NUEVAS PROPUESTAS PARA NIÑOS PUBLICADAS POR TABLAS-ALARCOS
Por Yudd Favier
Creo que a cualquier emigrante le son comunes un par de preceptos: la necesidad de adaptarse al medio nuevo y la perseverancia de nunca olvidar. Es el emigrante una especie de combinado cultural que se debate entre pasado y presente y, si bien esto lo hace diferente, también lo convierte en portador, traductor, dador de una nueva cultura híbrida y, por tanto, única y emergente.
Instalarse en medio de Manhattan con su Teatro SEA para compartir con niños y adultos de Nueva York su extendida latinidad es lo que ha hecho Manuel Morán, el autor de las cinco obras teatrales que se compilan en el libro Teatro migrante para niños. Un Caribeño en Nueva York. Desde allí trueca superhéroes de cómics por otros emergidos de la realidad; para hacer que el viaje de crecimiento de Pinocho acontezca en un cruce de fronteras; para crear un contrapunteo entre personajes típicos del Caribe o, simplemente, sustituir a un Hada Madrina por un Duende Padrino o por la propia Virgen de la Guadalupe. En fin, para instalar su neocultura de ascendentes caribeños a unos pasos de Broadway.
“¡Viva Pinocho!”, de 2009, inicia la compilación y es en este texto donde, a nuestro parecer, se explicitan con mayor énfasis las obsesiones del autor y muestran su mayor grado de lucidez. Pinocho, que en esta versión es Pino Nacho, ya no se encuentra con un gato y una zorra que lo desvían de la escuela, sino con un Coyote que se nombra Lobo y que lo convence de ir “al Otro Lado” donde “muchos se han ido y consiguen dinero” porque “aquí no hay donde caerse muerto”. Las aventuras más reconocidas del héroe de Collodi son manejadas por el dramaturgo para presentar excelentes analogías que hacen reconocible la historia original y, a la vez, sirven para mostrar una realidad tremebunda, sin permitirse el discurso panfletario.
Los textos aquí recogidos no son palabras yacentes en un cajón. Todos se han convertido en espectáculos estrenados por Teatro SEA. En el caso de “Mi superhéroe Clemente”, si bien no toca el tema de la emigración de manera directa, vuelve a ser motivación el no olvidar, el “no dejar de ser”, ahora replanteando la figura del héroe. ¡Tan arraigada! en la cultura pop americana a través de los cómics, la figura del ídolo ficticio es contrapuesta a otro modelo novedoso: un personaje real y latino, el pelotero Roberto Clemente, quién, con su talento como deportista y las acciones humanitarias que llevó adelante, va cumpliendo cada uno de esos “cánones” que lo hacen ser un superhéroe tan legítimo como Batman, Superman o la Mujer Maravilla.
La obra El encuentro de Juan Bobo y Pedro Animal no solo enfrenta a dos personajes típicos de Puerto Rico y República Dominicana respectivamente —obvia instalación folclórica que se arriesga en una comunidad anglófona—, sino que además apunta a la diversidad del teatro que desde SEA crea y produce el autor, también director artístico. Otras adaptaciones de cuentos aparecen en esta selección. En el ejercicio de recrear historias conocidas, Morán primero desacraliza, y en ello recae acierto y novedad, porque al desentumecer y desnaturalizar fábulas europeas tan conocidas, las acerca y moderniza y hace que el lector-espectador se deleite como si estuviera ante ellas por primera vez.
Manuel Morán es un amigo de Cuba… y de los cubanos. Desde 2010, que estuvo por primera vez en la Isla, retorna siempre y, cuando lo hace, nos remunera con tangibles acciones: hace seis años, con su intervención y apoyo a la reconstitución de nuestra UNIMA; luego, con la producción de quizás uno de los más notables documentales que existen sobre titiriteros cubanos —al menos el más abarcador con que contamos— para convertirse con ello en promotor internacional de nuestros quehaceres. En su última producción teatral, los textos y las escenografías, vestuarios y muñecos salieron de las manos de eminentes cubanos titiriteros como Norge Espinosa, con los textos, y Zenén Calero, con lo demás.
Hoy, con esta antología que reúne una parte de su dramaturgia establecemos una nueva conexión con este estimado teatrero boricua. Y no por el cariño que muchos le profesamos, por ser la persona generosa que es, sino porque su teatro nos dice que lo nativo sobrevive porque sí, que podemos inocular nuestras identidades en cualquier parte del planeta que ocupemos para darles el valor que tienen y defenderlas del olvido o del menosprecio, y porque su teatro nos ofrece, desde su carácter migrante, un nuevo tema para pensar y poblar escenarios y retablos.