Por Bárbara Balbuena / Foto Nika Kramer
El Casino, baile de salón social cubano de carácter popular y tradicional surgido a finales de la década del 50 del siglo XX, ha trascendido sus fronteras como parte de un proceso de flujo cultural asociado e impulsado por la globalización y al fenómeno mundial de la salsa. Categorizado comúnmente como “estilo de salsa cubana”, ha transitado desde el anonimato, la indiferencia y el no reconocimiento como expresión danzaria genuina, hasta su acreditación nacional e internacional. Hoy, su práctica sigue estando ligada al movimiento salsero, tanto en fiestas privadas, clubes, salsotecas y salones de baile, como en las academias y en los espectáculos musicales presentados en los cabarets o en otros espacios teatrales.
Así la salsa forma parte de la cotidianidad cubana, su impacto se recibe a través de todo tipo de información ofrecida por los principales medios masivos de comunicación y las redes, pero, sobre todo, cuando tenemos la oportunidad de visitar cualquier lugar del mundo. Podemos visualizar entonces, que cuando de salsa se trata en la actualidad, estamos frente a un suceso global, una cultura mundializada.
La salsa ha sido clasificada por los expertos o productores, como movimiento sociocultural, género musical, una forma de hacer música o la “Crónica del Caribe urbano”. En esta se integraron sobre una base afrocubana y la clave del son cubano diferentes tradiciones musicales latinoamericanas y caribeñas, como resultado de la confluencia interpretativa entre músicos de distintas nacionalidades, fundamentalmente puertorriqueños, venezolanos, colombianos, dominicanos, panameños, norteamericanos y cubanos. Nace en las comunidades latinas de Nueva York, específicamente en el Spanish Harlem, conocida como “El Barrio”; término común en toda Latinoamérica que identifica el espacio comunitario, símbolo de identidad y de la cosmogonía de sus habitantes.
Este movimiento musical urbano se alimentó entonces de los géneros músico-danzarios de un área cultural particular: América Latina y el Caribe. Aquí se desarrollaron elementos culturales que comparten raíces comunes, como la historia, la lengua y las artes, entre ellas la danza y la música. Se produce primero un proceso de transculturación entre las culturas europeas, africanas e indoamericanas desde el siglo XV; para más tarde en el XX, continuar la fusión de estas expresiones entre los diferentes países de la región a partir de un intenso proceso migratorio, como consecuencia de las situaciones políticas, económicas y sociales acrecentadas en ese período histórico. En los años 20 Estados Unidos ya era una potencia mundial, con un alto desarrollo tecnológico y cultural, sobretodo del fonógrafo, la radio y el cine; razón por la cual era el destino de muchos artistas cubanos (músicos, cantantes, bailarines) que eran contratados por las nacientes multinacionales. Igualmente existía una fuerte comunidad de emigrantes económicos en vías de alcanzar “el sueño americano”, principalmente boricuas. Es precisamente en este primer período migratorio de músicos latinos que abarca hasta los años 50, donde comienza a gestarse el nuevo fenómeno.
Aunque la salsa se fraguó a mediados de los años 60 de manera espontánea y diversa, no es hasta 1975 que adquiere su nombre comercial, debido al estreno de una película así titulada que fue producida por la Fania Records, compañía discográfica fundada por Johnny Pacheco (músico y compositor dominicano) y Jerry Masucci (abogado judeo-italiano). Esta contó con una infraestructura comercial que propició la consolidación de Nueva York como la capital de la salsa. Igualmente, en los años 60 programas de radio y clubs de baile ya hacían referencia y jugaban con la palabra salsa. La nominación alude a la mezcla de ingredientes para darle sabor a la comida, así mismo evoca metafóricamente la hibridación de géneros musicales de la llamada “música tropical” como el son, la rumba, la guajira, la plena, la bomba, el merengue, el vallenato, la samba y el tamborito. En el proceso de creación se advierte la innegable influencia del jazz y el rock´n´roll, así como sus más cercanos antecedentes en el jazz afrocubano, la pachanga y el boogaloo.
