Por Teatro Icarón: La señorita Julia

Por Esther Suárez Durán

August Strindberg  es el autor teatral sueco más importante no solo para la escena de su región, sino para todo Occidente; un artista que pese a haber nacido en 1849, mitad del siglo XIX, y haber muerto en 1912 (en los inicios del siglo pasado) resulta aún nuestro contemporáneo. Viviendo en el apogeo de la corriente naturalista y en el cenit del mundo burgués, fue capaz de trascender ambas condiciones  para darnos una obra admirable de enorme vitalidad que mucho significaría después para las tendencias artísticas por venir dado que ellas se reconocen ya en sus propias páginas.

Ha de ser esta la razón de que sea presencia frecuente en nuestros escenarios del XXI y de que ahora mismo, en esta isla del Caribe, dos colectivos teatrales en dos provincias distintas estrenen, con días de diferencia,  una de sus obras más visitadas La señorita Julia

Sería justo decir que hacer Teatro en la Cuba de hoy es, cuanto menos, un acto de heroísmo, tras dos años de aislamiento, con todas las conocidas consecuencias de la pandemia, la recia contracción de la economía y sus repercusiones en nuestra vida cotidiana, no obstante, aquí están los teatristas, inderrotables; no solo abrieron sus salas y recibieron al público, cual una nueva fiesta, en cuanto ello resultó posible, sino que a pocos meses de tal hecho, sin apenas recursos estatales para la producción de nuevas obras, están estrenando nuevos espectáculos.

De este modo, el pasado 7 de mayo Teatro Icarón, en la ciudad de Matanzas, realizó su estreno a teatro repleto, con la presencia de numerosos colegas de la provincia.

En este caso el espectáculo, a cargo de la joven Lucre Estévez Muñoz, se alza sobre una versión dramatúrgica de la propia directora y un concepto de puesta en escena que quintaesencia lo fundamental del original. Tiene una vocación minimalista en su composición escenográfica y un aliento brechtiano en la proxemia e interrelación de los personajes.

La adecuada selección y composición de los breves elementos que informan el diseño escenográfico potencian su fuerza y significación. Mientras luces y vestuario muestran la misma excelencia. Lo debemos a la concepción del artista Rolando Estévez Jordán y a la realización esmerada del equipo técnico de Teatro Icarón con Miriam Muñoz como directora general.

En la composición espacial que se nos ofrece, la cocina, minuciosamente descrita en el original, ámbito propio de los criados, ocupa casi todo el espacio y es uno de los dos lugares que la visualidad de la puesta demarca. El segundo nos sorprenderá para el evento final del relato escénico: una escalera iluminada en rojo, de tono impersonal, que nos conduce a un nivel superior donde tendrá lugar el desenlace de la obra.

Dentro de este tópico del diseño es justo realzar el terminado exquisito de vestuarios y accesorios por resultar ello algo infrecuente en nuestra práctica teatral de las últimas décadas, salvo las conocidas excepciones. El cuidado diseño de iluminación que consigue la dupla Estévez y Oramas es preciso en su trabajo con las zonas del escenario, consigue la atmósfera necesaria y colabora en el alcance de los propósitos planteados para cada suceso escénico.

A todo esto se suma la banda sonora, que tiene por base temas de Lalo Brickman, construida por Mario Rodríguez y Lucre Estévez, con una excelente edición a cargo de Rodríguez que cuida planos  e intensidades.

Por razones de fuerza mayor tuve que ver la función inaugural de esta primera temporada y, pese a ser noche de estreno, resultó posible  apreciar un excelente diseño del trabajo interpretativo que augura una intensa relación entre sus caracteres. Comparten el escenario con esa gran actriz que es Miriam Muñoz, ahora en el papel de Cristina, Lucre Estévez, como Julia  y  el muy joven Rubén J. Martínez Molina en el sirviente Juan.

Lucre cuenta con todos los recursos profesionales para lucirse en Julia,  Molina tiene ante sí un personaje sumamente complejo que todavía se encuentra en proceso de tallado para conseguir que refuljan todos sus matices y sus fuertes contradicciones en esa tesitura de cierta indefinición, de un transcurrir, un estado de movimiento en que acostumbra Strindberg a proponer el dibujo de sus criaturas. Para el personaje de Cristina sugeriría una reescritura que resulte coherente con las características del elenco a la par que brinde mejores oportunidades a la actriz que lo desempeña.

El discurso espectacular suma a los valores referidos especial contención y  limpieza en gestos y movimientos. Colabora en su contemporaneidad el extrañamiento que Brecht definió y sumó como herramienta expresiva a la escena y que asoma en determinados momentos en la relación entre Juan y Julia y los espectadores

En una marcha indetenible que incorpora continuamente títulos de valía a su repertorio, Icarón y Miriam Muñoz han agregado, nuevamente, otra obra mayor. Por su parte, Lucre Estévez añade a su carrera en la dirección artística, donde ya figura una interesante y valiosa versión de Manteca (Alberto Pedro Torriente) realizada en lo que antes fueran los cimientos de la actual sala teatral, un clásico contemporáneo del teatro occidental.  A la vez ha mostrado capacidades y habilidades en otras áreas medulares e intensas como la producción y las relaciones públicas, y sobre todo, una desafiante capacidad de organización y trabajo, un rasgo fundamental si se quiere hacer teatro en las circunstancias del presente.

Bienvenida a los escenarios y al encuentro con los públicos esta puesta que tiene presente la belleza y discurre sobre la esterilidad de la parálisis que trae consigo el ciego acatamiento del poder, sobre las artes de la simulación y la manipulación de otros en el alcance de egoístas objetivos personales, la necesidad de dotar de sentido nuestras vidas y de cuanto tema descubra el espectador en su personal e íntimo diálogo con la puesta.

Es noche de San Juan y todo puede suceder.

 

Foto de Portada: Sergio Jesús Martínez