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Una voz necesaria

La Caja Negra pretende para Santiago de Cuba un estímulo capaz de remover las formas de entender la escena y una sacudida que saque al teatro de su espacio oscuro y limitado.
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Por Jose Brito Cordero

El actor es
un metafísico en la sombra, punteando un instrumento, punteando una cuerda de alambre que da sonidos que atraviesan súbitas rectitudes, por entero
conteniendo la mente, bajo la cual no puede descender,
más allá de la cual no tiene voluntad para alzarse.
Wallace Stevens

I

Es importante pensar el teatro desde los diferentes contextos en que se localiza, de ello depende la importancia de cada proyecto y cada espacio que se geste. Encontrar los puntos de fuerza y debilidad en cada región (entiéndase poblado, provincia o país) resulta una labor necesaria y vital. De eso depende que no nos repitamos y seamos capaces de darle al lugar donde vivimos una propuesta diferente y un aire renovador.

La búsqueda banal de la novedad es peligrosa y no se ha de andar buscando lo nuevo porque sí, sino que se ha de ir a la esencia primaria de nuestros impulsos para extraer de ahí lo que nos define y darle forma y contenido artísticos. En esa búsqueda, y solo entonces, lo nuevo que aparezca vendrá dotado con la fuerza de lo peculiar. En esa pequeña germinación hay vida y la vida se respeta y alimenta.

Leviatán. Foto Belice Blanco

II

Creo que el Grupo de Experimentación Escénica La Caja Negra de Santiago de Cuba, aparece en la escena dotado de estas advertencias anteriormente señaladas. Es un pequeño grupo que, enmarcado en la vorágine cultural de una ciudad como nuestro Santiago, ha sabido denotarse con letras precisas y con una propuesta tangencial a lo habitual. En esa parte oriental de nuestro país, si bien hemos tenido colectivos, actores y actrices que han apostado por la búsqueda de alternativas escénicas complejas y diferentes, la generalidad ha sido un apego a las formas tradicionales y folclóricas de entender el teatro. Entonces; el teatro ritualizado o el ritual teatralizado, la oralidad, el teatro de relaciones con su cercanía a lo africano y a la gente del pueblo que baila la conga y entona un himno de batalla o religioso, la ceremonialidad de los santos patrones y la heroicidad devenida realismo escénico, son peculiaridades de la teatralidad santiaguera. De ahí que la propuesta de Juan Edilberto Sosa como líder de La Caja Negra sea tan certera y necesaria.
Este proyecto viene a significar para Santiago una fuerza nueva llena de directrices para entender la pluralidad y la mixtura en una región donde está todo mezclado. La novedad de La Caja Negra viene inspirada por maestros que han sabido dejar para las generaciones un legado artístico decisivo. En la poética de este grupo coexisten la sabiduría y la intensidad de maestros como Grotowski y Meyerhold junto a la escisión que proponen Fischer Lichte, Rodrigo García y Angélica Lidell por citar algunos referentes. De ahí que logremos apreciar en las obras de este grupo un trayecto marcado que va desde lo intrincadamente personal como en El deseo (otro panfleto escénico), hasta Leviatán que cierra la trilogía «Cómo se llega a ser lo que se es.»

III

La Caja Negra pretende para Santiago de Cuba un estímulo capaz de remover las formas de entender la escena y una sacudida que saque al teatro de su espacio oscuro y limitado. En sus propuestas, los chicos de La Caja Negra trascienden los espacios para llegar a más personas, es por ello que en una obra como Bonsái, salieron a la calle como parte de una propuesta performativa y audiovisual para que el teatro no quedara dentro de la cámara negra. Además, presentan una búsqueda constante dentro del propio lenguaje escénico para fusionar esa identidad con otras como el audiovisual y la performance.
En Bonsái Juan Edilberto propone una mezcla entre estos lenguajes para mostrar un discurso que va de la sociedad moderna, la incomunicación, el deterioro de los valores generados por el trabajo y la angustia de la superficialidad. Este espectáculo-performance-audiovisual propone al espectador la posibilidad de cuestionarse su entorno y sus actitudes.