El término salsa fue entonces motivo de extensos debates, sobre todo porque había sido utilizado con mucha anterioridad por músicos de envergadura para titular a sus producciones o temas, desde que en 1933 Ignacio Piñeiro lanzó su son Échale Salsita. Con el cada vez mayor éxito comercial aparecieron los detractores que colocaron en tela de juicio la existencia del fenómeno musical, tratando de argumentar que no tenía fisonomía propia. El debate fue alimentado también por el estancamiento del hasta entonces fluido intercambio cultural de Cuba y sus músicos, con el resto del Caribe y EEUU a partir de 1962. No obstante, luego de la integración de los músicos latinos jóvenes y viejos por la demanda del mercado y el público bailador, se produjo un boom internacional aproximadamente entre 1973 y 1980, liderado por las producciones de la Fania y por muchas orquestas y músicos que de forma independiente desarrollaron sus propuestas, siendo también muy aclamados por el gremio salsero. Las agrupaciones musicales se extendieron por el Caribe, América Latina y más tarde por el viejo continente.
Posteriormente, en el proceso de difusión regional y global, la salsa ha ido asimilando también rasgos y elementos de las músicas locales, así como otros géneros músico-danzarios tradicionales del Caribe. Esto permitió determinadas particularidades según la zona o el país donde se interprete, pero manteniendo la esencia que caracteriza e identifica a este tipo de música. Por esa razón el investigador puertorriqueño Ángel Quintero Rivera asegura que:
La salsa no es, sin embargo, una suma, sino una heterogenia integración, que manifiesta elementos comunes y diferenciables en cada composición y en cada uno de los territorios donde se produce. En realidad, no existe una salsa, sino múltiples y diversas salsas. Por ello vengo insistiendo en que la salsa, más que un género -una estructura, una entelequia-, debe entenderse, sobre todo, como una práctica: “una manera de hacer música”. (Quintero, 1998: 119)
En el caso del baile que ha estado vinculado indisolublemente a esta práctica, ocurrió el mismo fenómeno de asimilación de los rasgos culturales y géneros músico-danzarios tradicionales indentitarios de cada una de las localidades o de los países donde este se interprete. Porque el baile social, además de ser una forma de expresar sentimientos con el cuerpo en plena relación entre el tiempo y el espacio, permite el encadenamiento de movimientos y configuraciones expresivas a partir de su constante relación y controversia con el ritmo, la melodía y los textos de la música. Por esa razón, en la actualidad no existe tampoco un baile de salsa único que identifique esta forma de hacer música a nivel mundial.
Sin embargo, a la par del nuevo movimiento musical se desarrolló una forma de baile híbrido donde se pueden advertir elementos expresivos, como la gestualidad, forma de agarre y conducción de la pareja, diseños de giros y cargadas, así como movimientos acrobáticos propios del rock´n roll, el swing, el mambo, el chachachá y el son urbano, entre otros. A estos factores hay que agregar la influencia del Ballroom dance, bailes de salón de modalidad deportiva o competitiva establecidos desde el siglo XX a nivel internacional. Me refiero al ya reconocida “salsa lineal o en línea”, típica de los Estados Unidos, la cual presenta dos estilos: Nueva York y la de Los Ángeles. Posteriormente han aparecido variantes como el “Estilo mambo” y el “Paladio”, promovidos por bailarines y profesores de reconocimiento en el gremio salsero a partir de su creatividad, metodología o espectacularidad ejecutiva, a través de diferentes circuitos y redes de academias, congresos y festivales de salsa.
