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La danza contaminada: mirada a la práctica dancística desde una perspectiva compleja. (Caminos hacia un sujeto danzante activo)

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Por Odwen Beovides González

Desde el pasado siglo, un nuevo paradigma epistemológico comenzó a instaurarse en la praxis artística y sus teorías acompañantes. Una red de interconexiones ha venido creando condicionamientos y determinaciones que favorecen la transdisciplinariedad, extendido los márgenes de lo “científico-académico”. El arte de la danza no se ha quedado al margen.

La ampliación de tradicionales generalidades en la creación danzaria, su puesta en circulación en importantes centros hegemónicos de visibilización, la disolución del rol del coreógrafo como autor totalitario de la pieza, etc., condicionan la asunción, apropiación y generación (en menor medida), de variaciones conceptuales aplicadas al arte de la danza.  Desde la literatura hasta el arte teatral, pasando por sus respectivas teorías, la mezcla de los límites entre unas y otras manifestaciones, nos conducen a la inevitable “contaminación” artística.

Anotado por historiadores del arte, críticos y creadores, resulta más que evidente la mutación de lenguajes en su propia mixtura y complicidad. Ahora, poco sentido tendría el pretender hablar de “pureza” en el arte. Desde las últimas décadas del siglo XX, entran al lenguaje de la crítica los aportes de diversas corrientes filosóficas y estéticas; asimismo, el pastiche, el travestismo, la fusión, inciden en la propia identidad espectacular de la danza. La escena contemporánea demanda reflexiones permanentes; ya nada asegura la eficacia resultante de un proceso aun cuando haya sido muy rico su acontecer. Mucho más, sí asumimos que estamos ante un panorama en que los flujos de información se presentan de manera interconectada y los espacios de discusión (la escena) transitan en los márgenes desdibujados de las ya en “desuso” disciplinas modernas; la emergencia de la danza contaminada es un hecho. Danza en su contaminación lingüística, genérica, disciplinar y donde el movimiento del cuerpo en el espacio es sujeto que, igualmente, necesita ser repensado.

En nuestro contexto fue Marianela Boán quien, con la creación de su compañía DanzAbierta en 1988, nos dejara claro la significación del término desde la perspectiva espectacular escogida para hacer su danza contaminación de muchos referentes. La coreógrafa nos solicitaba ampliar la percepción de la danza desde una panorámica holística. Hablar de mirada holística, es inferir la línea de pensamiento complejo, un concepto desarrollado por Edgar Morin:

ve el mundo como un todo indisociable y propone abordar de manera multidisciplinar y multirreferenciada para la construcción del pensamiento, contraponiéndose a la causalidad para abordar fenómenos como una totalidad orgánica.  Morin. E (2006, p. 18)

Es desde esta configuración que comprendo la noción de danza contaminada, visión compleja para pensar el fenómeno. En él, los conceptos tradicionales se resemantizan y el vínculo sujeto-obra aparece como una correlación en la que ambos se presuponen y determinan. Pues, la vida cambia y el conocimiento forma parte de esa transformación. El arte influye en el hombre y lo transforma, amplía su horizonte y visión del mundo. La danza es algo más que movimiento corporal; el accionar del cuerpo trasciende los límites de lo inusitado, “eso es danza”, en el sentido más amplio que pueda darse a la frase y desde todos los ángulos de análisis posible. Movimiento, (más allá de movimiento corporal y desde su significado) implica cambio.

Si el desarrollo tecnológico condujo a que la humanidad adquiriese otra forma de pensar, de ver la vida, de ver el arte; invadido por artefactos diversos, es imposible negarse a estas corrientes, verlo todo como eterno. Una nueva proyección hacia el futuro es imprescindible, obras plagadas, contaminadas de signos, símbolos de diversas artes conviviendo dentro de sí, formando una sola. Se vuelve indispensable darle un nuevo enfoque a la danza y al proceso de creación: rediseñarlos e impulsar a las personas a hurgar fuera del movimiento corporal, ese mundo cinético y corpóreo. El bailarín, para ser el verdadero eje central de la obra, debe estimular la imaginación y enriquecer la mente, así deja de “ser” de la danza para “ser” en la danza, es decir, convertirse en un sujeto danzante activo. De igual manera veremos la obra danzaria como generadora de nuevas corrientes estéticas y centro de confluencias en su correlación sujeto-obra en la danza contaminada.