Bonsái. Foto Frank Lahera

IV

Desde su fundación, el grupo aboga por la irreverencia contra el estatismo y la pereza creativa. Sus fuerzas están centradas en generar espacios de intercambio con los espectadores y a menudo realizan lecturas dramatizadas, espacios de comunicación teórica y práctica y presentaciones de espectáculos. Desde su accionar en la AHS santiaguera han consolidado lo que, a mi modo de ver, es uno de los aportes decisivos al panorama cultural de la ciudad: el Evento de Teatro Experimental DESCONECTADOS A 969.
Este evento defendido por La Caja Negra trabaja para dar voz y relevancia a un movimiento que aúna a creadores de todo el país que trabajan en una dirección alternativa de creación. El encuentro convida al análisis de procesos y a la desarticulación de mecanismos que den luz a diferentes maneras de hacer en estos momentos. Desconectados no es más que un acto de compañía en la que, una minoría defensora del teatro de experimentación, se busca y se encuentra para comulgar juntos la vocación hacia lo diferente, lo poético y lo profundo (cuestionado la mayoría de las veces). Este evento es una marca de resistencia a los patrones hegemónicos que se validan en otros festivales nacionales e internacionales.
V

Santiago y Cuba necesitan un grupo como La Caja Negra que sepa hablar con argumentos y timbres propios en función de una cultura de lo diverso. Se necesitan voces jóvenes que dialoguen contra lo muerto y contra las fórmulas enquistadas en procedimientos probados por décadas y décadas. Juan Edilberto esgrime una manera peculiar de usar el idioma y los conocimientos aprendidos; en Leviatán propone una estructura teatral marcada por los espacios. Son los espacios los que determinan las escenas. También se apoya en las luces y personajes como núcleos determinantes de esa estructura.
Esta obra habla de la ciudad, de Cuba, del mundo y la humanidad toda englobada en la figura de ese deambulante (loco) que vive en la basura. Leviatán propone no quitar la vista de la poesía aunque esté formada por trastos viejos y comportamientos espantosos. En el espectáculo los “locos” van conformando con sus diferentes comportamientos, acciones y elementos, el imaginario de un pueblo que convive con Dios y se cree Dios al mismo tiempo, un pueblo que revende la historia y las mercancías como pacotilla de quinta, de un pueblo que ama a los animales y ama decir palabras groseras, de un pueblo que construye y luego destruye, de un pueblo que crece y alumbra otros pueblos. Leviatán es la paradoja y el dilema de nuestras manos y nuestro cerebro.
La obra nos lleva hacia el interior de las esencias humanas y, como en Charenton de Peter Brook, realizamos una estancia dentro del manicomio que es el mundo, que son las calles, que es la mente humana. Los actores en Leviatán realizan un complejo viaje de subsistencia contra los personajes y a su vez se dejan penetrar por ellos sin ser consumidos. En esta obra se aprecia una lucha a muerte entre el actor y este personaje que lo empodera a la vez que le quita la voz. Juan supo crear estas batallas porque el montaje propone un transcurrir asombroso de los personajes por su cotidianidad. Todo el tiempo los actores actúan y aun cuando no son vistos, cuando no hay luz sobre ellos, cuando están en quinto plano escénico, aún así continúan actuando y viviendo la intensidad de la locura.

Y los peces salieron a combatir contra los hombres. Foto Marvin Rodríguez

VI

En la agudeza y fortaleza de sus miembros para permanecer radicará la valía de este colectivo que ha demostrado ya la intensidad de sus propuestas. Me alegra que Santiago tenga un grupo de jóvenes capaces de entender que por vías alternas se puede crear para ser útiles. Es importante saber mirar para cuidar lo nuevo, proteger la diferencia, empoderar lo necesario.

En portada: Deseo (otro panfleto escénico). Foto Frank Lahera.