Traducir teatro: ¿el arte de desaparecer?

Por Noel Bonilla-Chongo
“…traducir, es oponer a la transparencia de los modelos, la abierta opacidad de las existencias que no se pueden reducir…”
Edouard Glissant
El título de estas notas no es de mi propiedad, más bien correspondería a lo que la pregunta pudiera suscitar en quien se acerca al teatro con el deseo de desentrañar el conglomerado donde todo se vuelve claridad en las opacidades de sus dispositivos expresivos. Para la traductora francesa Christilla Vasserot (autora del título), traducir es escoger. Ella, también profesora e investigadora, especialista en filología hispánica que comparte su tiempo entre la traducción y la docencia de literatura, teatro, cine y traducción en el Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la parisina Universidad Sorbonne Nouvelle, ha hecho del teatro un objeto de estudio mayor.
Por estos días, en antesala de lo que se aviene dentro de la programación del Mes de la Cultura Francesa en Cuba (del 13 al 30 de mayo) y como acción colaborativa entre la Universidad de las Artes (ISA), la Universidad de La Habana (UH), la Alianza Francesa y el servicio de Cooperación Científica y Universitaria de la Embajada de Francia en Cuba, la profesora Vasserot ha compartido sendas intervenciones con estudiantes y profesores de la Facultad de Lenguas Extranjeras de la UH y con estudiantes, docentes del ISA y profesionales de las artes escénicas cubanas. Obvio, el urdido apelativo “desaparecer” ha movido el interés de los asistentes.
Y es que aun cuando el arte de traducir pudiera ser vector para esquivar, escurrirnos y burlar los sentidos de los sistemas fijados, de las fuentes; su práctica como desmontaje de la huella (en contra de las nociones del sistema), nos indica lo incierto y lo amenazado, que son convergentes y nos fortalecen, también desde la traducción como instancia (poético/real) de aproximación, roces y equivalencias referenciales, naturales o direccionales, en la manera de frecuentar la huella, un trazo, un vestigio, del que al final tendremos solo residuos, escombros, cenizas. Pero, el teatro que en su “aquí y ahora”, tanto en el tempo/espacio escénico del performance vivant, como en el tempo de la lectura de un texto, teje en paralelo una capacidad imaginada de la imagen, del hecho, del acontecimiento para atrapar y rehuir, al mismo tiempo, lo que dicen y hacen los personajes, actrices y actores, parecería que es imposible hacer desaparecer nuestra condición de espectadores-lectores; más allá de que la “traducción” (¿traslación, transposición, versión, adaptación, mímesis?) de sus signos, dispositivos, planos y niveles dramatúrgicos no equivalga (como diría Glissant) a reducir a una transparencia, ni por supuesto, a conjugar dos sistemas de transparencia.
O sea, en el valor del hecho teatral (lo escénico del teatro) cohabita el “peso” de un texto, su valor semántico, sintáctico, enunciativo (sea versión original o traducción a otra lengua), al tiempo que el componente vivo cobra otros sentidos cuando es puesto en circulación, en abismo, en relación durante la mise en scène. Entonces, cómo desaparecer, fugarse, esconderse, être discrecional y humilde dentro del ámbito traductológico, en los intríngulis de conceptos como fidelidad y literalidad que parecen tan mancomunados al fenómeno de la traducción. Para Christilla, quien tiene una experticia relevante en la traducción de creadoras y creadores para nada tradicionalistas de “lo escénico”, Rodrigo García, Angélica Liddell o el cubano Rogelio Orizondo, la diatriba que entraña el contrato de adaptación vs. contrato de traducción reafirma la capacidad zapadora del teatro y la escena ante convencionalismos ya traspasados en el campo de la traducción teatral. Con énfasis en prácticas artísticas que hacen uso de pantallas para colocar sobre-titulados que sitúan al lector espectador dentro del acto escénico que ocurre en una lengua distinta; o en propuestas humorísticas que demandan al traductor realizar un exhaustivo análisis del texto origen, huella, fuente, para erigirse “creador” de un “nuevo” texto que personajes, actrices y actores dicen procurando el efecto del parlamento, animando la comicidad de la acción. Desaparecer implicaría que el acto artístico de la traducción teatral (sea cual sea el género o modalidad de la propuesta), logre una capacidad inagotable (aunque concreta y sintética, eficaz y eficiente, precisa y comedida), consiga un pacto poético generoso entre la matriz y su nueva recualificación idiomática, conservando de la lengua original aquello que pudiera ser coincidencia de los marcos culturales a la lengua que ahora se traduce; sin dudas, un reto grandísimo.