Marianela Boán en Blach Dubois. Foto Archivo Cubaescena

La danza contaminada y la complejidad

Para hablar de danza contaminada en la contemporaneidad, superamos el supuesto esnobismo. Es una necesidad real, si observamos el quehacer de coreógrafos y bailarines a causa de la cantidad de información generada por los medios y la emergencia de nuevas visiones a nivel mundial, advertiríamos lo necesario al asumir una mirada desde la perspectiva compleja.

Al colapsarse la noción de una identidad discursiva pura en la danza, tras el acto contaminador de sus expresiones, se ha dado paso a identidades emergentes distintas, buscan ellas modos propios de concretar su corporalidad en este mundo, por demás complejo. Porque el arte de la danza es también un entramado de construcciones simbólicas del presente, donde el cuerpo físico del bailarín ya resulta estrecho para asumir otras nociones de pensamiento más complejas desde donde explicar y entender los caminos que atraviesa en la actualidad la práctica de la danza.

Las tradicionales divisiones entre las diferentes disciplinas artísticas dejan de operar. Hoy, los coreógrafos hacen uso de todos aquellos lenguajes que mejor les permitan expresar su idea, su obsesión. La danza entonces se ve “contaminada” de otras visiones provenientes de las más desiguales disciplinas del pensamiento humano, tanto las relacionadas con el arte, como con las ciencias. Ello ha provocado que las maneras convencionales que teníamos se vean trastocadas. Sin permiso, tituló Marianela a una de sus primeras creaciones, en ella dejaba claro aquellos motivos que en Lunetario o Cruce sobre el Niágara, ya movilizaban su atención creadora, contaminante, abierta.

Entonces al repasar la creación danzaria en la actualidad y el hacer de nuestros creadores ¿no se hacen necesarias nuevas dinámicas dentro de la teoría y la práctica dancística? ¿Acaso la globalización de las tecnologías de la comunicación y la información no han venido a jugar un papel decisivo para modificar las prácticas, tendencias y líneas expresivas que actúan en la danza? Ellas han permitido hacer visible toda la experiencia cultural de las más diversas agrupaciones humanas, proliferando espacios de circulación -redes, fórum, festivales, etc.-, que dan cuenta de esta multiculturalidad.

Hay coreógrafos que en el proceso creativo exploran formas de composición transdisciplinaria, algunos de forma consciente y otros inconscientemente. En muchas ocasiones, no se logra transparentar el proceso de búsqueda intencionada y la investigación se queda ceñida al proceso, mientras que el resultado final se limita al vago intento de superar lo preestablecido, cuando la necesidad de traspasar vacíos formalismos, es inevitable.

Para Morin la complejidad sería “… a primera vista un constituyente de tejidos heterogéneos inseparablemente asociados, que presentan la paradójica relación entre lo uno y lo múltiple…” En efecto, la complejidad constituye nuestro mundo fenoménico a través del tejido de sus acciones, interacciones, determinaciones, por ello, se presenta “con los rasgos perturbadores de la perplejidad, es decir de lo enredado, lo inextricable, el desorden, la ambigüedad y la incertidumbre…” Morin. E (2002, pp. 40) De esta visión podría considerarse complejo todo lo enredado, lo compuesto por múltiples relaciones y determinaciones. Sin embargo, a la vez que se señalas estos elementos como características propias de la complejidad, también se asegura que:

La complejidad no es complicación. Lo que es complicado puede reducirse a un principio simple, como una madeja enredada o un nudo marinero. Ciertamente, el mundo es muy complicado, pero si no fuera más que complicado, es decir enredado, multidependiente, etc., bastaría con operar las reducciones bien conocidas (…) Este tipo de reducción, absolutamente necesaria, se vuelve cretinizante y destructivo cuando se hace suficiente, es decir, pretende explicarlo todo. Morin. E (2002, pp. 41)

