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ASÍ SE LABRÓ EL CAMINO A CAMAGÜEY

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Por Marilyn Garbey

Todo comenzó en 1983. El investigador Juan Carlos Martínez explicaba las razones fundacionales del Festival de teatro que surgía en Cuba: “Es incuestionable que para el movimiento teatral cubano resulta justa y necesaria la confrontación y la posibilidad de apreciar lo que cada grupo está haciendo, porque quiéralo o no uno nada mejor que el juicio ajeno para juzgar la obra propia y el examen del contrario (…) para medirse a sí mismo”. (Revista Tablas, Número 4, 1983).

Dedicado exclusivamente a la dramaturgia cubana, este fue el arranque de un evento al cual todos los teatristas quieren asistir y que es respaldado con fervor por los espectadores, quienes repletan las salas.

La segunda edición de la cita que tiene a Camagüey como sede, es una de las más recordaba. Realizada en 1986, era el momento que se anunciaban fuertes sacudidas en el movimiento teatral, provocadas por la irrupción de los más jóvenes En el parque, obra de Alexander Guelman bajo la dirección de Vicente Revuelta, que tuvo en Adolfo LLauradó y en Alina Rodríguez intérpretes excepcionales. En ese contexto aparecía Teatro Buendía, bajo la égida de la maestra Flora Lauten, y abría la senda para la nueva generación de teatristas, egresados del ISA, con Lila la mariposa, que desató las pasiones.

Según Roberto Gacio, lo que aconteció en Camagüey en el año 1986 “puede resumirse en haber logrado una mayor aproximación a la problemática esencial del actual movimiento de teatro cubano. A ello contribuyó no solo la confrontación de puestas en escena sino también el coloquio crítico posterior a las mismas, en el cual se discutieron con agudeza analítica y clima constructivo, tanto por los creadores como por la promoción de teatrólogos jóvenes formados en el Instituto Superior de Arte, lo que favoreció el necesario puente de comunicación entre las diferentes generaciones de teatristas”. (Revista Tablas, Número 1, 1987).

Armando Correa asistió a la edición de 1989 y fue muy agudo al valorar el estado del teatro cubano en un minuto en que se exigía, casi a gritos, cambios en las manera de hacer, producir y organizarlo: “Volver sobre nosotros mismos, reconocernos en un estadío crítico, evidenciar que el teatro se evade en décadas anteriores, que asume textos descontextualizados, que los grupos estrenan poco y trabajan solo por cumplimentar las funciones, que no existen perfiles artísticos definidos, o sea, autorreconocernos, es el resultado más positivo de Camagüey”. (Revista Tablas, Número 1, 1989).

Entre los sucesos que merecen recordarse en el Festival de Teatro de 1989 se encuentran las obras Baroko, versión de Réquiem por Yarini, con dirección de Rogelio Meneses para el Cabildo Teatral Santiago; Juana de Beciel, dirigida por su autor José Milián para la Compañía Rita Montaner; Dos viejos pánicos, de Virgilio Piñera, bajo la dirección de Roberto Blanco, con Hilda Oates y Omar Valdés como protagonistas; las presentaciones de La cuarta pared, de Teatro del Obstáculo; la presencia de Miguel Rubio y Yuyachkani,

Fue el del 1996 un Festival extraordinario por muchas razones. Vicente Revuelta presidía el jurado. Parece blanca, de Abelardo Estorino, era agasajada con  el Gran Premio. Abdala, concebida entre el magisterio de Armando Morales y el ímpetu juvenil de Sahimell Cordero;  El gato y la golondrina, por el Teatro Mirón de Albio Paz;  De Federico, del entonces joven Teatro D Dos; La noche, el hermoso texto de Abilio Estévez, de Ariel Felipe Wood y Mario Muñoz, recibieron los Premios de puesta en escena. Tristemente célebre fue el debate suscitado a raíz de las presentaciones de Los equívocos morales, por el Teatro Escambray, y El arca, por Víctor Varela y Teatro del Obstáculo. La cómoda tendencia de culpar al arte teatral de poner en escena los lados más oscuros de la sociedad provocó largas polémicas sobre el rol del arte.

En el 2002, la maestra Flora Lauten recibía el Gran Premio con Bacantes, un montaje que reafirmaba su decisión de hacer teatro por difíciles que fueran las circunstancias. En el 2004 el Gran Premio lo compartieron sus discípulos Carlos Celdrán y Rubén Darío Salazar. Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini, por Argos Teatro, y La caja de los juguetes, por Teatro de las Estaciones, fueron obras muy aplaudidas. Con ropa de domingo, de Teatro Pálpito, un texto de Maikel Chávez, dirigido por Ariel Bouza, en el cual intercambiaron el rol de la madre las actrices Xiomara Palacio y Corina Mestre era una conmovedora visión de la fragmentación de la familia cubana.

Para el 2006 montajes como La virgencita de bronce, de Teatro de las Estaciones;  Las amargas lágrimas de Petra von Kant, de Teatro El Público; Charenton, de Teatro Buendía; Delirio habanero, de Teatro de La Luna;  Stockman, un enemigo del pueblo, de Argos Teatro; el vestuario de Eduardo Arrocha para Escándalo en La Trapa, de Mefisto Teatro, conmoverían al público.

Luego aparecían otras agrupaciones, como Teatro Tuyo y Teatro del viento, con notables aportes al movimiento teatral. En 2012, desapareció el carácter competitivo del Festival y con ese gesto, se saneó el ambiente, y se propició la confrontación fraterna, el intercambio de ideas, el trueque de secretos del oficio y la apreciación desprejuiciada de las obras.

¿Qué sucedió en Camagüey 2016? ¿Cuál es el rasgo distintivo de su edición 16? Creo que los vientos huracanados de Matthwes, de 240 km/h, afectaron sensiblemente al teatro cubano. La amenaza del ciclón pendía sobre la realización del evento, y las dudas sobre el rol del teatro en la sociedad volvían a aparecer. ¿Es posible hacer teatro en tiempos de ciclón? La interrogante estaba en el aire, y las respuestas llegaron en forma de acto teatral: La maestría de Flora Lauten en Éxtasis; la honestidad desgarradora de Carlos Celdrán en Diez millones; la delicadeza de Rubén Darío Salazar y Zenén Calero al advertirnos de las nuevas realidades que se imponen en el país. Y los más jóvenes, como Teatro Tuyo en Superbanda clown, hablaban de los entresijos del poder, y Teatro El Portazo con CCPC revelaba los conflictos entre el individuo y la sociedad.

Dedicada a los más recientes Premios Nacionales de Teatro, Carlos Díaz y Carlos Celdrán-egresados ambos del Instituto Superior de Arte, ausente a la cita el primero-la última vuelta de tuerca del encuentro del teatro cubano ratificó que los teatristas de la Isla han hecho de la profesión un acto de vida. No habrá ciclón, por fuerte que sean sus vientos, capaz de doblegar la necesidad de los teatristas de encontrarse con los espectadores, revelando imágenes, ya sean hermosas o lacerantes, de nuestra realidad.