Ulises Rodríguez Febles: “Orgulloso de ser dramaturgo y escribir sobre Cuba”
Por Giselle Bello
El 2022 estuvo colmado de éxitos para el dramaturgo matancero Ulises Rodríguez Febles, con numerosas obras publicadas y puestas teatrales a cargo de grupos de toda Cuba.
Este año salieron a la luz textos como Criaturas de isla, con la editorial Tablas Alarcos, Cuarentena, de Ediciones Matanzas, y la novela Las últimas vacas van a morir, bajo el sello de Ediciones Unión. Igualmente, subieron a escena Huevos, Cuarentena y Alejandría, por los colectivos de Teatro del Viento, Vital Teatro y Teatro D’Sur, respectivamente.
El 23 de agosto, en el 120 aniversario de la muerte de Emilia Teurbe Tolón, actrices que viven en los mismos países que habitó la bordadora de la bandera cubana leyeron su texto Emilia habla con los que no la escuchan.
“Miriam Muñoz, en Matanzas; Nora Elena Rodríguez, La Habana; Mariela Bejerano y Elbita Torres, España, e Yvone López Arenal, Estados Unidos —recuerda el propio Ulises—. Resultó un lindo proyecto virtual que unió a estas queridas mujeres para recordar a una imprescindible de la historia de la nación”.
Huevos es su pieza más representada. ¿Qué tiene de particular el montaje de Freddys Núñez Estenoz y Teatro del Viento?
Huevos me ha dado esa conmovedora emoción de ver mi obra en escena y que alguna gente en las calles de Matanzas me reconozca por ello. Estoy orgulloso de ser dramaturgo y escribir sobre Cuba.
Se ha estrenado cuatro veces: con Mefisto Teatro, dirigida por Tony Díaz, en Miami; con Akuara Teatro y Alberto Sarrain, por el Conjunto Dramático de Cienfuegos, puesta de Generoso González; y ahora por Teatro del Viento, que es un grupo con una estética muy particular y una relación con el público que merece ser estudiada.
Todas resultan estremecedoras. La de Teatro del Viento dialogó con la actualidad, testimonio de esa época y de la nuestra, aquí el huevo se torna protagonista: mancha, humilla, y a la vez es deseo ante la carencia.
En algunos casos los actores hablaban sobre la emigración en el escenario y luego se marchaban en la vida real, en un cruce de éxodos impactante y doloroso. Lo que viví esa noche, en el Teatro Avellaneda de Camagüey, aún me conmueve y me hace recordarla y desear que vuelva a escena, porque creo que lo merece.
Cuarentena retrata un hecho muy reciente y traumático en la memoria colectiva. ¿Cómo fue la recepción de la obra y hasta qué punto estuvo marcada por esa experiencia común?
Creo que el público respondió, de manera muy interesante, ante el dolor, el peligro, el aislamiento y la muerte. Fue una confrontación con vivencias, muy cercanas en el tiempo, de un acontecimiento en el que todos fueron protagonistas de diferentes maneras.
Este texto pudo estrenarse antes, y la realidad lo impidió, así como la propia incertidumbre de los actores, las constantes zozobras. Creo que las zonas de humor, que están en algunas escenas y que el director Alejandro Palomino enfatizó, ayudaron a contrastar el miedo con el acto de reírnos.
Me resultó muy conmovedor verla en los escenarios teatrales, pero también en espacios como el Hospital Frank País y la Universidad de Matanzas, con algunos de los que estuvieron en las zonas rojas.
El aplauso, las reacciones de los espectadores fueron esenciales y reveladoras de la entrañable relación de los matanceros con mi obra, tanto dramática como literaria.
Este año también se publicó su segunda novela, Las últimas vacas…, que agotó su tirada en poquísimo tiempo. ¿A qué atribuye ese éxito de público?
Este libro, Premio Guillermo Vidal 2017, era muy esperado. Vio la luz por primera vez en la Feria Internacional del Libro, en el Palacio del Segundo Cabo, presentado por Francisco López Sacha.
En Matanzas lo lanzamos ante una nutrida concurrencia, con una acción performática en la que colaboraron varios amigos, como el diseñador Adán Rodríguez y la coreógrafa Liliam Padrón.
Las últimas vacas… toca el tema agrario, pero, a la vez, conecta el concepto de tierra con el de nación, como una suerte de cordón umbilical entre lo urbano y lo rural. Representa un viaje antropológico, testimonial, ensayístico, metafórico, a la vida de los campesinos y sus diferentes posiciones ante un problema de vital importancia.
Esta es la historia que les debía a mis abuelos, a los abuelos de muchos, a Cuba. Como dices, se agotó y eso me hace feliz. La gente la buscó incansablemente, se la prestó a otros, la sigue pasando de mano en mano, y me envía diversos mensajes que relacionan la novela con su vida.
Tomado del periódico Girón/Matanzas
En portada: Ulises Rodríguez Febles. Foto Ramsés Ruiz Soto.