Un Festival De Solos Acompañados… Y Multiplicados
Por Frank Padrón / Foto Buby
Como ocurre con frecuencia por la mayor facilidad para moverse, no pocos invitados al Festival de Teatro de La Habana traen espectáculos unipersonales; esta 18 edición no fue la excepción.
Es el caso del cubano Jorge Ferrera, quien vive hace tiempo en Barcelona e integra allí Teatro El Puente, con su versión de Peer Gynt, ese clásico de Ibsen; verdadero mito del imaginario noruego, todo un héroe nacional, ha nutrido la literatura, el propio teatro, la ópera y el cine, nunca agotadas de invitar a sus escenas a ese viajero incansable, mitómano y soñador cuyo recorrido existencial desde la juventud tropieza con obstáculos y peripecias.
Nuestro paisano, a quien conocíamos desde sus días en la escena nacional, reafirma que es un polifacético y camaleónico histrión capaz de asumir aquí no solo el protagónico sino todos los personajes (la madre, mujeres, duende); admira la capacidad de transformación y desdoblamiento de Ferrera, quien los puebla de detalles y características singulares. Donde sí no logra salir muy airoso es en la puesta, que también dirigió, requerida de un mejor diseño a nivel de desplazamientos, transiciones y aprovechamiento del espacio.
El sueco David Sperling propuso Opus 5, un “recital” de este miembro de Teater Panjal sobre relatos y poemas que arman una suerte de varietés, e incluyen concierto de pian…ito, baile con un hacha, tradición del clow klopopisky y el arte del ventrílocuo; del talento que despliega a raudales el intérprete (músico, cantante, narrador oral) nadie dudó entre quienes permanecimos hasta el final, pues Sperling (auto dirigido junto a Sören Larsson) supo estructurar todo un show entretenido y variopinto.
Pero cometió el imperdonable error, aun hablando fluidamente el español, de presentar la obra en su idioma original, lo cual generó el esperado desconcierto que llevó a la partida de muchos espectadores. No debe la comisión organizadora permitir este tipo de desaguisado.
El español Javier Aranda (quien tiene su propia y homónima compañía) arrancó aplausos entusiastas e indetenibles con su Vida, donde las manos del teatrista son las verdaderas protagonistas; con ellas, viajando a la infancia, a una canasta de donde su madre extraía las costuras, brotan seres humanos, animales, figuras diversas que demuestran una técnica singular y perfectamente dominada gracias a la cual Aranda crea situaciones y conflictos increíbles, ayudado por la banda sonora y las luces.
El fallo aquí estriba en el relato, no libre de reiteraciones, estiramientos excesivos o chistes de dudosa gracia que afectan el feliz desempeño de la obra, que un poco editada y “chapeada” hará brillar mucho más el arte maravilloso de Javier.
Otro que generó entusiasmo y polémica fue el argentino Manuel Santos Iñurrieta (Los Internacionales Teatro Ensemble) con su Eléctrico Carlos Marx, otro número en la línea que con más frecuencia de la esperada incorpora al filósofo alemán al teatro y el cine (Marx en el Soho; Entre Marx y una mujer desnuda…).
El actor, autor y director lo ubica en el Buenos Aires contemporáneo, imbuido en las novedades cibernéticas, la preeminencia de las redes y la internet, sin olvidar el capitalismo que tanto combatió el pensador acechando con nuevas formas y tratando de reinventarse.
Escrita con imaginación, ironía y fluidez, su traslado escénico combina acertadamente el trabajo histriónico con lo audiovisual, donde las propias alusiones a los mensajes de las redes se convierten en un recurso eficaz; sin embargo, es tanto lo que Santos ha querido abarcar, que ya se sabe cuál es el resultado cuando ello ocurre: dispersión, falta de cohesión, superficialidad en el abordaje de algunos aspectos que, sobre todo al final, dejan una sensación de disloque y saturación.
Entre (in)satisfacciones y tiros certeros, este Festival lo fue también de solos, aunque muchos ampliados y bien acompañados.
En poprtada / Peer Gynt, del cubano Jorge Ferrera
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