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Federico Mialhe: Escenas en joyas de papel

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Hasta el 25 de julio, en el Palacio del Marqués de Arcos, estará abierta la muestra Mialhe más allá de nuestras fronteras

Por Roberto Pérez León

Se trata de un acontecimiento propiciado por un cubano que nada de Cuba le es ajeno, y podrá ser una perogrullada decir eso, pero sucede que ese cubano es Emilio Cueto, uno de los miles de niños que desarraigaron a través de la castrante Operación Peter Pan en los años sesenta.

El Dr. Emilio Cueto es el compatriota nuestro que cuida de la mayor colección de objetos y materiales de Cuba en el mundo fuera de Cuba.

Esta vez, a través de la Oficina del Historiador de La Habana, llega una muestra de lo que se ha dado en calificar la “Emiloteca”: la casa de Emilio Cueto en Washington donde atesora, en un sui géneris museo, todo lo que durante años ha amontonado con devota pasión por Cuba.

Como parte de la “Emilioteca” tenemos en la Habana Vieja un contrapunteo plástico entre los grabados primigenios de Federico Miallhe y el empleo de estos en la decoración desde portadas de libros hasta vajillas.

Mialhe llegó a Cuba en 1838 y acá estuvo hasta 1854. Durante esos años, la obra del artista francés llegó a convertirse en un suceso cultural que contribuiría a la visualidad de lo cubano en el mundo.

Federico Mialhe nos dibujó con pelos y señales, así fue de atenta su mirada hacia los pueblos y ciudades que visitó en la Isla cuando era más fácil trasladarse por mar que por tierra.

La expo Mialhe más allá de nuestras fronteras cuenta con un óleo del artista y varios grabados auténticos, algunos plagios, reproducciones en publicaciones y además piezas de vajillas donde, en esmerados facsímiles, aparecen los grabados o detalles.

En nuestras salas de teatro se produce un absurdo que se extiende hasta la minuciosa Oficina del Historiador: la dejadez, la poca exigencia de contar con un programa o catálogo donde esté la información suficiente y necesaria sobre el evento al que se asiste, en este caso una exposición. Sé que en la inauguración se dio un hermoso catálogo, pero como no formo parte de los públicos que asisten a tales sesiones inaugurales, no puedo dar detalles de las obras expuestas.  ¡Qué fácil sería utilizar la digitalización para salvar esta deficiencia tan común en nuestras gestiones culturales!

No obstante, es tan poderosa artísticamente Mialhe más allá de nuestras fronteras que, pese a la carencia del catálogo, la curaduría salva la insuficiencia por la forma que estructura las obras entre las aristas de la conexión del entorno social y material de las manifestaciones ideo-estéticas del período colonial.

En La Habana, a mediados del siglo XIX, hubo un taller donde se hacían las mejores litografías de esa lujosa época del trabajo editorial cubano. Luis Marquier fue el ilustre impresor que entonces tuvo a su cargo la edición de lo que hoy conocemos como Viaje pintoresco alrededor de la Isla de Cuba, álbum compuesto por grabados de Federico Mialhe quien resultó el más sobresalientes de cuantos cronistas gráficos hubo en aquellos tiempos.

Las láminas dibujadas desde la observación directa de Mialhe o guiándose por los rudimentarios daguerrotipos luego fueron llevadas a la piedra por él mismo.

Viaje pintoresco alrededor de la Isla de Cuba tiene una temática costumbrista, que no quiere decir folclórica ni popular, lo que hace que sus singulares escenas sean blasones en la constitución de nuestra criollez.

Hay que destacar que las láminas se vendieron por entregas sin numeración, todo lo cual ha dificultado la compilación del álbum que nos ha llegado hasta hoy.

Por su belleza y exclusividad, las vistas de Mialhe fueron plagiadas y reproducidas sin consideraciones. Célebres son las copias que hiciera el editor habanero Bernardo May, quien publicó al menos dos álbumes a partir de los originales, hecho este que dio lugar a reclamaciones en los tribunales.