Para Morin, el verdadero problema es no convertir la complicación de los desarrollos en reglas de base simple sino, asumir que la complejidad está en la base de esas regulaciones. A partir de esta diferenciación entre complejidad y complicación queda establecida la imposibilidad de considerar como fenómenos complejos a aquellos matizados exclusivamente por el eclecticismo. Es decir, visualizar la complejidad en los procesos y fenómenos de la realidad no significa solamente reconocer que componen un entramado sistema de interacciones y aun así separarlos para su análisis. “Se trata de buscar siempre la relación de inseparabilidad y de inter-retroacción entre todo fenómeno y su contexto y, de todo contexto con el contexto planetario”.  Morin. E (2006, pp. 189)

Armados de herramientas que proporciona la teoría de la complejidad podemos acceder al análisis de la danza contaminada y constatar cómo se pone de manifiesto en la misma esos postulados que Edgar Morin nos propone para llegar al valor cualitativo, aportador del sujeto danzante activo en la contaminación de la danza. ¿Cómo?, estimando los conceptos de la complejidad en nuestras reflexiones, teorías y explicaciones acerca de la danza y su tendencia hacia la contaminación en una perspectiva compleja; en ella, todo se relaciona, justamente desde la experimentación y el trabajo creativo. Entonces, la complejidad no significaría ruptura con lo simple, sino con el simplismo. Es asumir lo simple desde una racionalidad compleja donde el análisis de aquellos aportes que el arte ha hecho a los estudios sobre el sujeto, de igual manera, se observen en la necesidad de que el arte se entienda a sí mismo como un fenómeno complejo, como productor y producto de las interdependencias que tienen lugar a nivel global.

Al trazarse el objetivo de comunicar las particularidades de la cotidianidad, de la realidad en la que habita (¿qué son, sino crónicas de su contexto, las piezas que Marianela Boán creara con DanzAbierta?) aparece una ruptura con la noción moderna de la danza y el arte en general. El punto esencial de la ruptura se observa en el hecho de realzar la función sociotransformadora del arte en detrimento de su función hedonista, o mejor, de supeditar la función hedonista a la sociotransformadora. Es así que, la danza contaminada en mi mirada a la práctica dancística desde una perspectiva compleja, la antigua visión del “arte por el arte” es sustituida por el actuante proceder del arte para transformar la sociedad.

En la teoría del arte y de la danza en particular, esta posición es realmente significativa pues, en ella se observa la valía de las necesidades de cambios en los principios rectores del hecho dancístico. O sea, la técnica, el entrenamiento, el movimiento, se ponen en función del mensaje sociotransformador que se quiere producir. De donde se deriva que los procesos no estarán dirigidos exclusivamente a la constitución de una frase coreográfica “estéticamente bella”, sino que ambos elementos (la información contenida en la forma y la forma misma) se entrecruzan y comunican. De manera que el concepto y el mensaje vienen a ocupar un lugar privilegiado en el hecho artístico. Es así que la danza contaminada se alza como un proceso cognoscitivo en diálogo con las propuestas epistemológicas de la complejidad.

De ahí que la conjugación de otros lenguajes sea, en la contaminación, el reconocimiento de la aparición de otro espacio escénico tridimensional con otro concepto de tiempo, de significación espacial y temática. La danza contaminada, tomará de otras disciplinas ideas, presupuestos estructurales y constructivos para contaminar con intencionalidad poética la danza. Es, a su vez, partir de la danza en la búsqueda de la contaminación y regresar a ella. Por tanto, la obra de danza se convierte en algo más que movimiento organizado a priori, sino que, partiendo de la contaminación, entra a operar en un lenguaje artístico de coordenadas espacio-temporal diferente a las concebidas tradicionalmente.

Esta perspectiva transdisciplinaria y compleja, de la que es portadora la danza contaminada, adquiere un matiz especial en la comprensión del sujeto en su relación activa (transformadora) en la obra danzaria.

En Portada: Cruce sobre el Niágara de Marinela Boán. Foto Buby Bode

 

Materiales referidos:

  1. MORIN, Edgar; Kern, Anne. (2006) Tierra – Patria. Ediciones Nueva Visión. Primera edición. Buenos Aires.
  2. MORIN, Edgar; Ciurana, Emilio; Motta, Raúl. (2002). Educar en la era Planetaria. El pensamiento complejo como método de aprendizaje en el error y la incertidumbre humana. Universidad de Valladolid. Cuarta edición.
  3. MORIN, Edgar (2002). La cabeza bien puesta. Repensar la reforma. Reformar el pensamiento. Ediciones Nueva Visión. Primera edición. Buenos Aires.