Tributo a Joaquín Banegas. Adiós a un imprescindible
Palabras del historiador del Ballet Nacional de Cuba, Dr. Miguel Cabrera García, para honrar a Joaquín Banegas.
Una triste noticia llena de dolor no sólo a mi corazón, sino al de todos los amantes y servidores del ballet cubano, acaba de fallecer el maestro Joaquín Banegas, uno de las figuras históricas e imprescindibles de la escuela cubana de ballet.
Nacido el 16 de agosto de 1935 en el pequeño poblado de San Benito, municipio de Alto Songo, en la región de Santiago de Cuba, en el seno de una humilde familia campesina, desde muy pequeño daba escape y cauce a sus emociones, mediante los movimientos de su cuerpo, creando formas, pasos y poses, que desconocía, pero que no eran otra cosa que la danza misma, pero en forma espontánea e intuitiva.
Esa vocación creció en él de manera constante, y fue por ello que, en 1951, deseoso de encontrar el camino elegido, viaja a La Habana, donde combinó la búsqueda de la subsistencia en diversos empleos, con sus primeras clases de ballet, en el Conservatorio Municipal, bajo la guía de Alberto Alonso. Al siguiente año, no cejó en su empeño, y continuó alternando trabajos de diferente índole, con las clases que impartía en la Sociedad Pro Arte-Musical de Oriente con el profesor búlgaro Georges Milenoff.
En 1953, en virtud de una beca concedida a jóvenes con talento, pero de escasos recursos económicos, pasó Joaquín a la Academia de Ballet Alicia Alonso, institución destinada a formar la primera generación de bailarines cubanos profesionales y sentar las bases de la escuela cubana de ballet, hoy mundialmente reconocida.
Allí, bajo la guía de Alicia y Fernando Alonso, José Parés, Cuca Martínez y de otros pedagogos extranjeros, como los rusos Alexandra Fedorova, León Fokine y Ana Ivanova; y los ingleses Mary Skeaping y Phyllis Bedells, cimentó, de manera sólida, su inquebrantable vocación. En 1954, con el Ballet de Cuba actuó en Argentina, Chile y Uruguay.
En 1956 participó en la Gira Nacional de Protesta contra la agresión de la tiranía batistiana a Alicia y al Ballet de Cuba y al siguiente año se integró al Taller Experimental de la Danza, que en estrecha colaboración con la Academia de Ballet Alicia Alonso, mantuvo viva la llama del ballet en Cuba. Ese propio año viajó a Puerto Rico y República Dominicana, donde en calidad de primer bailarín, centralizó numerosos espectáculos en teatros y centros nocturnos de esos países.
En 1959 retornó a Cuba, y en el Concurso de Oposición, celebrado ese año para reorganizar la maltrecha Compañía, obtiene la categoría de solista y con ella continuó una exitosa carrera artística, que lo definió como una de las primeras figuras masculinas del ballet cubano en ese período.
A partir de 1961 Joaquín tomó la decisión de abandonar la escena y dedicarse a la enseñanza. Sus reconocidas virtudes, las del rigor y la exigencia mayor, las llevó a su labor posterior como pedagogo, con la misma entrega que lo caracterizó en cada una de sus actuaciones como intérprete.
Cuando en 1961-1962 fueron creadas las Escuelas Provincial y Nacional de Ballet, figuró entre el selecto grupo al que Fernando y Alicia le dio la tarea de formar la nueva generación de bailarines cubanos dentro de los principios técnicos, éticos y estéticos de la escuela cubana de ballet.
En la labor pedagógica de Joaquín ocupa un lugar prominente su gestión como Director del Ballet de Camagüey, en el periodo de 1969 a 1973, en la que contó con la valiosa colaboración de su esposa, la bailarina puertoriqueña Silvia Marichal.
A esta Compañía, la segunda del género en el país, fundada el primero de diciembre de 1967, por gestión de Alicia y Fernando y la inolvidable Vicentina de la Torre, aportó sus valiosos conocimientos. En ese periodo el Conjunto definió su estatura profesional, enriqueció la formación de sus noveles integrantes y desarrolló un interesante repertorio coreográfico, especialmente el surgido del talento de jóvenes creadores como Gustavo Herrera e Iván Tenorio, a los que estimuló y dio total apoyo.
De regreso a su Alma Mater, el Ballet Nacional de Cuba, asumió múltiples
tareas como asesor, maître y organizador. A él están estrechamente vinculados los clamorosos triunfos de nuestros bailarines en certámenes internacionales competitivos, como los Concursos de Varna, Japón y Perú, y en las diversas giras por países de Europa, Asia y América.
El nombre de Joaquín Banegas está unido de manera inseparable, a numerosos empeños del quehacer danzario nacional, entre ellos la Comisión Nacional de Evaluación del Movimiento Danzario Cubano; Director y profesor del Ballet del Instituto Cubano de la Radio y la Televisión, asesor de metodología en la Dirección Nacional de Enseñanza Artística; la Facultad de Arte Danzario del Instituto Superior de Arte (ISA), la Cátedra de Danza y los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid, que llevaron el nombre de Alicia Alonso.
Como eminente representante de la escuela cubana de ballet ha hecho extensiva su sabiduría a entidades danzarias de México, Puerto Rico, Colombia, Checoslovaquia, Japón, Estados Unidos y República Dominicana. Varios países de Latinoamérica le han conferido importantes distinciones, en reconocimiento a sus muchos méritos.
En 1975 en su Informe Central al 1er. Congreso del Partido Comunista de Cuba, Fidel definió a la escuela cubana de ballet como uno de los más grandes logros culturales de la Revolución. A ese logro está indisolublemente ligado, el maestro Banegas.
El 28 de octubre del 2017, a petición de Alicia Alonso, tuve el honor de decir las palabras de elogio a Joaquin y su obra, en acto solemne en el Palacio de las Convenciones, en ocasión de recibir muy merecidamente la Distinción Por la Cultura Nacional que le había sido otorgada años antes, pero que lamentablenente no le había sido entregada.
Dije entonces y ahora reitero en el triste momento de su partida física:
«La Distinción, que acaban de otorgarte en tu patria, encuentra en tu pecho el merecido sitial».
Viajarás con la luz de tu obra grandiosa, Juaco querido.