La singularidad de los grabados de Mialhe hizo que anduvieran por los más selectos círculos europeos y estadounidenses a través de publicaciones, piezas decorativas, vajillas de las suculentas o frugales comelatas de los apoderados, además, del buen gusto plástico.

Las losas, porcelanas y cristalerías holandesas, inglesas, norteamericanas, españolas reproducían las escenas costumbristas de Mialhe que se convirtieron, para un público selecto, más allá de nuestras fronteras, en una referencia de la Isla de Cuba pintoresca, semblanza que aún se emplea como imagen de los que somos.

Ciertamente escenas en papel carecen de la vectorización en el espacio y en el tiempo propias de un escenario teatral. Ahora bien, como sensaciones de ocurrencia las escenas de los grabados de Mialhe son inherentes al teatro por la animación de una imagen estática, palmaria y concreta.

Estas escenas son radiografías de un tiempo, espejos de la teatralidad propia en el comportamiento cotidiano del período colonial: ceremonias, sesiones, empaques, gestualidad, hábitos, la kinésica de un teatro vibrante dado por la eficacia compositiva de Mialhe.

La narratividad de estas obras obra sobre un espectáculo visual que no ha llegado a la puesta en escena. No es extraño sentir la vitalización plástica de la performance en la estática teatralidad inmanente en los grabados.

Por la visualidad y composición de los grabados de Mialhe performance y estática teatralidad, no conjugan en un oxímoron: aberrante figura retórica donde la semántica se esfuerza en una lógica opuesta.

Una escena no está necesariamente vinculada a la caja negra de un escenario y sus limitaciones de espacio. Una escena admite direcciones y dimensiones en una física no newtoniana.

Estos grabados nos remiten a una situación performativa convidante, son la imagen referencial de un testimonio puntual, sino físico sí intelectivo, sobre un pasado que representa una expresión, que tributa no desde el movimiento y su fisicidad sino desde un accionar que en su inmovilidad da significados para una recurrente teatralidad.

Como obras de arte, los grabados que conforman la exposición dan la magnitud de la simbiótica entre las artes que en sí mismas ya son componentes alegóricos de la historia, y que cuando se asocian en colaboración se alcanza la sobrenaturaleza lezamiana.

Mialhe más allá de nuestras fronteras es una experiencia estética a partir de escenas costumbristas donde la representación del cuerpo tiene una consideración transversal en ellas: cuerpo-objetos, espacio-objetos, cuerpo-espacio como referencias miméticas de una realidad que los espectadores de hoy podemos percibir desde sus valores tradicionales.

Semióticamente la correlación entre la expresión (significante) y el contenido (significado) que puede hacer el espectador de las escenas de papel no se define por lo lingüístico, tampoco por la proxémica, más bien se define por la incubación de un tiempo subjetivo generado desde el tiempo representado, resistente por la historicidad, referencialidad y documentalidad de los grabados de Mialhe.

Esta exposición nos propone una semantización y a la vez semiotización del pasado colonial. Ver los grabados y las vajillas que incorporan estos grabados, aporta un valor simbólico al articular lo escénico en jerarquías plásticas que congregan la historia en el eje sintagmático del presente.

Se sostiene en Mialhe más allá de nuestras fronteras la emanación cronotópica bajtiniana. El cronotopo es una figura que Bajtin saca de la física einsteniana donde el tiempo y el espacio forjan la unidad espacio-tiempo que en la exposición se hace tangible.

Desde el punto de vista estético la trama textual de los grabados sensibiliza y articula un relato que, desde la representación material, produce efectos por la potencialidad de las escenas y sus percepciones posibles.

Mialhe más allá de nuestras fronteras por sus valores compositivos articula un espectáculo visual de sorprendente dramaturgia al vincular códigos que en el campo ideológico espesan la subjetividad del espectador.

En portada: El Quitrín, Frédéric Mialhe (1810-1861).