Entonces, desaparecer implicaría bajo esta coyunda, la emergencia de transacciones, de negociaciones y alternativas equivalentes entre autores, autoras, traductores y traductoras. Y si de ese “parto difícil del texto a la escena”, habláramos, el arte de traducir colocaría, de manera invariante, al cuerpo/carne de quien traduce sobre el plateau mismo, ahí donde performers, escenografías, objetos, luces, sonidos y etcéteras, se tornan recursos expresivos del acontecimiento, dicho de otro modo: traductor deviene director, cual guía que lleva la luz que ilumina a todas y todos.
Desaparecer implicaría, en voz de la propia Christilla Vasserot, dotar de otra significación a ese texto sin cuerpo que pudiera ser el libro, el libreto, el guión, en tanto objeto que no pertenece a la puesta en escena. De ahí que en su labor como traductora de teatro para el teatro mismo (para la escena) y para textos a publicar como libros, hace como quien se vuelve invisible desde la visibilidad de un proceso que igualmente demanda teatralidad (entendida como instancia discursiva interdisciplinaria que permite comprender y analizar tanto procesos teatrales como un gran número de procesos y actividades escénicas y culturales), incluso cuando en ella pudiéramos distinguir las consabidas fases (comprensión, decodificación y reformulación) inherentes a la traducción.
Entre tipo y ejemplar, en esas zonas identificadas como posibles “problemas de transmisión” (según Marie Bardet), a través de citas puntuales a propuestas de Rodrigo García, Angélica Liddell, Rogelio Orizondo o Eugenio Hernández Espinosa, la conferencista nos fue develando cómo la comprensión implica un proceso profundo de lectura de las fuentes y así, intralingüística y extralingüísticamente poder otorgarle significado a los signos que figuran en el texto origen; del mismo modo que la decodificación permite detectar aquellas fracciones que componen el texto original a fin de identificar las unidades mínimas con sentido para recolocar, rejerarquizar, distinguir; mientras que en la reformulación, más allá de los habituales procedimientos y estrategias, el arte de desaparecer debe ir al encuentro con los recursos idiomáticos o referenciales de la lengua a que ahora se traduce, sin “traicionar” lo contenido en el texto original, en la fuente, la matrix.
En las intervenciones de la doctora Vasserot está sin estar exprofeso, su conocimiento de nuestro contexto teatral y formativo, de los caminos de la dramaturgia cubana en sus batallas por la modernidad, del dominio de la obra de José Triana (su objeto de estudio doctoral), de su trabajo junto a la actriz Monse Duany para la versión en francés de Emelina Cundeamor, texto de Eugenio Hernández Espinosa. Estuvo la presentación de herramientas útiles, de pistas metodológicas (si se quiere decir con palabra precisa), de cuánto podemos avanzar en el terreno de la traducción teatral/escénica en nuestro contexto. Con discreción y precisión, Christilla conjugó dominio académico de la traducción y el requerido reacomodo que es médula del hecho escénico y del valor inequívoco de su aquí y ahora.
Traducir teatro: ¿el arte de desaparecer?, pregunta y afirmación que privilegia la lectura y el análisis del “gesto teatral” (comportamiento, cualidad, forma, significación, connotación) como una vía de entrada esencial para el análisis estético, lingüístico, morfológico y teatrológico de la obra teatral que se “traduce” en/para la escena. Desenmarañar la experiencia que está en un referente para su “trasferencia” a otro universo y a los micro-eventos que se trasponen los unos con los otros, en su sucesión o en su simultaneidad, en su yuxtaposición y diáspora, en la confluencia y distancia de lenguas distintas. Tras el arte de desaparecer, con Christilla Vasserot en este mayo habanero 2025, accedimos a entradas atentas para que teatro y traducción, requieran de nuestra urgente atención.