No somos Casa de la Memoria Escénica, ni museo, no somos…
Por Ulises Rodríguez Febles
No somos biblioteca, no somos archivo, no somos galería, no somos espacio pedagógico, no somos espacio de investigación, no somos museo de la Dramaturgia Cubana, no somos Banco de la Dramaturgia Cubana, no somos proyecto de desarrollo local y mucho menos, somos Casa de la Memoria Escénica.
No lo somos a la manera convencional, adaptado a las reglas, a los conceptos, a los modelos, a lo instituido, a una realidad que se nos escabulle en un espacio real.
Todo es un espejismo, una alucinación, una borrachera con whisky o una conexión con el Espíritu Santo.
Todo eso es una utopía, perseguida, luchada, defendida, quizás porque en lo personal, lo que más me une a esta ciudad, a esa patria soñada, es ese espacio, proyectado y concretado, a fragmentos, a arrebatos, a quitarle pedazos, al lugar donde pertenecemos legal y espiritualmente, el Consejo Provincial de las Artes Escénicas, en Milanés 28007 entre Jovellanos y Matanzas, que como una metáfora, hemos llamado Casa, y sigue siendo por ejemplo, el Consejo, otra borrachera más, otro viaje a encontrar en los sueños, la bendición de lo concreto.
Es cierto, que con aquel espacio y aquella idea, que me entregó en el 2000 Mercedes Fernández Pardo, me he empecinado, alucinado, emborrachado, conectado con el ESPÍRITU santo, a creer que es posible sea otra cosa, a veces lo que no es, según las reglas, según los conceptos, según los que no ven el horizonte, (y no me importa, que otros lo vean) que solo se ve con FE; lo que me hace, nos hace ser usurpadores, conquistadores de otros espacios, y hemos sido Centro de Documentación e Investigaciones, y hemos creado espacios y áreas y una metodología nuestra y plazas nuestras y proyectos nuestros, dónde había solo una semilla; y la gente, los creadores y otros, han creído en nosotros, y hemos sido Casa, y nos lo creemos, luchamos por eso, por vivir y trabajar y crear en una metáfora, un acto imaginativo, una creencia en ser lo que no somos, porque, en la realidad somos un pedazo de Casa; pero en nuestra imaginación, creemos que somos una gran casa, un Hogar.
Es cierto que es un invento, no es un espacio instituido por el Tiempo, por la ortodoxia de lo que son o se cree que deben ser las cosas, (la BIBLIOTECA PROVINCIAL o las otras bibliotecas, el ARCHIVO PROVINCIAL, los otros archivos, la LIBRERIA, las muchas librerias, los MUSEOS, los muchos museos; las GALERÍAS de la ciudad, añejadas por la historia)
No somos esos espacios instituidos por las décadas, por los siglos, por la labor de otros hombres y mujeres enormes, alucinados, emborrachados, afincados en la tierra y en el cielo de la nación con bandera cubana en la mano.
Somos algo de ahora mismo, un invento, una metáfora, un poema, que pienso es más grande, más potente, que la rutina de lo instituido, de lo que existe, amparado en el Tiempo.
Debíamos ser Centro, dijeron una vez, y somos Casa, debíamos no tener biblioteca y la tenemos, no registrada, avalada; pero existe, linda, la más linda de todas, una Selva OSCURA, que fue construida y completada, sin financiamiento, sino de la colaboración, de los libros legados por aquella biblioteca que nos entregaron, con libros regalados por muchos, y luego de la mía personal ( mis libros marcados, escritos) y de una lista de seres de Matanzas y de Cuba y del mundo, que con su generosidad la han enriquecido y que es muy extenso mencionar, aunque lo merece.
No es una biblioteca, instituida; pero ahí está, construida de maderas preciosas, con el nombre de uno de los libros más emblemáticos de la investigación teatral cubana La selva Oscura, y con Rine Leal, ahí, de frente, en lo que era una oficina de economía, repleta de papeles, y mesas y cosas, inservibles y polvo, que limpiamos y construimos, tres gentes: El Jabao (que no sé ni donde está, pero estuvo), Adán Rodríguez y yo, y el deseo de hacer, de crear y de fundar, en esa etapa con la luz, y el apoyo de Pedro Rodríguez Caballero, que cedió, lo que no querían ceder, para la Casa, que es un pedacito de CASA.
Ahí está, luminosa, lejos de las reglas, libre. Una biblioteca para la escena cubana, para Matanzas y para Cuba, y para el mundo.
