otra parte, la puesta es un alarde de despliegue histriónico por parte de los actores, quienes se desdoblan en la bitonalidad del registro –humorístico/serio-  con verdadera ductilidad; la propia directora ( la cual ideó además un vestuario que se suma a la plataforma paródica de muchos pasajes, como se ha dicho) se incorpora a un elenco donde la autora y protagonista (Gessliam) despliega sus dotes tanto para la comedia como para el drama más visceral; su hijo, también en la vida real, el niño Diego Henríquez, ha heredado sin dudas los genes y ya (de)muestra sobradas condiciones; Rolando Rodríguez, tan notable cantante como actor, y Annieye Cárdenas, reafirman su clase.

Vámonos a Marte tiene lugar en un escenario que le presta una compañía afín, como quiera que sobre este desarrolla textos no menos agudos y motivadores, dentro de la estética del performance: El Ciervo Encantado. A ese grupo-sitio, como a Mariam, Gessliam y Teatro La Perla, debemos agradecer un buen rato que hace suya la divisa bretchiana de divertir enseñando.

Fotos tomadas del Facebook de Mariam Montero