La salsa en línea se caracteriza por la realización de los pasos y figuras de la pareja en un diseño espacial fijo sobre una línea recta imaginaria, que sirve de guía para marcar igualmente el paso básico moviendo los pies de forma alternada hacia delante y detrás. Es un baile de considerable elaboración técnica, pues además de su estilizada gestualidad corporal (posición de cuerpo erguido, brazos que se estiran en varias direcciones, formas de mover y tocar el cabello, gestos de la cabeza), se baila a alta velocidad, contiene constantes giros rápidos realizados principalmente por la mujer en los niveles bajo y medio, pausas de movimientos, así como acciones acrobáticas que requieren de gran destreza para ambos bailadores. El guía es el hombre, pero la mujer es la que alcanza mayor lucidez en la ejecución. Esta modalidad de baile de salón en general tiene una proyección espectacular. Las diferencias entre los estilos estadounidense están dadas básicamente por la forma de comenzar a marcar el paso por el guía (con el pie izquierdo hacia delante o detrás), por la velocidad que alcanza la ejecución danzaria (más lenta o más rápida), y por la manera de acentuar el tiempo de la música con relación al paso (en la 1ra o 2da corchea del compás), llamados On 1 u On 2.
Otros estilos de baile de salsa reconocidos a nivel internacional son el puertorriqueño, el dominicano y el venezolano, que, aunque se pueden clasificar como estilos lineales, son más libres y menos rápidos y explosivos que los estadounidenses. En el caso de venezolano se resalta el carácter erótico entre los bailarines y la inclusión de muchos giros, tanto del hombre, como la mujer.
La reconocida “salsa caleña”, de Cali, Colombia, es un estilo bien particular, de muy difícil ejecución, no solo por la rapidez del tiempo en que se realiza, sino también por la cantidad de figuras acrobáticas que la integran. Es bien reconocible su diferencia con el resto de las modalidades salseras, sobre todo en la utilización de movimientos veloces de piernas con una ligereza sorprendente, ya sea de manera improvisada de parejas, en solos, o con frases coreográficas elaboradas. Con frecuencia la pareja se toma por ambas manos al frente para tener más espacio entre uno y otro, facilitando así la agilidad de los pasos sin tropiezos. Precisamente por su alta complejidad es poco bailada en Europa y otros países del mundo, sin embargo, es en este país donde probablemente se produzca más salsa en la actualidad. A Cali se le reconoce hoy como “La Capital de la Salsa”, aquí tiene lugar todos los años el “Campeonato Mundial de Salsa de Cali”, en el marco del Festival Mundial de Salsa que se realiza en este territorio.
Por su parte el Casino, ha sido bautizado y reconocido globalmente como el estilo de “baile de salsa cubana” que posee diferencias palpables con el lineal, sobre todo porque al contrario del resto de las modalidades del baile de la salsa en línea, se ejecuta en diseños espaciales circulares. El planteamiento circular del Casino es consecuencia directa de sus principales fuentes, los bailes populares cubanos y muy visible en la figura del intercambio de la posición de la pareja denominado ‘dile que no’.
No es menos cierto que los bailadores cubanos hoy, tanto los que residen en Cuba como en el extranjero, utilizan este baile para interpretar la salsa. Es muy lógico entonces el establecer binomios genéricos, puesto que es una regularidad histórica el que cada género musical bailable le corresponda un homólogo danzario. Pero no sucedió así con el Casino, realmente este ha acompañado a todo tipo de géneros, intergéneros, modalidades y formas musicales diversas que han estado de moda en el país, desde finales de los años 50 hasta la actualidad, incluso a muchos que no son de creación nacional. Entre los que más se destacan se pueden mencionar el son urbano, la guaracha, la pachanga, el songo, el changüí-shake, el changüí 68, la ranchera-son, la conga-son, el palo-son, la timba y el pop latino.
El Casino es en cierta manera una dinamización del son habanero, iniciada por las influencias del jive y rock and roll, bailes de moda en esa época. También en la música salsa esta influencia y dinamización se hace notar en las orquestaciones y una creciente electrificación de los instrumentos.