Según los esquemas, no somos el archivo que tendríamos que ser, pero hemos crecido en 40 x 30 metros, con los mismos archivos (hablo del objeto) de siempre, que nos compró el Consejo en el 2003, y donde conservamos décadas y décadas de la escena, no solo matancera, y también de la cultura, de la memoria efímera, que se escabulle.
Somos archivo de la escena, de la cultura, a pesar que habitamos insertados en ese espacio, entre anaqueles y archivos, y una computadora.
No somos un archivo instituido, y somos un archivo, con miles de documentos desde la década del 40 hasta el día de hoy, un archivo contemporáneo, con documentos, imágenes, audiovisuales, archivos de voces y el espíritu de los fantasmas que lo habitan.
Somos librería, y galería, lo demuestra la historia, y en la librería, promocionamos los libros y los comercializamos, con libreros especializados, estrellas, primero Derbys, y luego los que vinieron después.
Y tenemos, para remachar, tienda de productos culturales y café, como parte del proyecto de desarrollo local.
No lo debíamos ser según las reglas, según los conceptos, según el mínimo espacio para tantas cosas, pero lo somos, un lugar barroco, alucinado, resultado de una borrachera con Habana Club, el ESPÍRITU Santo y el empecinamiento, de ver lo que se anhela, y embarcar en esa creencia a otros.
Y por último – he aquí el tema – somos Museo, y no lo somos según los conceptos, según las reglas, según lo que algunos piensan deben ser los museos, pero lo hemos inventado, en ese pequeño espacio soñado, entre la tienda, la librería, la galería, y hasta el café, entre el espacio pedagógico, que tampoco lo es, a la manera tradicional, instituida, y sin embargo, lo es, porque por la Sala Estorino, han pasado más de mil especialistas, profesionales de Cuba y el mundo.
Sé lo que es un museo, he visitado muchos museos, adentro ( bastante) y «afuera» ( algunos), y también archivos – he entrado a varios archivos en su interior, en lo que llamo sus vísceras – sé también, que es conceptualmente lo que yo, otros, llamamos Museo en Madera de la Dramaturgia Cubana, y me gusta que creamos que es un museo, un invento, un poema en madera.
Es parte de la borrachera con cerveza, de iluminaciones del Espíritu Santo, de lo que se llama FE: llamar a algo asi, que nos es, según la lógica, lo elemental, lo instituido; pero para nosotros, los implicados lo es: el Museo, el nuestro, el de los Dramaturgos cubanos.
Comenzó con dos piezas, y va por veinte y una, creados por Adán Rodríguez Falcón .
Soñadas son sesenta, con sus salas y otros proyectos, que se sustentan en lo que es un museo, con sus colecciones, etcétera y etcétera, en ese espacio mínimo, que rompe las reglas, las convenciones, que aunque no lo sea, cuestiones de borrachera, de alucinaciones, lo es, porque creemos lo es, alejado de la tradición, incluso de lo aprobado, porque la cuestión está en creerlo, decirlo, defenderlo.
Es algo propio de nuestra locura.
Inventamos una casa que no lo es, con una librería, que no es, y lo es; un archivo, que no es, y lo es; una biblioteca, que no es, y lo es; un espacio pedagógico y un Museo, que mucho menos lo es (especialmente este jaja), pero ahí está, y crece y crece con camisa de fuerza, en el mínimo espacio de Milanés 28007, embarcando a muchos en esa idea que no es, en un sueño que no es, pero está ahí, visible, transformable, con su historia, con su tradición, con su luz.
Incluso, es más de lo que se aprecia.
Lo más significativo está, en lo que hay más allá de ese Museo que no es, y es resultado, como todo en ese lugar, de una borrachera descomunal con varias bebidas, un fortísimo torbellino del Espíritu Santo, un sueño, inconcluso, perseguido, y patentado en lo que puede verse, y en lo que hay que abrir el espíritu, para lo invisible.
Lo peor, es que le hemos hecho creer a muchos, que somos lo que no somos según lo instituido en la mente, en las metodología en los conceptos; pero somos, y vamos seguir siendo, con el apoyo, el estímulo y la fuerza de los que ven, lo mismo que nosotros, e incluso sin ese apoyo, porque lo que importa es la fe, perseguir lo que no se ve.
Abrazos a los que ven lo mismo que nosotros, y a los que ven, lo que aún no se ve.
Tomado de la página de Facebook de La Escena Matancera, que actualiza el dramaturgo Ulises Rodríguez Febles, director de la Casa de la Memoria Escénica de Matanzas.