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El escenario más dúctil: 70 aniversario de la Televisión Cubana (I)

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Por Roberto Pérez León

La ética es la estética del futuro.

L. Godard

La historia de la televisión cubana tiene tanta tela por donde cortar que no sé por qué no se ha hecho una telenovela al menos, aunque creo que da para un serial con temporadas pues en verdad tiene de todo y en abundancia: amor, odios, rencillas, competencia, dignidad, pasiones, rencores, envidias, decencia, oportunismos, triquiñuelas, bandidaje, revolución, cultura y un etc. tremendo.

Este 24 de octubre ya harán 70 años que Cuba tiene televisión constante y sonante, estuvimos entre los primeros países del continente en tenerla. La aspiración por hacer de las imágenes señales eléctricas viene desde 1884; a la par de la búsqueda y encuentro del cine había interés de poner una imagen en vivo y en directo.

El comienzo de manera muy rudimentaria, como es de suponer, fue a partir de discos perforados hasta que en 1924, en Londres, lograron llevar las imágenes a la distancia de dos metros y medio; un año antes, en 1923 en Estados Unidos, un ingeniero de radio patentó y produjo el iconoscopio que fue el primer tubo de una cámara; siguieron los inventos alrededor de esta tecnología basada en un rayo de electrones de alta velocidad para llegar a la cámara de televisión; ya en 1936 se estaban transmitiendo las Olimpiadas de Berlín vistas por más de 150, 000 telespectadores.

Desde 1930 podemos decir que hubo emisiones públicas de televisión efectuadas por la BBC en Inglaterra y la CBS y la NBC en Estados Unidos. Pero lo que se dice con programación ya establecida, Inglaterra comenzó en 1936 y Estados Unidos justo el día 30 de abril de 1939, coincidiendo con la inauguración de la Exposición Universal de New York.

El arranque de la televisión fue imparable; solo la Segunda Guerra Mundial frenó en pleno desarrollo a la que desde sus inicios nadie dudó que fuera un cañonazo social y económico por su potencialidad para labrar el comportamiento ideológico de los pueblos.

Recordemos que Hitler empleaba la televisión para el entretenimiento de sus tropas hasta que en plena contienda, el 14 de agosto de 1944, tuvo que suspender la distracción de los militares pues las radiaciones de las antenas eran blancos para los aviones de la coalición.

Así es que Europa se quedó un poco atrás en el tema de la televisión pero Estados Unidos, que no lo rozó fuertemente la Segunda Guerra Mundial,  continuó en el empeño de poner a punto la invención de la cajita mágica.

Cuba entra a esa historia en 1928 cuando en el batey del central Tuinicú en Sancti Spíritus, se captó la primera señal de televisión en esta Isla. Vivía en ese batey un ingeniero norteamericano que había venido a electrificar los ingenios y logró armar un artilugio que le permitió captar la primera señal televisiva llegada a nuestro país, trasmitida por la de la compañía General Electric desde Schenectady en las afueras de Nueva York. Como más de dos mil millas tuvo que recorrer la imagen y llegar al engendro creado por ingeniero Frank H. Jones; debió haber sido una visitación asombrosa la aparición del patrón de pruebas, gracias al aparataje de tubos, cables, bombillos y sabe Dios qué tarequitos más,  cuando aún la televisión era una aventura sin definir entre lo maravilloso y lo técnico.

La imagen fantasmal llegada desde otro mundo al centro de la Isla quedó solo en la fascinación del ingeniero yanqui y algún que otro habitante del batey Tuinicú.

Pero como lo que resulta no es que convenga sino que sirve para atar cabos y luego darle la razón al orden cuántico de la realidad, sucedió que quince años después de lo del batey de Tuinicú, un matrimonio habanero de Luna de Miel por Nueva York es picado por el bichito de la curiosidad y se empeñan en traer la televisión.

Era el año 1943, los recién casados se encuentran paseando con un estudio donde hay una cámara enorme ante la que uno se podía parar delante de ella y la imagen era vista a través de un receptor. El joven enamorado pone a su bellísima esposa para verla en la pantalla y queda hechizado por la visión.

Nuestra María de los Ángeles Santana y su esposo, el actor Julio Vega Soto, protagonizan ese asombro y contra todo pronóstico desafían miles de obstáculos y traen a La Habana todo el aparataje tecnológico para empezar la televisión, sin ánimo de lucro alguno, más por compartir el invento que tanto les había provocado quien sabe cuántas quimeras. Así llegó a La Habana el primer gran intento de hacer televisión sin propósitos propiamente comerciales.

El  Diario de la Marina del 1ro de diciembre de 1946 anunciaba la apertura de Televisión Show para el día 3 de diciembre.

Así fue, que en la esquina de la calle 23 y la calle P, se procede a dar una breve muestra de qué era la televisión. Fue una presentación de Televisión Show donde actuaba y cantaba María de los Ángeles con la orquesta de los Hermanos Palau.

