Una Aventura Sigilosa: El Amante En Punto Azul
Por Roberto Pérez León
Pero la auténtica verdad es que en el arte dramático no hay tal cosa como una verdad única. Hay muchas.
Harold Pinter
En la sala El Sótano, el colectivo Teatro Punto Azul ha presentado El Amante, del Premio Nobel Harold Pinter. Confieso que me puse en guardia porque una obra de Pinter, y específicamente El amante, puede mostrarnos semblantes que muchas veces uno no quiere ver: la soledad, la incomunicación, los miedos, las relaciones personales, la intersubjetividad, en fin el ser humano desnudo y así desnudos metemos las manos en unos bolsillos que nos inventamos para engañarnos.
En El amante tenemos a Richard y a Sarah, ellos lograron un equilibrio en la convivencia como pareja: deseo y fantasía contra la rutina sexual, una aventura erótica fantástica donde rigen el ardor carnal y la experimentación.
Sarah y Richard vieron gastado el matrimonio y no miraron para otra parte que no fuera hacia ellos mismos; decidieron no seguir como estaban, buscaron el cambio porque lo importante era que se amaban y había que salvar el amor; era preciso encontrar un nuevo sentido para seguir unidos y ese nuevo sentido no estaba entre comportamientos decadentes, estereotipados, dictados por lo socialmente correcto.
Mientras Richard trabaja por la tarde ella recibe en su propia casa un amante; por su parte él, durante ese tiempo, lo que hace es verse con una prostituta. Así entran en una dinámica insólita donde ninguno de los dos se aburre. No hay engaño. No se puede hablar de infidelidad. Cada cual consiente lo que hace el otro. Conciben una rara felicidad, rara no para ellos sino para los que se enclavan en un patrón de eticidad que regula la sexualidad, la confianza entre las parejas, los sentimientos y las emociones más íntimas o escondidas. Richard y Sarah resemantizan la infidelidad y la felicidad fuera de parámetros sociales.
La puesta que hace el colectivo Punto Azul no descuida el meollo de una obra que nos plantea una desprejuiciada visión del matrimonio: deseo, realidad y fantasía.
Sarah y Richad, ellos mismos son sus respectivos amantes; y, como corresponde al pinterianismo, tanto deseo y tanta fantasía conspira contra la realidad montada sobre esos componentes, entonces la Realidad se esfuerza por imponerse sobre la realidad construida y trata de que la fantasía se haga rutina y el fantasma del tedio rehacer la convencional institución matrimonial que establece el aburrimiento como único condimento.
Hay momentos en la obra en que nuestra parametrada concepción de la fidelidad nos hace sonreír; nos divierten los magníficos diálogos por lo absurdos que resultan al estar fuera de los contornos de la realidad que nos ha concebido el poder sociocultural.
Lo más absurdo y divertido es la parsimonia, prudencia y seriedad de Richart cuando al salir para el trabajo le pregunta a su mujer: “¿Viene tu amante hoy?” Por supuesto, la sala se viene abajo en risas. Como vendrá el amante ya el esposo sabe que tendrá que aparecerse más tarde. Entre esta tónica de lo absurdo está la dinámica de la puesta.
«¿Alguna vez se te ocurre pensar que mientras pasas la tarde siéndome infiel yo estoy sentado en mi oficina revisando gráficas y balances?», y entonces ella le responde afirmativamente y ante la otra pregunta de Ricahrd: «¿Y cuál es tu actitud respecto a eso?», ella dice, suave y bajita: «Lo vuelve todo más picante».
Se trata de un texto lingüístico con una autonomía plena, leerlo es tenerlo y disfrutarlo sin necesidad del montaje; su puesta en escena está regida por el textocentrismo, lo que no impide que a estas alturas siga siendo obligada la fidelidad al texto, siempre existirá la invención que haga que los demás sistemas significantes de la representación sean genitores y fecundantes.
En la propuesta de Punto Azul hay un esmero respetuoso, a veces excesivo, por el texto lingüístico; la puesta en escena queda mediada plenamente por el texto lo que no hace que la representación languidezca.
