Voz de dolor desde el retablo

Las Tunas.- Este 14 de septiembre el teatro guiñol Los Zahoríes cumple 53 años. Durante varios calendarios, diferentes generaciones se han esforzado por mantener la tradición cultivada aquí por el primer colectivo escénico de la provincia. Sin embargo, el presente de esta institución es cuanto menos nebuloso y, el futuro, si no se resuelven con urgencia algunos pendientes, se torna incierto.

Solo para ilustrar, basta decir que alrededor de cinco años llevan esos teatristas sin ofrecer funciones en su sede, la sala Raúl Gómez García. En ello, han influido los problemas infraestructurales. Aunque el arreglo del tabloncillo y otras labores allí, hace alrededor de un año, nos llenaban de esperanza, aún arrastramos desafíos.

Algunas realidades son la necesidad de mantenimiento de los aires acondicionados, la filtración en el techo y que, al llover, el agua cae sobre el escenario, no disponer de camerinos y baños confortables, pero -sobre todo- la inexistencia de un sistema de tramoya, que dificulta la realización de su arte, máxime cuando las puestas dirigidas al público infantil ameritan de títeres, muchos elementos de escenografía, luces…

Suponiendo que -tal cual lo hicieron en otras ocasiones- los hijos del guiñol efectuaran «inventos» como «amarrar accesorios» (con riesgo inherente), cuando debieran usar tramoya «segura», resulta increíble que las instituciones pertinentes no acaben de definir algo tan elemental como los precios para la venta de taquilla (han cambiado), lo que obviamente atenta contra las presentaciones. Principalmente por ese escollo (al decir de estos artífices), durante el pasado verano no pudieron ofrecer espectáculos en su sede.

Así, obligados por las circunstancias, en los últimos años esos artistas adecuaron su repertorio a espacios abiertos. Demostraron su capacidad de adaptación y deseos de trabajar, pero no es la solución. Especialistas de las artes escénicas como Alberto Carlos Estrada Segura han advertido lo que significa que un grupo teatral cambie su estética, especialmente si los nuestros no son de la línea callejera como Teatro Andante, Morón Teatro y otros.

Aparejado a ello, se ha venido acumulando una sumatoria de frustraciones, que han confesado a 26 varios de los protagonistas. Los presupuestos recortados, por un lado, limitan su participación en prestigiosos festivales nacionales, lo que los deja en desventaja dentro del espectro escénico del país. El dinero que ampara producciones cada vez es más pobre o prácticamente nulo. Y, ante los reiterados «no se puede» o «no hay», ha emanado el agotamiento, que tristemente también llega a invadir los procesos creativos.

La mayoría de las provincias -a diferencia de Las Tunas- ha salido a flote al disponer de una cuenta de ingresos y gastos para la manifestación. Eso se traduce en que, una vez pagado al artista el salario por la subvención, puede gestionarse otras labores que le generen ingresos, hacer gastos en lo que considere pertinente y, al final, que se incrementen las ganancias personales y del colectivo.

El Consejo Provincial de las Artes Escénicas de Camagüey, por ejemplo, es unidad presupuestada con tratamiento especial, lo que beneficia al sistema de instituciones, entre las que figura su guiñol, a donde hoy han ido a parar tres de nuestros muchachos.

Aquí, por mediación de la empresa comercializadora de la música y los espectáculos Barbarito Diez los teatristas comparten su obra, pero esa entidad -según varias opiniones- se queda con un alto por ciento de lo recaudado y, al final, no se vislumbra un beneficio sustancial para las artes escénicas. En tanto, hay consenso en que la solución idónea sería disponer de la cuenta…

Ante esta realidad, los creadores tuneros -con las mismas necesidades de subsistencia que cualquier ciudadano- son seducidos por mejores horizontes profesionales y, entonces, emigran. Hoy, prácticamente, Los Zahoríes está desintegrado, solo quedan algunos miembros de manera aislada como Yaima Guerrero (payasita Tonguita), que es actriz y diseñadora. Unos fuera del país, otros de la provincia y, los menos, a la espera de un cambio que se torna -en sus mentalidades cansadas- algo lejano. Hasta Mayelín Batista, la directora de esa cofradía, ha pensado seriamente en la renuncia, antes de que sucesos semejantes acaben por afectarle la salud. Eso es grave y doloroso.

Siendo justos, reconocemos que por estos días -según se asegura- continuarán las acciones de reparación y mantenimiento que iniciaron el pasado calendario en la «Raúl Gómez García», lo que habla de la intención de la Dirección Provincial de Cultura (DPC) y autoridades gubernamentales por paliar el panorama. Pero falta mucho por concretar; se trata de situaciones latentes que atentan contra procesos culturales. Eso sin contar su impacto en la sociedad.

Si miramos hacia atrás, con la mano en el pecho, sentimos que aún nos duele la partida de Teatro Tuyo hacia la capital, de actores de otros elencos a territorios vecinos. Y, aunque la emigración es natural, no podemos olvidar las causas. Hay quienes, incluso, han cambiado de profesión. «Necesitamos estrategias de protección para el artista», afirma el teatrólogo Nelson Acevedo, hijo adoptivo de nuestra tierra. Si eso no sucede, «se ven amenazados el funcionamiento, la estabilidad, la creación y la proyección a largo plazo».

En general, más allá del guiñol, preocupa toda la manifestación. Hoy, el Consejo Provincial de las Artes Escénicas está sin dirección, además de mostrar pésimas condiciones infraestructurales. Y, aunque sea dependencia de la DPC, es el organismo rector de lo que compete al mundo de los tabloncillos y las bambalinas aquí. Eso urge solucionarse, por algo existe lo que se llama política de cuadros.

En medio de toda esa neblina, nos alegra también que esta semana le hayan entregado equipos de climatización a la salita Blanca Becerra, viejo reclamo de su colectivo, cuya sede recientemente fue restaurada. Sin embargo, debemos aprender a observar los procesos en su conjunto, sin dejar de ser agradecidos.

Si nos conformamos con apreciar butacas nuevas o tabloncillo remozado, quizás no veamos otros factores circundantes que pudieran acabar con lo que representó tiempo y dinero, por ejemplo, que el techo de esa institución se filtra y, al llover, el agua cae sobre el escenario (como ya ha advertido Elizabeth Borrero, directora de Total Teatro). Además, tampoco podemos olvidar que el cabildo San Pedro Lucumí y La Pérgola (sedes de las compañías folclórica Onilé y Huracán Mágico, respectivamente) aún muestran condiciones vergonzosas.

Asimismo, debemos preguntarnos si existe garantía de relevo actoral. Con el éxodo de varios, la insuficiente formación de tuneros actualmente en la escuela Manuel Muñoz Cedeño (Granma) y la falta de estrategias en ese sentido, qué podemos esperar. Nos alienta saber que Nelson Acevedo presentó a la Dirección Provincial de Cultura un proyecto para formar actores de teatro en corto período de tiempo y que su idea fue bien recibida. Ojalá esto se concrete. Sin embargo, como advierte Mayelín Batista, «no hacemos nada con formar artistas, si después se van». Para evitar que esto suceda, hay que revertir el actual «escenario» y devolverles la ilusión a todos aquellos que se sienten desamparados. En época difícil como la que vivimos, recordemos esa frase martiana que dice: «Ha de irse al teatro como a fuente de virtud».

Tomado del Periódico 26 de Las Tunas

En portada: Guiñol Los Zahoríes. Foto Reynaldo López Peña.