El Casino adquiere su nombre por uno de los espacios de mayor afluencia de público bailador a finales del 50: el Club Casino Deportivo de La Habana, hoy “Círculo Social Obrero Cristino Naranjo” del municipio Playa. Aquí como en todos los lugares dedicados al baile social, se encuentra una pista redonda que propició en el proceso de creación danzaria espontánea e improvisada la utilización del diseño circular, como una forma de juego competitivo entre las parejas para divertirse. Luego de prender en el gusto de los casineros, se corrió la voz por el resto de los clubes náuticos del litoral habanero de “vamos a bailar en rueda como en el Casino”, quedando finalmente como la “Rueda del Casino” o el Casino. Más tarde se extendió como pólvora por las sociedades de la capital y finalmente, a través de la televisión y otros medios al resto del país. Con el pasar de los años la costumbre se convirtió en hábito y terminó como una ferviente tradición.
El Casino fue creado de forma espontánea y anónima por el pueblo para su propio disfrute y complacencia, desde la mezcla de pasos, variantes y figuras de toda una cadena de bailes de salón cubanos que le antecedieron, desde el siglo XIX hasta la década del 50 del XX; pero fueron el son urbano habanero y el chachachá sus platos fuertes. Se destaca de otros géneros músico-bailables cubanos por el grado de popularidad que alcanzó desde los primeros momentos de su creación hasta la fecha, o sea, que se ha mantenido vigente en el gusto de la población a través de varias generaciones de bailadores.
El rock and roll también dejó huellas en el casino pues era un género muy de moda en los años 50. Su impacto se aprecia en los elementos acrobáticos, en la figura pa’ ti, pa’ mí (abrir y cerrar de la pareja) y en los giros de parejas con brazos enlazados sin soltarse, hoy conocidos como nudos. En los primeros años de su creación el Casino se bailó en la rueda improvisada y dirigida por un líder, caracterizado por ser un probado casinero. Más tarde se organizaba y se ensayaba con anterioridad entre círculos de amigos y familiares, surgiendo así ruedas famosas, como las de “el Oso”, “los jimaguas” o la de “Rosendo”. Por esta razón fundamentalmente se crearon nombres para las figuras y “pasillos”, para ser entendidas cuando fueran “cantadas” por el guía de manera espontánea. Después, se comienza a realizar como baile de parejas independientes y, por último, en la doble hilera, donde la pareja cabecera inventa la figura o el paso.
Hasta los primeros años de la década del 80, en Cuba no se sabía de la existencia de la salsa, como tampoco en el mundo se conocía el Casino u otros géneros musicales cubanos que fueron creados después del 59. Entre otras causas, porque se produjo un estancamiento en la difusión de nuestra música fuera del país. En el extranjero no se conocía lo que estaba aconteciendo en Cuba y lo que se escuchaba era la música de los años cincuenta. En los Estados Unidos se produce una crisis profunda de la salsa, entre otros factores por el exceso de comercialización y el abandono de la experimentación y la búsqueda. Al referirse al devenir de la salsa hacia intereses ajenos a sus orígenes y denominar a otras tendencias musicales como salsa de forma oportunista, Enrique Romero apuntó:
La denominación salsa sólo se puede aplicar a aquellas obras que cumplan los requisitos que tal denominación exige: contundencia sonora en los arreglos, respeto a la clave y el tambor, bravura rítmica y letras ancladas en las urgencias, placeres, luchas y tristezas de la gente de calle. Esto es lo que caracteriza a la salsa desde su nacimiento, y no esa monotonía temática y rítmica del pop latino y el bakalao caribeño de hoy. (Romero, 2000: 62)
Luego de la visita a Cuba del venezolano Oscar D’ León en 1983 al Festival de Varadero y otros acontecimientos culturales, comenzó un fructífero intercambio crítico entre musicólogos, instrumentistas y compositores, sobre el quehacer musical de la salsa y sus producciones, sobre todo por supuestos plagios de los salseros a obras de la música tradicional cubana. A partir de este período, hubo también una apertura y posibilidades de reanudar las giras internacionales de los artistas y profesionales cubanos produciéndose nuevos intercambios entre las orquestas del patio que luego volvieron a conquistar el prestigio de la calidad de la música popular cubana.