Si hay un Premio Nacional de Televisión incuestionable entre nosotros es el de María de los Ángeles Santana, porque toda su vida estuvo vinculada al prestigio de nuestra televisión y fue su rostro el primero de una artista en una pantalla, antes de la oficialmente reconocida inauguración de la televisión comercial cubana.

El tan breve tiempo entre el 3 y 12 de diciembre de 1946, que duró la Televisión Show, no pudo extenderse; el proyecto fue detenido por falta de recursos y sobre todo por la presión de los magnates del medio radiofónico, que vieron una competencia muy riesgosa y emprendieron una campaña de descrédito: el propietario de la cadena radial RHC Cadena Azul, donde María trabajada intentó disuadirla de los empeños televisivos que habían iniciado ella con su esposo, y al no conseguirlo rescindió el contrato que la artista tenía en la planta. Así quedó trunco el experimento del matrimonio de los jóvenes artistas. Pero el gran cocinado del banquete de la televisión hervía en grandes ollas por otra parte.

Había en La Habana dos personajes desmedidos en crear sus respectivas dinastías comunicacionales: el cubano “made in USA” Goar Mestre, brillante gestor de la comunicación, graduado en Yale; y, Gaspar Pumarjo, un vasco llegado desde los ocho años y aplatanado total que empezó como locutor y llegó a ser quien fundara la televisión en Cuba.

Entre los dos protagonistas empezó una pugna desde la ocurrencia de hacer una emisora de radio que diera la hora minuto a minuto durante 24 horas, todos los días. Se trataba de la fundación de Radio Reloj que se produce 1 de julio de 1946, a las seis de la mañana.

Pumarejo que se atribuía la invención de Radio Reloj y quería sus derechos de autor se enemisto con Goar Mestre. Cuál de los dos más capaz y ambicioso. Cada uno cogió su rumbo.

Pero ya a esas alturas el rumbo solo era uno: la creación de la televisión, una carrera sin relevo por conseguir más y más dinero a base de lo que podemos llamar la invención televisivo-comercial a lo cubano, que sin lugar a dudas fue paradigmática en el ámbito latinoamericano de entonces. Pumarejo, el vasco aplatanado venció al santiaguero y entre esas rivalidades tuvimos un arranque televisivo en la Isla que se las trajo y que llegó hasta por encima del nivel.

Goar Mestre levantaba su emporio radio televisivo en la calle 23 entre L y M, quería que fuera un edificio que con solo verlo quitara el aliento, con esas miras se hizo Radiocentro, una construcción que ocuparía casi la mitad de la  manzana.

Por su parte, Pumarejo no muy lejos de ahí, en la casa de sus suegros, donde hoy radica el Canal Habana, echó a andar su televisora el 24 de octubre de 1950. Así, en la esquina de Mazón y San Miguel surge Unión Radio Televisión Canal 4, que dejó a Goar Mestre con la boca abierta, aunque el graduado de Yale no se amilana y apresura los trabajos de Radiocentro, para poner en marcha su proyecto de teledifusión. El 18 diciembre de ese mismo año sale al aire CMQ TV Canal 6.

Durante una década los magnates de las comunicaciones cubanas hicieron y deshicieron, fundaron y desfondaron, capitalizaron sin medida bajo la sombrilla protectora del poder gubernamental.

Hasta que llegó el Comandante y mandó a parar. El 6 de agosto de 1960, todas las emisoras de radio y plantas de televisión se integran en el Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR), luego Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), todo lo cual significó el fin de la televisión comercial en Cuba y el inicio de un sistema radiotelevisivo enteramente público, con propuestas educacionales y de creación para la recreación.

Entonces, este 24 de octubre celebramos el 70 aniversario de la televisión comercial cubana con programación establecida y sostenida. Tal vez otro gallo hubiera cantando si los intentos de Julio y María de los Ángeles no hubieran sido frustrados por la competencia desleal; no obstante, tenemos que celebrar sus entusiastas intentos y reconocerlos porque “los apasionados son los primogénitos del mundo” como declarara Martí.

Lo cierto es que en estos momentos celebramos siete décadas de tecnología televisiva, de esas siete solo una fue de televisión comercial y seis han sido de la televisión educacional que no es únicamente pedagógica y que seguimos perfeccionando para emparejarnos tecnológicamente a escala planetaria.

Tenemos que estar alertas porque la televisión per se es mitologizante, tiene las calidades de un mito: no importa que sea o no verdadero, lo que en ella sucede con que sea eficaz es suficiente.

A partir de ella la humanidad ha sido distinta.

Al ser un escenario tan dúctil cualquier suceso puede ser convertido en hecho escénico y afectar la sensibilidad que debe ser accionada desde el intelecto y los sentidos, para lograr la participación colectiva en una experiencia verdaderamente estética y no estática.

Culturalmente nuestra televisión debe ser un componente concreto, sin distancia del diario transcurrir, no puede ser una televisión que piense y sepa por nosotros, tiene que observar, vivir y proponer dentro de la cotidianidad para que sea dadora de una poderosa imagen capaz de impresionarnos y transformarnos desde la acción inteligente, creadora.

Foto Tomada de la web de Radio Rebelde