El fastidio es el protagonista de El amante, esta emoción está muy bien dada en el montaje; la pareja de actores modula y modela corporal y vocalmente la rutina del matrimonio y a la vez la reproducción de una vida inventada.
El texto lingüístico proporciona el desarrollo de una lujosa esgrima de palabras, los diálogos son como frases coreográficas donde nada está demás; esta grandeza dramatúrgica está muy bien sostenida desde el performance actoral entre Yasmany Guerrero e Inima Fuentes, dos jóvenes que consiguen pulcritud en el trabajo actoral; logran hacer de los diálogos una esgrima de palabras donde cada frase es coreográfica; la enunciación verbal matiza la expresión corporal con una elegancia irónica, como corresponde a El amante.
El programa de mano que me entregaron fue feo, muy feo, descuidado en su diseño e insuficiente en cuanto a la información pese a contener grandes parrafadas de un texto de Pinter y otro de Shakespeare pero que están como caídos del cielo no obstante la solidez conceptual de sus proposiciones. ¿Por qué la esmerada dirección artística de la puesta no miró para el programa de mano?
Me llamó la atención la falta de erotismo del montaje, las actuaciones se ciñen a mostrarnos una comunicación matrimonial sin artificios ni medias tintas donde se habla de lo que hay que hablar, no se silencia el sexo, pero tampoco se explicita.
Omar Bilbao dirige la puesta en escena de El amante y lo hace con precisión, sin desbordamientos en ninguno de los sistemas significantes que componen el montaje, hay un equilibrio global desesperante, y eso forma parte de la dramaturgia que precisa una obra de Harold Pinter; por otro lado, es notable la dirección artística de Erich Cartaya donde la concepción escenográfica, pese al pavoneo barroco o rococó, propicia un espacio escénico sin dificultades; Edgar Medina diseña unas luces oportunas y sin alardes técnicos.
Es un montaje con la debida moderación estética, donde lo icónico/simbólico está sin ambiciones estrafalarias ni ostentaciones experimentales; sobre todo es una puesta en escena que puede generar polémica y una alarmante concreción dado el efecto de sentido que puede generar en el público. El elemento espectatorial en representaciones como El amante bien podría ser orientado mediante una expectante promoción que forme parte del consabido circuito de concretización: la obra en sí misma como significante; el significado, el objeto estético, la puesta en escena; y, el contexto social.
Tenemos una población considerable de jóvenes que son hijos del divorcio de padres aún jóvenes también, además hijos del machismo y la concepción patriarcal del matrimonio y pese aparentar liberación sexual esta no viene aparejada con una concepción de equidad de género.
Porque en el arte hay una forma elocuente de conducir y discutir la Realidad, una puesta como esta es muy apropiada para un estudio de público. El amante puede poner en jaque nuestra eticidad: ¿Le dirías a tu pareja que tienes un amante? ¿Propondrías hacer un trío y felices los tres? ¿Te provoca tener una amante? ¿Cómo ves tu relación de pareja después de haber visto la obra? ¿Qué emociones te produjo la obra?
Las muchas modalidades en la relaciones sexuales que están diríamos de moda cuando no son dirigidas a la renovación de los deseos en la pareja se convierten en versiones de prostitución o jineterismo o son una irresponsable actitud en relación al amor porque se justifican en él se acabó el querer y lo mejor es felices los cuatro, si viene al caso.
Bueno, yo me quedo satisfecho después de haber visto la puesta de Punto azul, y me afinco en lo que reflexiona Harold Pinter: “No hay distinciones concretas entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso. Una cosa puede ser al mismo tiempo verdadera y falsa. Estas afirmaciones aún tienen sentido, y aún se aplican en la exploración de la realidad a través del arte. Como escritor, las mantengo, pero como ciudadano no puedo; como ciudadano he de preguntar: ¿Qué es verdad? ¿Qué es mentira? La verdad en el arte dramático es siempre esquiva”.