En cuanto al Casino como baile representativo de la cultura popular tradicional cubana, igualmente comenzó un proceso de promoción, valorización y reconocimiento a nivel nacional primero y luego internacional. Se introdujo su enseñanza como contenido en los planes de estudio del Sistema Nacional de Enseñanza Artística y en el Movimiento de Artistas Aficionados. Se conformaron cursos internacionales en la modalidad de postgrados, de extensión universitaria o libre, ofrecidos por las Escuelas de Arte, el Instituto Superior de Arte o en la sede de diferentes agrupaciones danzarias profesionales. Fue introducido como parte de los espectáculos artísticos expuestos a los turistas en cabarets, clubes, teatros, salones de bailes y a través de giras internacionales de conjuntos folklóricos profesionales o de aficionados. En la difusión del Casino a nivel global también ha sido muy importante, los cursos impartidos por profesores cubanos en virtud de convenios de colaboración o intercambios culturales con otros países, así como mediante la enseñanza profesional o no, de cubanos residentes en diversos lugares del mundo o de extranjeros que han creado sus propias academias de baile.
Asimismo, ha existido la participación de bailarines y profesores cubanos en competencias de baile, cursos y espectáculos realizados en festivales de salsa en diversos países del orbe como los Estados Unidos, México, Venezuela, Colombia, República Dominicana, España, Italia, Francia, Holanda, Alemania, Austria, Suiza y Japón. Ellos han formado parte de jurados de competiciones internacionales de baile de salsa y Casino. Igualmente, en Cuba se han creado programas televisivos como “Para Bailar” y “Para bailar casino” e importantes festivales internacionales que han servido para la difusión del género, entre los más importantes están: Baila en Cuba, Festival de Varadero y el Festival Internacional de la Salsa.
Son varios los motivos que marcan el interés en el mundo por aprender a bailar el Casino, pero los más atractivos se enfocan en sus propias peculiaridades expresivas: los movimientos corporales son naturales sin una perspectiva espectacular, que se centran en el contoneo de las caderas en contraposición con el torso y la vibración de los hombros; estabilidad en la velocidad de la ejecución con respecto al ritmo de la música; marcación del acento del paso con la música en 3 variantes (1ra, 2da o 3ra corchea del compás); variedad de figuras y vueltas establecidas, con la posibilidad de crear otras propias; acercamiento interpersonal en la relación de la pareja; desplazamiento continuo en forma circular con cambios de dirección; diferentes formas de agarre entre los pares, tanto en posición de baile social abierto como cerrado; protagonismo del hombre y lucimiento en la mujer; y distintas posibilidades de disposiciones espaciales para disfrutarlo: de parejas independientes, en la rueda, en líneas paralelas y de manera individual a partir de frases improvisadas.
En la actualidad, el Casino disfruta de excelente salud pues disputa su preferencia entre los diferentes estilos de bailes que acompañan a la salsa y otros géneros de música caribeña y latinoamericana en el mundo. El Casino ha alcanzado un índice alto de desarrollo expresivo e interpretativo a partir de un continuo proceso de asimilación, negación, renovación y cambio progresivo hacia nuevas creaciones al pasar de una generación a otra por más de siete décadas de bailadores.
Este hecho, junto a la posibilidad de que su paso básico y figuras puedan ser reajustadas a diferentes formas musicales que sus ritmos lo permitan, es lo que ha propiciado su durabilidad como género bailable en el tiempo. Así los bailadores de casino cubanos hoy, tanto los que residen en Cuba como en el extranjero, utilizan el baile Casino para interpretar la salsa y muchos otros géneros musicales, hasta los más contemporáneos.
Bibliografía
Balbuena Gutiérrez, Bárbara (2003). El casino y la Salsa en Cuba. La Habana:
Editorial Letras Cubanas.
Colectivo de Autores (2006). La tradición en la globalización. Caracas,
Venezuela: Instituto Universitario de Danza.
Quintero Rivera, Ángel (1998). ¡Salsa, sabor y control! Sociología de la música
“tropical”. Colombia: Ministerio de Relaciones Exteriores Colombia y Fondo Editorial Casa de las Américas.
Romero, Enrique (2000). Salsa. El orgullo del barrio. Madrid, España: Celeste
Ediciones.