La Tinta, un punto mágico en Maisí

Por Ángel Ramírez Goliat

Llega la noche y en el campamento de los cruzados teatrales sólo se comenta una sentencia, ¡hay función! Todos se visten apresurados. Los más morosos apuran sus baños de cubos de agua, no pudieron hacerlo en el río; y nos animan los tres mosqueteros de esta epopeya, los más sabios y avezados: Eldy Cuba, Emilio Vizcaíno y Ury Rodríguez, con más de treinta cruzadas contadas.

Esta noche fue en La Tinta, comunidad intrincada del territorio de Maisí, donde las montañas te rodean a manera de abrazo y puedes sentir el eco de tus gritos de libertad, el canto de las aves, el fluir de un arroyo, un manantial de cristal.

Las noches aquí son oscuras y el firmamento es más hermoso que en la ciudad, ¡vaya que sí! Todos observamos las constelaciones sin decir nada mientras preparan el escenario, la calle, para la función. Un entramado de emociones sale a relucir cuando todos nos miramos en silencio y las palabras sobran. Sabemos lo que siente cada uno.

El Teatro La Proa es uno de los protagonistas con su espectáculo La República del Caballo Muerto, obra original del argentino Roberto Espina e interpretado por los estudiantes de 2do año de la Escuela Nacional de Títeres. También está la Compañía de Variedades Circenses de Santiago de Cuba, con magos y payasos que interactúan de manera entretenida con los niños y logran su principal premisa: hacerlos reír y pensar.

Son actores que desbordan talento en cada una de sus presentaciones. Los estudiantes demuestran que están al nivel, y los otros actores que no existe barrera para seguir creando, desde las lomas, un arte puro, natural…

Observo detenidamente cómo una de las niñas del público se acerca a Ury y le dice yo te he visto en televisión, déjame darte un abrazo. Él la carga, posa para la foto y suelta alguna de sus ocurrencias con tal de hacer reír a la niña. Ella le dice que quiere ser actriz cuando sea grande y lo invita a verla bailar al día siguiente en una fiesta de la localidad. Ury sabe que no es posible, y le dice que hará todo lo posible por ir. Se despide de ella. Él se queda un rato mirándola, con los ojos fijos en sus pasos de niña pequeña y una lágrima brota de su mirada. La pequeña se va alegre diciendo que trabajará con él algún día. Yo espero que así pueda ser.

Todo el mundo está expectante. La noche sirve de telón de fondo. Las estrellas son las luces y la luna un cenáculo que sigue con su luz el paso de los actores. El escenario perfecto para una fotografía.

La función termina y el público pide más. ¿Dónde están los magos? ¡Traigan al payaso! El espectáculo se extiende un poco más, pero no es posible hacerlo durante tanto tiempo. También hay que descansar. A la mañana siguiente nos espera otro destino, quizás aún más lejano o intrincado.

Los niños lloran, más el accionar de los cruzados no se hizo esperar, todos empezamos a cantar:

“A Baracoa me voy

Aunque no haya carreteras…”

Y dejamos La Tinta sabiendo que regresaremos el próximo 16 de febrero, a la misma hora, en el mismo lugar, para juntos actuar, cantar y reír.

En portada: La República del Caballo Muerto, Teatro La Proa. Foto cortesía del grupo.