Un Mowgli con varias respuestas
Por Omar Valiño
El teatro, con su acendrada manera de compartir la metáfora artística ante el ágora, participa con inusitada fuerza en la construcción social. Ilumina, descubre, abre caminos.
Reapareció el tenaz pensamiento al ver, nuevamente, Mowgli, el mordido por los lobos, puesta en escena de larga trayectoria y sólida presencia en Teatro La Proa.
Habíamos acudido esta vez, mi esposa sin papeles y yo, especialmente motivados por regalar a su hijo más pequeño una función teatral por su décimo cumpleaños.
Me resultó inevitable, en medio de las discusiones que atraviesan la sociedad cubana a propósito del Código de las Familias, asociar el conocido relato y los dilemas de su protagonista, a las consideraciones en torno a la familia, la sangre y la felicidad. De igual modo, me deslizó hacia recientes polémicas en torno a los maestros y a la pertinencia de la política de repertorio.
En el extremo contraste de su cuento, Rudyard Kipling coloca a Mowgli, el niño perdido en la selva y criado por los lobos, entre una aldea humana que lo rechaza y un círculo de animales amigos.
La actriz Marybel García Garzón y los actores Erduyn Maza, también director general del grupo, y Arneldy Cejas, responsable del montaje, asumen el reto de estos singulares títeres de piso, entre otras técnicas utilizadas, para significar el bien de la lealtad y la palabra empeñada, el poderío mayúsculo de la unión colectiva y la luz de la amistad.
Esos valores, también compartidos al interior de Teatro La Proa, les han permitido, con esa laboriosidad incansable, transformar el túnel bajo la avenida Salvador Allende (Carlos III) en un espacio teatral maravilloso, su nueva sede desde hace un año.
Mowgli, sin traicionar, convocará, en su momento, a sus cercanos amigos de la selva para crear una nueva manada bajo su guía; una confirmación, otra más, de que este sencillo espectáculo y sus ecos contienen varias respuestas para los días que corren.
Foto de portada: Sergio Jesús Martínez