Teatro de la Luna en el camino de hoy

Por Roberto Pérez León
En la sala Llauradó está Teatro de la Luna hasta el domingo cinco de octubre, siempre a las cinco de la tarde, con la puesta en escena de El camino de hoy, obra que puede inquietar de manera risueña. El autor de esta pieza es una presencia clave en el teatro alemán contemporáneo.
Igor Bauersima, dramaturgo de origen checo radicado en Suiza desde donde emprendió una singular trayectoria que ha renovado, con sorprendentes y precisas estructuras dramatúrgicas, tanto al teatro suizo como el alemán. Su obra El camino de hoy, escrita en 2000, ha tenido más de un centenar de montajes internacionales a los que se suma este que tenemos en la Sala Llauradó con el sello de Teatro de la Luna.
La puesta en escena disfruta del lujo compositivo que caracteriza a Raúl Martín como director. El montaje revela una caudalosa forma de significar espacios y relaciones escénicas que pueden ir de la ficción al distanciamiento.
Las cualidades del movimiento escénico denotan el giro corporal de las actuaciones que muestran valores no adjetivos sino adverbiales por la eficacia de los ritmos de poderosas gravitaciones que engendran efectos y causas sin subordinaciones.
El sentido de la representación está ungido todo el tiempo que dura la función por el movimiento encarnado de dos actrices que dialogan, sin máscaras y por trasparencias, en un intento por fusionarse.
El camino de hoy es una versión que me atrevo a calificar netamente cubana. Yaité Ruíz Lias y Minerva Romero logran destilar la médula filosófico existencial de la obra, a través de enunciaciones verbales y gestuales que hacen que sus actuaciones gocen de vigores donde la teatralidad es una ululante germinación estética.
La excelencia de esas actuaciones tiene sorpresivas líneas de fuga que atraviesan la trama de la obra enmarcada en la urgencia existencial de dos jóvenes que quieren suicidarse y lo preparan todo. Pero las divinas travesuras de la naturaleza, a través de estelares acumulaciones de luces de una aurora boreal, les genera un súbito telúrico.
Yaité Ruíz y Minerva Romero considero que rehacen el texto de la obra que a su vez es una versión del original concebida por Raúl Martín. Ellas venciendo determinismos, apelando a las atmósferas tensionales de sus personajes consiguen dimensiones visuales y emocionales desmesuradas que como chispazos quebrantan el espesor de lo dramático. Entonces me atrevo a percibir efluvios risibles, kitsch, desbordes discursivos, excesos narrativos que desarman la resolución del drama. Y hasta dan ganas de subir al escenario y abrazar a Minerva y a Yaité como lo hacen ellas entre ellas.
La puesta en escena de El camino de hoy a partir de la obra Norway Today de Igor Bauersima que hace Teatro de La Luna con dirección de Raúl Martín es una lograda práctica escénica que entrelaza teatralidad y danzalidad: el cuerpo actúa y la acción baila en un espacio escénico que concibe Raúl Martín sin féferes ni abalorios, sin simulaciones naturalistas.
El espacio escénico en El camino de hoy es de una alteridad extraordinaria. Espacio fragmentado, móvil, virtual. Espacio logrado por el empleo creativo de simples tecnologías que expanden o contraen definidas concepciones arquitecturales entre la fisicalidad del mismo espacio y la de los cuerpos en escena.
La alteridad del espacio escénico en esta puesta es paradigma de la relación entre el concepto de heterotopía (Foucault) y el teatro como lugar de condensaciones espacio-temporales, como “espacio otro” ante los espacios normativos. Pero espacio real con su propia lógica, con su autonomía, superposiciones, escenario simbólico, dispositivo de sentido.
Un elemento a tener muy en cuenta en la heterotopía escénica de El camino de hoy es la concepción sonora que adquiere un nivel catalizador. La música original y arreglos, ejecutados en vivo por Edel Almeida Mompié, es un vector del diseño del montaje activador de la ritualización al marcar umbrales y pasajes, transiciones, idealizaciones, nostalgias.
La música que ejecuta discretamente Mompié congrega memorias. Desde lo sensorial los espectadores quedamos inscritos afectivamente. La música funciona como oasis de vibrantes experiencias reactualizadas por la puesta en escena y se convierte en un eje de la dramaturgia.
También con esta puesta en escena, Raúl Martín sobresale entre nuestros directores por su intrépida y no polarizada concepción de la escritura escénica. Sus puestas son “cosmos en miniatura”. Sus energías intelectuales azuzan su inventiva. Sus provocadoras corduras ideo-estéticas tienen el valor de la realización.
Fotos ©Buby Bode