Otra vez La duodécima noche de Corina y Vicente
Por Omar Valiño
Este 5 de junio, Vicente Revuelta habría cumplido 95 años. En noviembre será el centenario de su hermana Raquel. Ambos marcaron, de manera decisiva, el siglo XX teatral en Cuba. Entre muchos que lo vivieron en carne propia, y hasta se sumaron a su nave, estuvo Corina Mestre, cuya muerte nos sorprendiera el pasado fin de semana. La circunstancia los junta en esta evocación que solo pretendía destacar el aniversario de Vicente.
Teatro Estudio, fundado por los Revuelta y algunos otros pioneros en 1958, significó la máxima cristalización de muchas experiencias acumuladas en la pelea del teatro cubano por la modernidad, como bien lo ha expresado Raquel Carrió, y también el adelanto de conceptos y prácticas que se multiplicarían con la Revolución.
Mientras por largo tiempo los salones de ensayo de la agrupación radicaban en la Casona de Línea, la programación se centraba en la sala Hubert de Blanck, de Calzada y A. Hasta allí peregrinó la ciudad a ver clásicos y contemporáneos devueltos por la expresión de Vicente y de otros directores que desarrollaron sus carreras en la agrupación escuela.
Nada fue esquemático, sin embargo. El propio Vicente hizo de los espacios de la Casona no solo un lugar de representación, los convirtió en parte esencial de algunos experimentos que reverberan en la memoria de la escena nacional. La búsqueda insaciable de una verdad para compartir una experiencia real con el público, el carácter investigativo y la inconformidad caracterizaron una poética rectilínea y mutante a la vez.
Corina se transformó de casual vecina en importante actriz de Teatro Estudio. Sus dotes, más su formación allí, el diálogo artístico con los Revuelta, y con Berta, Quintero y Suárez del Villar, entre otros, completaron a la recia actriz y forjaron su vocación pedagógica. Culta, analítica, responsable, de auténtica vocación social y raigal fe revolucionaria, asumió como suyas, con su carácter fuerte y discutidor, muchas de las mejores iniciativas escénicas del país. Lo testimonian sus grabaciones en Habana Radio, su presencia en la Cruzada Guantánamo-Baracoa, su magisterio y orientación en las escuelas de arte, entre un sinfín de ejemplos. Como Raquel Revuelta, volcó prestigio y popularidad bien ganados en los medios y la vida pública, a favor del teatro, que siempre supo esencial como cimiento de un actor.
Si este infeliz azar los trajo hoy a esta página, prefiero recordarlos juntos en escena: en La duodécima noche, de Shakespeare, con montaje de Vicente, en la función del Festival de Teatro de La Habana en junio de 1987, parte de la programación especial por el Congreso del Instituto Internacional del Teatro, en Cuba. Una temprana cubierta de la revista Tablas de 1982 nos devuelve la imagen de ese espectáculo. Allí están: Corina, juvenil, en el suelo, Vicente con el rostro burlón, medio mefistofélico, de su bufón inolvidable. Tantos discípulos, en memoria agradecida, tendrán siempre a sus maestros, una y otra vez, en la fiesta de la duodécima noche del teatro.
Fuente: Periódico Granma digital