Un Faro para Cuba
Por Diana Iglesias Aguilar
Faro, última obra dramática de Teatro Andante, emerge de la creación colectiva de un grupo con más de tres décadas haciendo teatro social, que es como tomar el pulso a la vida misma y ponerlo cuál espejo delante de los espectadores para que vean sus propias sombras y sus luces.
La pieza se muestra en calidad de pre estreno. Aún falta limar mucho, sobre todo en la actuación de los más jóvenes, pero se compensa con la seguridad de que todos dominan la esencia de la obra y del teatro de calle, que improvisa un escenario lo mismo en un parque de pueblo que en uno como el de la Libertad, en Matanzas, dónde Faro se murmuró, se comentó mucho durante la XII Jornada Nacional de Teatro Callejero.
El amor puede ser el tema de la obra, que tiene la dirección artística y general de Juan González Fiffe. ¿Tan simple, así?!Si! ¿Acaso, el amor no es el sentimiento que mueve a las personas, al mundo?
Es una gran metáfora este Faro, un recurso para iluminar a Cuba, un norte en la brújula artística, dirán algunos, incluso en la senda política, Faro enseña.
Faro habla más allá de la madre amorosa que acoge a sus hijos en el seno, aún en sus diferencias, en su diversidad: un loco con ansias de ganar, un mutilado mental por la guerra, la típica hacendosa que no se va de casa y los otros que van buscando pescado en las aguas que lo ofrecen, para dar de comer a la familia, no importa de dónde venga el alimento.
«Hay una Cuba posando para la foto, una Cuba pagando los platos rotos», dice uno de los temas de la obra. La música. !Ay, la música! Esa que oímos, pero no escuchamos, cada fragmento dice más que lo que cantan Tony Ávila, Silvio Rodríguez y Carlos Varela.
Como teatro de calle, Faro usa recursos como ganchos para asir al público: es el colar café (carretero y con carbón), pretexto para dialogar con el espectador y un tinte de cubanía.
Así, de lo cubano se habla en pura metáfora, pero casi todos entienden que la madre abre los brazos a sus hijos, tengan el modo de pensar que tengan, que como pescadores de vida pueden ir a las aguas cálidas o gélidas, que ella, la madre, estará por siempre a la espera para sortear una y otra vez las tormentas.
El clima y sus consecuencias, otra gran metáfora de la obra. Después de la tormenta suele venir la calma, pero antes, antes no quieres saber de tormentas.
La pieza se yergue como un exponente del teatro de diálogo, dónde rondan los mensajes contemporáneos, cercanos, viscerales, necesarios. El teatro como esa necesaria espada para hurgar en la herida séptica que ha de drenar el pus y emanar de ella la sangre limpia.
El ritmo es constante y a la vez variado, sube y baja, pero va a ese climax en el que como un orgasmo brota el llanto o el asombro en toda la piel de los más tímidos.
Cuidado ha puesto Fiffe en el vestuario para hilvanar frases de la misma metáfora, poniendo ropas comunes con parches y pinturas, que hablan de las roturas del diario, el color terroso, los parches, como los escasos elementos escenográficos, la altura de la matrona y otros detalles, ponen en situación al más incauto.
Tiene drama y sátira Faro. Es la ironía de la vida diciendo aquí estoy y «me siento a la puerta de tu casa».
Mientras la madre cose y remienda corazones y ropas, la veneran los hijos. Esa madre no es otra que la nuestra, la de todos, la que mira el caos y el desespero expresado en el lenguaje del cuerpo-sujeto artístico, y sabe que más allá de ese músculo contraído, del rictus de tu rostro, hay un amanecer y se pueden vencer las tormentas, una y otra vez. Tormentas que son de dolores, desgarramientos, de amenazas, de peligros, a los que cada hijo se enfrenta. Y no por eso quedan fuera del brazo protector de la madre.
Algunos lloraron al ver Faro, la bandera sudada de lágrimas y sangre servirá de guía a los extraviados en el mar. Todos han de poder volver a los brazos de la madre.
De fundar se trata, de rehacer luego de las cenizas. No importa si la casa es grande o chica, si hay más o menos comodidad, lo que verdaderamente importa es (re)fundar ese hogar. Y esa casa será ese Faro inextinguible para Cuba.
Fotos Raúl Navarro, Jornada Nacional de Teatro Callejero de Matanzas.